"Brightburn: hijo de la oscuridad". (Foto: Difusión)
"Brightburn: hijo de la oscuridad". (Foto: Difusión)
Sebastián Pimentel

El cine de hoy está repleto de superhéroes. Es un fenómeno que, de alguna manera, era inevitable desde el desarrollo de la tecnología digital. Algunos dirían que los efectos especiales digitales hicieron lo mismo que la aparición del sonido sincronizado a fines de los años veinte del siglo pasado: constituir un factor decisivo para el retroceso de la expresión audiovisual y la profundidad psicológica en el interior de eso que llamamos cine.

Pero lo cierto es que el auge del cine de superhéroes obedece a más factores, como el infantilismo generalizado, o los imaginarios apocalípticos propios de nuestra era. Sin embargo, no todo es tonto o frívolo. Eso lo demuestran las películas de Christopher Nolan, pero también algunas de Joss Whedon o de los hermanos Russo, capaces de esbozar, incluso, brillantes comentarios históricos o sociopolíticos.
Pues bien, con “Brightburn” llega a nuestras salas otra variante del cine de superhéroes. Esta vez se trata de una creación conceptual de Brian y Mark Gunn, hermano y primo, respectivamente, de James Gunn –el mismo de “Guardianes de la Galaxia”–. La propuesta es ingeniosa: imaginar una especie de historia de Superman, pero al revés; es decir, la llegada a la Tierra de un bebe de otro planeta, pero que, en lugar de bueno, es malvado.

El guion apuesta por desarrollar una especie de fábula fantástica que pone entre paréntesis, por un buen tiempo, el hecho de que sepamos que Brandon Breyer (Jackson A. Dunn) es en realidad un bebe encontrado en una cápsula espacial que, un buen día, se estrelló a las afueras de la casa del feliz matrimonio compuesto por Kyle (David Denman) y Tori Breyer (Elizabeth Banks).

En la primera parte, David Yarovesky, el director de la cinta, parece interesarse por articular con cuidado el perfil y las motivaciones de sus personajes. Banks, una actriz con dotes para el drama, pero desaprovechada por Hollywood, logra conferir a su papel de madre un sesgo tierno, comprensivo y algo sobreprotector. Lo interesante, en su caso, tiene que ver con su proceso de convencimiento respecto a la verdadera naturaleza moral de su hijo. 

De hecho, es este cuestionamiento sobre qué tipo de inclinación ética anida en lo profundo de la mente del hijo lo que hace valiosa esa especie de ‘thriller’, de sutil estudio de personajes, que transcurre durante la primera hora. De hecho, Brandon es un chico que no sabe aún cuál es su origen. Cree que es un humano como cualquier otro, y hasta es molestado por sus amigos del colegio por ser demasiado inteligente y estudioso.

Jackson A. Dunn es una revelación, con su mezcla de introversión y miradas agudas que pueden comunicar una gama muy amplia de sentimientos. De hecho, toda la problemática emocional de este muchacho –que, según el guion, tiene que ver con su comunicación telepática con la cápsula espacial escondida en un sótano del granero familiar– es una buena metáfora del traumático paso a la adolescencia que experimenta cualquier niño.

Lamentablemente, este tema –el surgimiento del mal en la infancia–, que remite a clásicos como “La mala semilla” (Melvin Leroy, 1956) o, desde una perspectiva más ligada al terror, a “La profecía” (Richard Donner, 1976), es desaprovechada en la segunda mitad. Todo se vuelve errático y se cambia el estudio psicológico por el efectismo sangriento de un supervillano decidido a vengarse. Toda la angustia de los padres, tan bien trabajada, se transforma en una guerra física, en un juego de persecuciones y trampas donde la ironía parece trivializarlo todo… incluso el aparente triunfo del mal, que no necesariamente tiene que ser un hecho muy creativo o una apuesta audaz en una película de Hollywood.

Título original: “Brightburn”.
Género: drama, fantasía, horror.
País: Estados Unidos, 2019.
Director: David Yarovesky.
Reparto: Elizabeth Banks, David Denman, Jackson A. Dunn.
Puntaje: 2.5/5

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