Chernóbil. (Fotos: Difusión).
Chernóbil
Czar Gutiérrez

"Yo tenía 7 años cuando salí de Ucrania. Recuerdo que allá hacía bastante frío y cuando aterrizamos aquí en La Habana nos chocó el calor. Nos montaron una mesa llena de frutas muy raras. Y no entendía muchas cosas: ¿por qué me trajeron aquí?, ¿por qué me llevan al hospital?, ¿por qué me pinchan?, ¿por qué me sacan sangre?, ¿qué está pasando? Le tenía pánico a los pinchazos y veía sufrir a mi madre día y noche, velándome para que no me moviera y el suero de la quimioterapia ingrese correctamente a mi cuerpo", dice Oleksander Savchenko (36), uno de los 20 mil niños de la ex Unión Soviética que llegaron a Cuba para tratarse del accidente nuclear.

De esa nube radioactiva —dióxido de uranio, carburo de boro, óxido de europio, erbio, circonio y grafito— que el accidente nuclear diseminó por Rusia, Bielorrusia y Ucrania afectando a 17 millones de personas, incluyendo parte de Europa y Norteamérica. Como se sabe, el gobierno cubano desarrolló un programa de acogida y tratamiento a los niños soviéticos, que desde 1990 fueron aterrizando en la isla con diferentes afecciones —tiroides, cáncer, alopecia, leucemia, psoriasis, etc.—, además del estrés y las alteraciones psicológicas que semejante tragedia generó en la población más vulnerable, materia de la celebrada muestra fotográfica "Los niños de Chernóbil" de Sonia Cunliffe cuyas imágenes ilustran esta nota.

CALOR HUMANO
"Como era niño, no entendía mucho de lo que me estaban haciendo. Recuerdo que jugaba con los sueros. Las enfermeras nos enseñaban a hacer pececitos y llaveritos. Pero era una tortura para mí recibir quimioterapia y radioterapia. Todo empezaba por el pinchazo. Por eso cada vez que voy al hospital Juan Manuel Márquez me lleno de recuerdos muy tristes. Pero conforme fui creciendo, poco a poco empecé a entender mi enfermedad. Y cuando empecé a estudiar estomatología conocí todos los detalles", dice Oleksander 'Sasha' Savchenko, afectado con un tumor de hipófisis, un órgano situado encima de la parte posterior de la nariz encargado de elaborar hormonas para el funcionamiento de muchas glándulas.

"Al salir del hospital nos llevaron a la playa de Tarará, allí había una escuela para niños ucranianos a la que empecé a asistir. Igual tenía que cumplir con los exámenes rutinarios. Al principio cada medio año, luego cada año. En los últimos años asistí a la escuela rusa de La Habana antes de estudiar estomatología en la Universidad, donde conocí a Patricia, mi compañera en la facultad. Estudiábamos prótesis, nos enamoramos y nos casamos. Siento que Cuba es mi país. La última vez que fui a Ucrania fue en 1998 y me sentí extranjero, por eso decidí establecer mi vida definitivamente en Cuba", dice Sasha.

¿Qué te gusta más, el frío o el calor? "Del frío no me acuerdo realmente cómo es. Y ya me he acostumbrado a este clima, me siento más cómodo en el calor que en el frío. Llevo 5 años de casado y siento el calor humano. Además, cuando una persona empieza a pensar en idioma español ya puede considerarse cubano. Y yo ya no pienso en ruso o ucraniano. Aquí me han salvado la vida, no sé qué me hubiera pasado si me quedaba allá. Ahora soy muy feliz con mi familia, más con el nacimiento de nuestro bebé completamente sano".

RAYOS DE LUZ
Tania Bernadskaya tiene 24 años y, por supuesto, no había nacido cuando explotó la usina nuclear. Cuando los síntomas de esclerodermia fueron apareciendo —destrucción paulatina del tejido saludable del cuerpo por acumulación de colágeno— tenía 13 años, su familia acudió al Fondo Ucraniano de Chernobyl y la primera vez que la derivaron a Cuba fue el 2008. Desde entonces recibe diferentes tipos de tratamientos hormonales como parte de un programa cubano que suministra dosis de interferón gamma.

"Desde el principio uno siente mucha diferencia, empezando por el clima y terminando por las relaciones interpersonales. Aquí se siente la humedad, el calor, el cambio del tiempo, los horarios. Estuve casi dos semanas durmiendo. Después fui aprendiendo poco a poco algunas palabras básicas: 'Hola, ¿cómo estás?'. Y luego noté la relación de los médicos y de la gente en general hacia mí, cómo entienden ellos que uno tiene un problema, como lo enfrentan. Totalmente diferente al tratamiento que una recibe allá en Ucrania. En general toda la atención ha sido maravillosa", dice.

Y aunque las huellas de la radiación genéticamente transmitida son visibles en su rostro y pierna, Tania dice que no siente tener afección alguna. "No me siento enferma. Sí me hicieron algunas operaciones, pero no tienen que ver con ninguna enfermedad sino con la cirugía plástica para mejorar la estética. Yo, que en este momento estoy en la Universidad estudiando periodismo, Derecho y economía, siento que las enfermedades están dentro de nuestros pensamientos. Gracias a los médicos y a los cubanos en general la percepción de la enfermedad y todo lo que tiene que ver con ella ha cambiado dentro de mi cabeza. He aprendido a alegrarme y amar la vida. Me gusta mucho bailar y cantar salsa. Tengo un novio hace tres años y uno de mis sueños es comprar una casita en Cuba", dice con tanta convicción que cualquier estallido nuclear palidece ante el resplandor de su sonrisa.

EL DATO
"Chernobyl" es una miniserie de cinco episodios que se proyecta por HBO hasta el 3 de junio. Fue escrita por Craig Mazin y está dirigida por Johan Renck.

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