“Un asunto de familia” se estrenó en varios países de Latinoamérica, salvo el Perú. Recientemente, ha sido incorporada a la plataforma Netflix, por lo que hacemos una excepción –como hicimos con “Roma”–, y la comentamos ahora por su calidad artística. Valga esto como un llamado de atención a las distribuidoras locales, que se niegan a apostar por este tipo de películas en nuestra cartelera, pese a su probada acogida de público en todo el mundo.
La celebridad de este filme del japonés Hirokazu Koreeda, más allá de que es un director ya consagrado por títulos como “De tal padre, tal hijo” (2013), también se debe a que ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes en el 2018. Sin duda, se trata del reconocimiento que de alguna manera corona la carrera de un realizador que, con su último opus, se coloca al lado de maestros como Mikio Naruse, Yasujiro Ozu o Akira Kurosawa.
En este filme tenemos la historia de un curioso grupo conformado por una pareja que vive en condiciones muy precarias. Tanto Osamu como Nobuyo tienen trabajos obreros, muy mal pagados, que no les duran mucho. Por otro lado, no pueden tener hijos, por lo que “adoptan” a Yuri, pequeña niña que ha sido olvidada en la calle por su madre natural. También conviven con una anciana y su nieta, personajes algo misteriosos.
Como sucede con Ozu, la obra de Koreeda está marcada por su interés en los vínculos filiales. Desde inicios del cine nipón, la familia fue objeto de fascinación. Un tema complejo debido a las tensiones y transformaciones a las que la familia japonesa se ha sometido, históricamente, debido a profundos procesos culturales. Esto incluye la desmedida ética del trabajo esclavizador y el consumismo, característicos desde la Segunda Guerra Mundial.
Pero no se piense que esta es una película de mensajes simplones y tradicionalistas. Es más bien un cuestionamiento y una indagación. Por ejemplo, uno de los conflictos desarrollados tiene que ver con la disyuntiva que se plantea entre familia por naturaleza o por elección: ¿hasta qué punto Osamu y Nobuyo son culpables por haber acogido a Yuri, y de ser padres más amorosos que la madre natural que abandonó a la pequeña?
En Koreeda, los vínculos humanos esenciales se hacen inciertos, a veces decididos por un mecanismo oscuro y arbitrario. En el caso de la niña Yuri, la madre biológica no ha reclamado por la ausencia de su hija a la policía; son las autoridades las que emprenden la búsqueda. Por otro lado, tanto Osamu como Nobuyo, que viven del hurto menudo junto a sus “hijos adoptados”, son ciudadanos fugitivos de espaldas a la legalidad.
Es difícil juzgar a los personajes del filme. Tanto los pobres –porque esta es una magnífica forma de conocer a esos seres marginados e invisibilizados en un país rico– como los acomodados son prisioneros de una estructura social perversa. Los que tienen más dinero, obsesionados con el trabajo, son indiferentes a la pérdida de sus hijos. Por otra parte, si bien los pobres utilizan a los pequeños para robar, les dan el cariño que nunca tuvieron.
Pero “Un asunto de familia” es mucho más. Koreeda filma con planos abiertos, distendidos, en la búsqueda de un ritmo neutro y regular. Uno que, lejos de enfatizar velocidades forzadas de visión, permite observar los detalles que hacen estas relaciones humanas paradójicas, condenadas a ser truncas. Y lejos de cualquier exacerbación sentimental y paternalismo, aquí los niños son los mejores actores del mundo, y con sus miradas comunican desesperación y sorpresa, comprensión y estupefacción, desencanto y resignación. En ese sentido, no son exageradas las comparaciones que se han hecho de este bello filme con clásicos del neorrealismo italiano, como “Ladrones de bicicletas” (1948).
AL DETALLE
Título original: “Manbiki kazoku”.
Género: drama.
País: Japón, 2018.
Director: Hirokazu Koreeda.
Reparto: Lily Franky, Sakura Ando, Kirin Kiki, Mayu Matsuoka.
Puntuación: 5/5