La capital europea de la cultura del 2019, Matera, que hace medio siglo era la vergüenza de Italia por su extrema pobreza, hoy apunta a la gloria al rescatar sus grutas, sus palacios barrocos y sus iglesias rupestres.
"Sí, es verdad, pasamos de la vergüenza a la gloria", comentó el alcalde Raffaello De Ruggieri en un encuentro con la prensa para ilustrar el renacimiento de una ciudad, que ha sabido darse un futuro.
La ciudad del sur de Italia, que en los años 50 escandalizó a Alcide De Gasperi, uno de los padres fundadores de Europa y entonces jefe de gobierno, por su extrema pobreza, con gente que vivía en cavernas paleolíticas sin agua corriente, ni alcantarillas, ni luz, para el 2019 será la meta de un turismo refinado, interesado en historia y cultura.
"Queremos que la persona que decida venir a Matera viva toda una experiencia", sostiene Paolo Verri, director de la Fundación Matera-Basilicata 2019, quien fue por años responsable del prestigioso Salón del Libro de Turín (norte).
La llamada Jerusalén de Occidente, por sus casas en piedra viva construidas entre barrancos como un pesebre y sus viviendas excavadas en la roca (los "sassi"), es considerada la tercera ciudad más antigua del mundo, después de Alepo (Siria) y Jericó (en Cisjordania).
"Sus restos arqueológicos demuestran la presencia del hombre desde hace 8.000 años", recuerda el alcalde.
"Por ello queremos un turismo 'slow' (lento)", dice Verri, quien rechaza el turismo perjudicial que permanece sólo un día y medio y apunta por atraer un visitante activo, pensante, que comparte, que no sólo pretende sino que aporta también cultura.
Para ello ha programado para el próximo año cerca de 300 espectáculos, talleres, exposiciones, encuentros basados en actividades colectivas, que van desde la música hasta la creación de recetas de comida pasando por lecturas públicas.
"Cada persona debe contribuir con algo, como por ejemplo un libro y explicar por qué quiere mejorar la cultura europea", explica Verri, quien espera dejar como herencia una gran biblioteca europea.
Los llamados "ciudadanos temporales" que viajarán a la lejana y montañosa Matera, en la sureña región de Basilicata, a unos 400 kilómetros de Roma, pagarán 19 euros por un pase o pasaporte válido un año.
Al mismo tiempo han sido invitados a inspirarse en sus paisajes bíblicos y en su atmósfera mística para crear objetos, textos, esculturas, sonidos, instalaciones, que a su vez se convertirán en una exposición.
- Un reto -
"Un reto" confiesa la francesa Ariane Bieou, encargada del programa cultural para Matera 2019, quien trabajó en Francia para transformar los estereotipos que pesaban sobre Marsella, capital de la cultura en 2013.
"La tarea de una capital europea de la cultura es construir un recorrido de crecimiento en el territorio", explica en una charla con la AFP.
Sin aeropuertos ni trenes de alta velocidad, con carreteras llenas de curvas y altos barrancos, la ciudad joya, con un pasado doloroso y un futuro brillante, patrimonio de la Humanidad desde 1993, quiere ser fuente de inspiración para la creación contemporánea.
"El objetivo es que se desate un proceso virtuoso, con residencias artísticas, sin una dirección única sino una polifonía", sostiene Bieou.
"Matera llama a Europa y Europa llama a Matera", resume.
Un lema que no convence del todo a la arquitecta Patriza Capriotti, propietaria de una tienda de objetos y ropa en la céntrica via delle Beccheria con creaciones realizadas en un taller en el que se reciclan los propios residuos.
"Es un proyecto demasiado lejano de la realidad", lamenta.
"Temo que nos vamos a convertir en una Venecia. Es un modelo que hay que frenar", asegura a la AFP, mientras indica los elegantes trajes y bolsas elaborados por diseñadores locales, entre ellos emigrantes.
"El problema ahora es el modelo de turismo. La gente se va a vivir en barrios populares y transforma sus casas de piedra o cuevas de familia en residencias para turistas", cuenta la arquitecta, que en los años 70 y 80 estuvo a cargo de la remodelación de algunas de ellas.
La parte baja de Matera, donde se pueden visitar 150 iglesias rupestres, está en plena evolución, obreros suben y bajan por entre los retorcidos escalones para rehabilitar casas sobrepuestas para lujosos "hoteles difusos" y ofrecer una experiencia única a sus huéspedes.
No muy lejos de la iglesia del siglo XII Madonna de la Virtu, donde rodaron la escena de la Última Cena del filme de Mel Gibson "La pasión de Cristo" y a pocos pasos de los "sassi" donde Pier Paolo Pasolini filmó "El Evangelio según San Mateo", frente al torrente Gravina, el joven Vito Cuscianna, de 27 años, graduado en economía y marketing, ofrece los servicios de su 'ape-vespa' a los turistas.
"Mi abuelo Donato tiene 90 años, era un campesino y vivía en los sassi. Nunca se imaginó que esas cavernas prehistóricas terminaran con wi-fi y bañera para hidromasajes", comenta divertido.
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