Desde hace ya varios años, Luis Enrique Cam, experto en técnicas audiovisuales, se dedica a contarnos y mostrarnos historias fascinantes de personajes notables peruanos, héroes incluidos. 

En el 2015, por ejemplo, hizo un documental dedicado a Julio Octavio Reyes, “El cronista del Huáscar”. Gracias a esa película, se pudo saber cómo se las arregló el periodista, en medio del fragor de la Guerra del Pacífico (1879-1883), para contarles a los lectores de “La Opinión Nacional” (fundada por Andrés Avelino Aramburú) los avatares y proezas de los tripulantes del famoso monitor. “Al terminar ese trabajo –cuenta Luis Enrique– me di cuenta de que se me había quedado en el tintero mucha y muy valiosa información”. Con ella –21 extensas crónicas– y, con el mismo título del documental, publicó su primer libro (Grupo Editorial Mesa Redonda).

También en el 2015, Luis Enrique inició una investigación sobre Francisco Bolognesi, otro héroe de la Guerra del Pacífico, que concluyó con la presentación de un documental sobre su vida y gesta, justo al conmemorarse el bicentenario de su nacimiento (4 de noviembre de 1816). Y es justamente a raíz de la búsqueda de documentos e información –“siempre estoy atento a cualquier noticia novedosa”, dice– que se enteró de la existencia de periódicos properuanos en las ciudades de Tacna y Arica: “La Voz del Sur” y “Tacora”, en la primera, y “El Morro de Arica”, en la segunda.
¿Qué se publicaba en aquella época? La respuesta la encontró en las hemerotecas de la Biblioteca Nacional tanto del Perú como la de Chile y decidió centrar su investigación solo en una de las tres publicaciones, “El Morro de Arica”. Luis Enrique ha leído todos los números de ese periódico, editados entre los años 1890 y 1896, y ha seleccionado editoriales, cartas, crónicas, transcripciones y discursos relacionados con el anhelo del retorno de Arica al Perú.

Lo que él buscó, además, son aquellas noticias de la vida cotidiana que son imposibles de encontrar en los libros de historia. “Textos que daban cuenta sobre la inauguración de una escuela gracias a los fondos donados por alguna beneficencia peruana, del sentido discurso que pronunció algún notable en la cima del morro conmemorando el 7 de junio de 1880, de la obra patriótica que se montó en tal asociación cultural, de la emotiva presentación de las alumnas de un colegio privado a propósito de la celebración del 28 de Julio…”.

A través de la lectura de “El Morro de Arica” –que salía todos los miércoles y sábados, y si el acontecimiento lo ameritaba, los domingos–, Luis Enrique también halló reflejados el valor de sus periodistas y los sentimientos de los compatriotas. “Se puede sentir la expectativa que tenían los peruanos porque se realizara el famoso plebiscito en cumplimiento del Tratado de Ancón (firmado el 20 de octubre de 1883) y eso es terrible, pues el plebiscito nunca se dio. Asimismo, es destacable el periodismo de aquellos tiempos. Había persecuciones y ataques y sin embargo nadie se amilanaba”.

“El Morro de Arica. La resistencia del periodismo peruano durante el cautiverio de Tacna y Arica”, además de contar con una nota preliminar del investigador y compilador Luis Enrique Cam, una presentación del periodista y escritor Hugo Coya y un prólogo de la historiadora María Elsa Pons Musso, trae en sus primeras páginas un texto fundamental. Es el ideario de la publicación, el editorial de la primera edición aparecida el sábado 1º de marzo de 1890. En este, el fundador y director, Enrique Ward Zegarra (peruano de ascendencia inglesa), marca la pauta de la que será la impronta de “El Morro…”. Se inicia con una cita que no ha perdido actualidad: “El chisme y la calumnia, así como la adulación son armas vedadas para el periodista de dignidad” y, entre otras cosas, escribe: “Ahora bien, un pueblo, como el de Arica, debe mantener un periódico, órgano por el que haga conocer no solo a los del lugar, sino también a los de más allá, como aquellos que son nuestros hermanos (pero con mejor estrella) que es un pedazo precioso tronchado por crueles reveces de la fortuna, de la dulce y amada patria peruana: y que por razón de todos conocida, pero por motivos de muchos ignorados, hoy se halla cautivo como en otro tiempo el pueblo de Israel”.

“El Morro de Arica” fue cerrado violentamente en 1911 cuando lo dirigía Gerardo Vargas Hurtado. Y es que en 1905, según Luis Enrique, su fundador fue expulsado por haber “recuperado” un cañón del morro que luego se trasladó al Perú y que ahora está en el Museo de Combatientes del Morro de Arica, ubicado en el jirón Caylloma.

Propicia la publicación del libro de Luis Enrique Cam. No solo porque se presentará en el mes patrio, sino también porque nos recuerda una época aciaga y lo valientes que pueden ser los peruanos cuando los une una causa común: la patria. Lo dice el propio autor: “Las páginas de 'El Morro de Arica' son un ejemplo de heroísmo cotidiano de tacneños y ariqueños que oscilaba entre el miedo a la campaña de chilenización que emprendió el invasor para apropiarse de sus territorios y el abandono de las autoridades de Lima para solucionar la cuestión del esperado plebiscito que daría solución al problema de la cautividad”. La historia, pues, no nos deja de dar lecciones.

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