ENRIQUE PLANAS
Ama los pájaros negros, el brillo de sus plumas tornasoladas. Los escucha caminar por el techo, fascinada, sin miedo. “El cuervo es un animal muy inteligente, su cerebro es el más grande en proporción al tamaño de su cuerpo”, nos dice la artista Patricia Villanueva en su taller miraflorino. Allí se encierra para coser plumas, intervenir fotografías de época, construir una criatura fascinante a través de dibujos que componen la fascinante muestra “La mujer de Bellocq”, su quinta exposición individual y la primera en la sala Luis Miró Quesada Garland.
Una sala amplia para una muestra íntima, un gabinete de curiosidades que probarían la existencia de una mujer con cabeza de cuervo.
Como si se tratara de un falso documental, ella va mostrando las huellas de su existencia: sus ojos, su pico, sus plumas, el cuerpo desnudo, la posible tumba de lo que fue una criatura atrayente y a la vez repulsiva.
Salvaje, sensual y peligrosa, en la puesta en escena de Villanueva esta mujer pájaro parece haber sido encerrada por un hombre llamado Bellocq. Ella lo espera, y es feliz cuando se somete a su obsesiva contemplación, cuando posa para él en un centenar de dibujos.
UN GABINETE DE CURIOSIDADES
Tras cinco años alejada de las galerías, la artista retoma su investigación en torno a la búsqueda de la identidad profundizando en marcadas influencias: el oscuro erotismo propio de las fotografías del estadounidense Ernest Bellocq, su obsesión por el cuervo como personaje mutante, sus lecturas de las novelas de Jean Rhys y Charlotte Brontë. Todos esos referentes son procesados para luego ser devueltos en una propuesta personal y oscura, que tiene que ver con el amor y el deseo de sentirse vivo en los ojos del otro.
Dibujos, collages, esculturas, instalaciones y fotografías intervenidas son dispuestas por la artista como piezas de un rompecabezas insólito. Como un intento por registrar la existencia de este portento natural.
“El público que vea la muestra podrá completar la historia”, comenta Villanueva. “Lo que más me gusta del trabajo es la posibilidad de que la gente se identifique, sin que tenga que conocer todos los referentes del trabajo. La historia se vuelve muy sencilla cuando el espectador la toma solo como rastros o vestigios de una mujer con cabeza de cuervo. Si alguien siente curiosidad por la obra de Bellocq y lo busca, pues mejor. Pero la muestra no depende de su biografía”, explica la artista.
Villanueva utiliza en su muestra un estilo visual victoriano que parece detener el tiempo. “A mí me fascina esa estética”, señala. “Era la época de Darwin, cuando la ciencia se había vuelto popular, cuando las mujeres iban a conferencias sobre la evolución de las especies y podías ir al teatro a ver cómo los médicos diseccionaban un cadáver. Era una época humanista, en la cual no se le tenía miedo a lo grotesco. Al contrario, había una enorme curiosidad por ese punto medio entre lo científico y lo inexplicable: las logias, las artes oscuras, los gabinetes de curiosidades, las colecciones de los museos de historia natural. Cuando ves los retratos fotográficos de la época, hay en ellos algo macabro, una mirada no natural, propia de las largas exposiciones”, afirma.
Por cierto, este interés por estéticas decimonónicas tiene que ver con la obsesión de la artista por la historia y la memoria familiar. “Soy la única en la familia que quise quedarme con el retrato de la tatarabuela y colgarlo en mi casa”, comenta divertida. “Para mí esos objetos forman parte de nuestra identidad. Curiosamente, son esas cosas las que la gente fácilmente descarta”, explica.
OBJETOS ENCONTRADOS
A propósito de objetos descartados, buena parte de la muestra tiene que ver con la idea del ‘objet trouvé’ u ‘objeto encontrado’, término que impusiera Marcel Duchamp a inicios del siglo XX para describir el arte realizado usando objetos que no se consideran artísticos, pero en cuya modificación adquieren nuevos sentidos. En efecto, muchos de los objetos hallados por Villanueva dan pie a múltiples historias: porcelanas adquiridas en mercadillos de pulgas, plumas de cuervo traídas de Inglaterra, muñecas alemanas de cerámica adquiridas por eBay. Todos estos objetos esperan en sus cajas la llegada de la artista para ser liberados, como lo hace la mujer cuervo por su amado Bellocq. “¿Es Bellocq mi amante, mi padre, mi hermano o yo misma?”, se pregunta la artista. “Estoy segura de que me esperan muchos años de terapia para saberlo”, añade.
MÁS INFORMACIÓN
Lugar: Sala Luis Miró Quesada Garland, Municipalidad de Miraflores.
Inauguración: Viernes 22 de agosto.
Ingreso libre.