En 1888, en la ciudad francesa de Arles, se produjo un evento que se convertiría en una leyenda moderna: un extranjero llegó a la puerta de un burdel y le entregó a una de las chicas un paquete que contenía un pedazo sangriento de su propia carne.
El hombre se llamaba Vincent van Gogh.
En ese momento, era un pintor desconocido y sin éxito, pero llegaría a ser uno de los artistas más célebres de todos los tiempos.
Ese año en Provenza lo definió: fue el que lo vio crear sus obras maestras más preciadas, pero también aquel en que se mutiló.
Fue encontrado en su cama a las 7 de la mañana en la víspera de Navidad acurrucado en posición fetal y con la cabeza envuelta en trapos empapados de sangre.
El policía que lo halló pensó que estaba muerto.
El de la oreja de Van Gogh es sin duda el incidente más famoso en la historia del arte moderno.
Nadie, sin embargo, sabe qué ocurrió realmente ese día de diciembre de 1888. De hecho, hasta hace poco, ni siquiera podíamos estar seguros de que se cortó la oreja.
La corrida
La antigua ciudad de Arles se encuentra en el extremo norte de la Camarga, a solo unos 30 kilómetros de la costa mediterránea francesa.
Vincent van Gogh llegó ahí a la edad de 35 años, cuando era un artista fracasado que huyó de las burlas de París hacia un mundo más brillante y, según creía, más puro.
Culturalmente, Arles se encuentra entre Francia y España y es un lugar romántico de vaqueros y gitanos, con su propia lengua, cultura y trajes coloridos.
De hecho, en abril Van Gogh asistió ahí a una corrida de toros.
Cuando pintó la escena, Van Gogh se enfocó en las mujeres exóticas en las gradas, no en la acción sangrienta en la arena.
"La multitud era magnífica", le escribió a un amigo. "Las mujeres y niñas locales llevaban ropas sencillas en verde, rojo, rosa o amarillo habanero. Y, sobre todo, un sol sulfuroso en un cielo azul vibrante".
"Fue todo tan alegre como Holanda es deprimente", dijo.
¿La razón?
Para la gente local, el final sangriento de los toros es la explicación del brutal episodio de Van Gogh en Arles.
Creen que lo que hizo Van Gogh con su oreja se explica con las corridas de toros pues, al final de una corrida exitosa, le cortan las orejas al toro y se las entregan a un afortunado del público.
El problema con esta versión es que cuando Van Gogh estuvo en Arles no le cortaban las orejas de los toros. Esa tradición fue importada de España después.
El misterio seguía en pie y una extranjera se empecinó en desentrañarlo.
Pura curiosidad
La historiadora de arte Bernadette Murphy se mudó a Provenza en 1983, donde quedó fascinada por las historias que circulaban sobre el extranjero más famoso de esos lares, Vincent van Gogh.
Le sorprendió descubrir lo poco que se sabía con seguridad acerca de la noche en que se dice que se cortó la oreja.
"Me preguntaba: ¿No hay registros policiales o médicos? ¿Cómo es que hay tanta ambigüedad?", le contó a la BBC.
Y así comenzó la aventura. Desde 2010, se dedicó por años a investigar en las oficinas de registro de la ciudad, las bibliotecas y los archivos de Arles, y más allá.
Nada seguro
Su primer instinto fue entender la escena del crimen, el estudio de artistas más famoso de todos los tiempos.
"La casa amarilla" fue la inspiración de algunas de las pinturas más memorables de Van Gogh y del estudio donde pintó muchas de sus obras maestras.
Estaba en el extremo norte de la ciudad, en Place Lamartine, hasta 1944, pero fue bombardeada en la guerra.
Respecto a los acontecimientos esa noche de 1888, contaba con lo reportado en la prensa local.
"A las 11.30, un hombre llamado Monsieur Vincent apareció en la puerta de un burdel en la Rue du Bout d'Arles. Preguntó por una chica llamada Rachel. Cuando ella llegó, le entregó su propia oreja cortada".
Pero, ¿se podía confiar realmente en esos informes? En unos su nacionalidad era holandesa, en otros, polaca. Tres versiones dicen que la oreja estaba en un paquete, otra, que la sostenía en su lugar en su cabeza. La mayoría dice que Rachel era una prostituta, pero una dice que trabajaba en un café.
Con tantas inconsistencias, Bernadette quiso descubrir qué era cierto, incluso si lo era el hecho de que se había cortado la oreja.
Es algo que todos creemos saber acerca de Van Gogh, pero los principales expertos del mundo no estaban convencidos de que eso es lo que realmente sucedió.
Datos avalados
En Ámsterdam está el centro del mundo del artista, el Museo Van Gogh, fundado por sus descendientes.
El magnífico museo alberga la colección más grande del mundo de sus pinturas, y recibe la visita de casi 2 millones de personas al año.
En su centro de investigación, está la evidencia que ponía en duda la historia sobre la oreja: una carta del pintor Paul Signac, quien visitó a Van Gogh poco después de su lesión.
"Lo vi la última vez en Arles en la primavera de 1889", dice.
"Ya estaba en el hospital de la ciudad, pero el día de mi visita estuvo perfectamente bien, y tenía la famosa banda alrededor de su cabeza y un sombrero de piel.
"Unos días antes, se había cortado el lóbulo de la oreja"
Además, aparentemente apoyando esa versión, hay un dibujo de Van Gogh en su lecho de muerte hecho por el médico que lo atendió un año y medio más tarde.
En el mismo se ve a Vincent Van Gogh acostado con los ojos cerrados y la parte superior de la oreja perfectamente intacta.
Es decir, por un lado hay una declaración de un testigo ocular, y otra de un testigo presencial, ambas indicando que Van Gogh se cortó el lóbulo, no la oreja entera.
Pero ahí también están todos los periódicos de la época, diciendo que se cortó la oreja.
¿A quién creerle?
Para las autoridades en el tema, las del Museo Van Gogh, la primera versión siempre fue la aceptada: el pintor se cortó solo un pedazo del lóbulo.
¿Entonces todo el asunto fue un evento menor que exagerado con el tiempo?
A diferencia de la gran mayoría de otros artistas, la vida de Vincent van Gogh es tan famosa como su obra.
En sus autorretratos vemos los ojos fijos de un hombre muerto a los 37 años, cuya visión era simplemente demasiado intensa para el mundo.
Si no se cortó la oreja, ¿está toda su historia basada en una mentira?
El hombre que llegó a Arles tenía 35 años y muchos antecedentes que dejaban entrever un alma torturada.
Nacido en 1853, hijo de un ministro protestante holandés, aquellos cercanos a él sospechaban que podía estar mentalmente enfermo. No pudo mantener carreras como comerciante de arte, pastor o asistente de enseñanza.
En lugar de personas respetables, se sentía atraído por los campesinos y las pobres mujeres de la calle, las únicas personas que toleraban su personalidad extraña y fanática.
Hubo momentos en su vida en los que estuvo tan solo que la única persona con la que hablaba durante el día era la camarera de las cafeterías al pedirle su almuerzo.
Pero hubo alguien que siempre estuvo a su lado: su hermano menor, Theo.
Theo era un exitoso comerciante de arte, y fue él quien le ofreció una nueva carrera como pintor.
Sin embargo, no pudo vender ninguna de sus primeras obras.
En febrero de 1888, cuando se mudó a Arles, Van Gogh era un pintor fracasado, totalmente dependiente de su hermano.
Las cosas, sin embargo, mejoraron mucho en Provenza.
Emprendió excursiones diarias por el campo en busca de inspiración para un nuevo tipo de arte, y la encontró.
Abandonó completamente los grises y marrones del norte de Europa, y en el sur de Francia descubrió un mundo completamente nuevo y deslumbrante.
Cuando llegaba a donde quería estar, atacaba el lienzo. "No sigo ningún sistema reconocido", dijo. "Lo golpeo con pinceladas irregulares, que dejo como están.
"Estoy tentado a pensar que los resultados son tan perturbadores y molestos como para no complacer a las personas con ideas preconcebidas sobre la técnica".
Tenía razón: nadie entendió en ese momento lo que ahora vemos como sus obras maestras.
Le escribió a Theo que había encontrado el futuro del arte moderno. Y soñó que todo un movimiento de artistas pronto se uniría a él en una misión compartida.
¿Qué fue lo que convirtió a este Vincent soñador optimista en un paciente mental capaz de autolesionarse?
Otro personaje crucial en esta historia provee algunas pistas.
En las semanas previas a que sucediera el sangriento evento, Van Gogh había estado viviendo con un gran artista: el notorio Paul Gauguin.
El gran Gaugin
Gauguin fue un pintor muy apreciado, complicado e interesante, pero también muy engreído.
Debió haber sido muy carismático, pues no solo atraía mujeres, sino que también acólitos.
Van Gogh era uno de sus admiradores y cuando se le ocurrió convertir la Casa Amarilla en la sede de la hermandad de artistas que crearía ese futuro del arte moderno, en el primero que pensó fue en Gaugin.
Pasó semanas escribiéndole para convencerlo de que se uniera en su utopía.
Pintó "Los girasoles" para decorar el dormitorio de Gauguin.
Y compró 12 sillas de mimbre para los artistas hermanos y una silla más ornamentada para Gauguin, cuya edad y éxito lo harían el Padre Superior en su comunidad.
Pero el verdadero Gauguin no podría haber sido más diferente al ideal de Van Gogh.
Era un ex banquero astuto, publicista y adúltero en serie que al llegar a Arles se encontró con una persona difícil y sin autoestima.
Gauguin solo había ido porque Theo le había pagado, y a los pocos días le empezó a escribir a sus amigos de París diciéndoles: "Tengo que salir de aquí. No puedo soportarlo más".
El sueño de fraternidad de Van Gogh estuvo condenado desde el principio. No solo él y Gauguin tenían diferentes personalidades, sino que también estaban en desacuerdo respecto al arte.
A Gauguin le gustaba pintar desde su imaginación. Le parecía risible la costumbre de Van Gogh de pintar lo que veía. Produjo un retrato burlón de Van Gogh pintando los girasoles.
Van Gogh lo vio y dijo: "Ese soy yo, pero yo loco".
Según Gauguin, después de que le mostró el cuadro, fueron a un bar y Van Gogh pidió una copa de absenta, se la arrojó pero él la esquivó, se lo llevó a casa y lo acostó.
A la mañana siguiente, Van Gogh se despertó diciendo: "Mi querido Gauguin, tengo un vago recuerdo de que te ofendí anoche".
Sus sueños de la fraternidad artística se estaban convirtiendo en pesadillas, y estaba perdiendo el control de su frágil salud mental.
Además, en una de sus pinturas hay evidencia de otro asunto que lo inquietaba.
La carta del cuadro
El Museo Kroller-Muller, en la campiña holandesa, hay un lienzo no tan conocido de Van Gogh.
Es una de las primeras pinturas que produjo después de la noche en que se cortó la oreja, y ha demostrado ser una mina de pistas para los expertos en cuanto a su estado mental esa noche.
La investigación se ha centrado en la carta que aparece en la esquina inferior derecha, que ahora sabemos que recibió la mañana del incidente.
Se sabe que es de su hermano, pues su letra es discernible y lleva el sello 67 de la oficina de correos a la que iba Theo.
La marca de franqueo es la que se usó durante Navidad y Año Nuevo, lo que comprueba que fue enviada en diciembre.
La hipótesis es que se trata de la carta en la que su hermano le anunció su compromiso con Johanna Bonger.
¿Por qué le inquietaría esa noticia?
Theo, para él, era su mejor amigo. Era su apoyo emocional y financiero. Si la noticia le hizo temer que iba a perderlo, eso habría contribuido a su crisis mental.
Van Gogh recibió la noticia del compromiso de su hermano el 23 de diciembre, el mismo día que Gauguin le dijo que se iba.
¿Fue este el momento en que Van Gogh perdió su control sobre la realidad?
La oreja del centurión
El propio Gauguin más tarde registró la conversación errática de Van Gogh.
"Mencionó novelas góticas, con un héroe acechado por la locura. Reflexionó sobre los asesinatos de prostitutas que se reportaban en los periódicos y sobre la traición de Cristo en el Jardín de Getsemaní, cuando San Pedro cortó la oreja de un centurión.
"Era tan extraño que no pude soportarlo", escribió Gauguin. "Incluso me dijo: '¿Vas a irte?', y cuando dije 'Sí', arrancó esta frase de un periódico y la puso en mi mano.
"Dice: 'El asesino se escapó'".
Horrorizado, Gauguin se fue a pasar la noche a un hotel, dejando a Van Gogh solo con sus demonios.
Rachel
Bernadette Murphy contaba con todos estos conocimientos.
Pero al menos dos aspectos le parecían confusos: el primero era Rachel, la chica a la que Van Gogh fue a buscar esa noche.
Conocer su identidad podría ayudar a entender qué lo llevó a buscarla.
Se concentró en el último lugar donde vieron a Van Gogh la noche que se cortó la oreja: la Rue du Bout d'Arles, a solo 100 metros de la Casa Amarilla.
Se sabe que Van Gogh era un usuario frecuente de burdeles, pues él y su hermano hablaban abiertamente de eso en sus cartas. Era parte integrante de la vida de un hombre del siglo XIX.
"En la Francia del siglo XIX, los burdeles estaban regulados por el Estado. Les llamaban Casas de Tolerancia", le explicó Bernadette a la BBC.
"Las prostitutas y las madamas eran registradas en el censo de la ciudad, con delicados eufemismos por sus trabajos, como "limonadier" que puede ser alguien que dirigía un burdel o alguien que vendía limonada.
"A las prostitutas las registraban como fille soumise o mujer sumisa", cuenta.
Pero entre las de la época no hay ninguna Rachel, un nombre de por sí muy poco usual en esa región.
Bernadete, sin embargo, se topó con una pista que empezó a aclarar todo: un viejo artículo de prensa citaba al policía que asistió a la escena del crimen diciendo que el nombre de la chica era Gaby.
Al revisar de nuevo los registros y notó que muchos de los nombres de las prostitutas aparecían seguidos por las palabras "dite Rachel".
"'Llamada Rachel'. No era su nombre real. Es solo un apodo. Así que tal vez Gaby era su verdadero nombre", explica.
En Arles en 1888 había 31 mujeres llamadas Gabrielle o Gaby.
Tras múltiples callejones sin salida y frustraciones, Bernadette leyó en un libro poco conocido sobre Van Gogh: "Rachel, que se llamaba Gaby, murió en 1952 a la edad de 80 años".
Solo una Gaby o Gabrielle había muerto ese año a esa edad.
¿Sería ella a quién Van Gogh vio esa noche?
La historiadora logró descubrir que sus descendientes viven fuera de Arles y, aunque el tema era delicado, le confirmaron bajo condición de anonimato que su antecesora Gabrielle era aquella a la que siempre llamaban Rachel en la historia de Van Gogh.
Bernadette también descubrió después que Gabrielle no era prostituta sino una chica que limpiaba no solo en el burdel, sino también varios de los lugares favoritos de Van Gogh en Place Lamartine.
La chica a la que Van Gogh fue a buscar esa triste noche parece haber sido una amiga, no su prostituta.
Una amiga a quien probablemente conoció en París, pues Bernadette encontró más tarde evidencia de que Gabrielle había sido enviada al Instituto Pasteur en enero de 1888 para ser tratada por la mordida de un perro rabioso.
También descubrió una carta de Van Gogh en la que menciona a las niñas pobres tratadas por rabia en esa institución.
Gabrielle estuvo en París por un período de 18 días y regresó a Arles. Van Gogh llegó a esa ciudad el mes siguiente.
Es posible que Gabrielle haya sido la razón por la que Van Gogh fue a Arles. Y eso sugiere una nueva interpretación de lo que hizo esa fatídica noche.
"Van Gogh siempre se sintió atraído por las personas en dificultades, ángeles heridos a los que él quería ayudar. Además, alimentaba fantasías como el martirio de Cristo por los pobres", señaló Bernadette.
"Parece como si, en su angustia, viera el entregarle su oreja a Gaby como un acto de autosacrificio y compasión".
Eso es difícil de comprobar, pero ya había descubierto la identidad de Rachel; un paso más cerca a saber qué pasó esa noche.
Un hallazgo de película
Fue en su búsqueda de la verdad sobre la oreja que Bernadette hizo el descubrimiento más extraordinario.
La evidencia surgió del lugar menos esperado.
En 1956, MGM Pictures lanzó la película "Lust For Life" o "Ser de vivir", en la que Kirk Douglas protagoniza a Vincent van Gogh.
Su exagerada banda sonora y sus dramáticas actuaciones cimentaron en las mentes de quienes la vieron el Van Gogh de leyenda, que se cortó su oreja en un ataque de locura.
Los expertos, sin embargo, la desestimaron señalándola como una versión histriónica.
Irónicamente, fue ésta la que llevó a Bernadette a una pista crucial.
En lo profundo de los archivos del Museo Van Gogh, encontró una carta de 1955 en una vieja revista.
Un lector había cuestionado a la revista Time por haber dicho en un artículo sobre Vincent van Gogh que se había cortado su oreja entera.
El hombre insistía en que solo se cortó el lóbulo, como todo el mundo sabía gracias a Paul Signac.
La oficina editorial de la revista le contestaba que cuando Irving Stone, el autor del libro en el que se basó la película, investigó el suceso en Arles, visitó al doctor Félix Rey.
"El Dr. Rey era el único hombre que aún estaba vivo que había visto a Vincent van Gogh", subrayó Bernadette.
Y luego, la carta decía algo aún más extraordinario: "El Dr. Rey dibujó un diagrama médico para Irving Stone, que más tarde firmó y que ahora tiene en su poder el señor Stone".
Un testigo sin igual
Félix Rey fue el médico que trató la lesión de Van Gogh durante su estadía en el hospital, y se hicieron tan amigos que lo pintó.
No podía haber mejor testigo de lo que le pasó a la oreja del pintor.
Y era posible que existiera el documento que le dio al escritor de Hollywood Irving Stone.
El archivo de Irving Stone se guarda en Berkeley, California, y Bernadette se estuvo comunicando con el archivista David Kessler, intentando rastrear el esquivo dibujo de Félix Rey.
Tras varios intercambios de email sin resultados alentadores, "le pedí que revisara una última vez y me fui a dormir".
"Al otro día había un correo electrónico en el que me decía en francés: 'Oh, mon Dieu, je l'ai trouvé'".
"Mi infeliz amigo Van Gogh"
Bernadette viajó a San Francisco y estalló en llanto cuando Kessler le mostró "esa pequeña y delgada hoja de papel, tan elocuente".
"La firma definitivamente es del Dr. Félix Rey. Está fechado el 18 de agosto de 1930 y es increíble, es un dibujo de antes y después".
"Estoy feliz de poder brindarte la información que me pediste sobre mi infeliz amigo Van Gogh", se lee ahí.
"Espero que glorifiques el genio de este notable pintor. Cordialmente, Dr. Rey'".
En el papel aparece el dibujo de una oreja con una línea punteada y se dice que la oreja se cortó con una navaja siguiendo la línea punteada.
Luego hay otro dibujo con el aspecto de lo que quedó.
"Documenta que se extrajo toda la oreja. Debe haber sido algo increíblemente doloroso... lo que estaba pasando por su mente en ese momento debe haber sido terrible", comentó Kessler.
"He estado trabajando en esto por un tiempo, y cuando ves algo así te das cuenta de cuán realmente horrible fue lo que sucedió... la violencia del acto", dijo, conmovida, Bernadette.
Brillante y trágico
Bernadette Murphy llevó una copia del documento para su verificación al Museo Van Gogh.
El hallazgo no daba cabida a la ambigüedad.
Encontrar nueva evidencia sobre Van Gogh es raro, y más aún la prueba final de que se cortó la oreja.
Pero cuando la emoción se apaga, queda una historia profundamente inquietante. No es una anécdota de arte trivial, sino un momento angustioso para un hombre desesperado.
Lo que sucedió esa noche en la Casa Amarilla fue muy perturbador. Ahí estaba él, solo, rodeado de todas esas increíbles pinturas que no podía vender.
Pensó en su vida, tomó una navaja de afeitar y se cortó la oreja de arriba abajo. Cortó la arteria detrás de la oreja, y más tarde se encontraron trapos que había usado para tratar de detener el flujo de sangre.
Pero, en lugar de llamar a un médico, escondió la herida debajo de un sombrero y se preparó para salir. Envolvió la oreja cortada en un periódico y se dirigió a un burdel.
Van Gogh terminaría con su propia vida solo 18 meses después.
Ese año brillante pero trágico en Arles nos dejó imágenes que electrifican el mundo, y ahora podemos entender mucho mejor que ese "peligroso loco" y esa supuesta "prostituta" fueron personas reales y sufrientes.
*Este artículo está basado en el documental de la BBC "The Mystery of Van Gogh's Ear", en el que la BBC acompañó a Bernadette Murphy en sus pesquisas. La historiadora publicó en 2016 el libro "Van Gogh's Ear: The True Story".