Christopher Reeve, fallecido el 10 de octubre en Nueva York a los 52 años por una insuficiencia cardíaca, fue durante años personaje habitual en actos benéficos y mantuvo su carrera cinematográfica pese al accidente que le dejó tetrapléjico en 1995, tras un paso por la gran pantalla marcado por la figura de Superman.
Redacción EC

Se dio a conocer en todo el mundo por su trabajo como “” (1978), pero fue la vida que llevó tras un severo accidente aquello que lo hizo trascender más allá de cualquier rol. Un camino nada sencillo y lleno de dolor.

Nacido el 25 de septiembre de 1952, se interesó en la actuación desde niño, pero por consejo de sus padres ingresó a la universidad. Sin descuidar su pasión por las artes escénicas, equilibró su interés en el teatro y sus estudios.

Christopher Reeve empezó a destacar en el teatro, tras lo cual se enteró de la disponibilidad del rol protagónico en “Superman”. Tras algo de insistencia, consigue el rol y la cinta ve la luz en 1978. Desde ese día la vida del actor no fue la misma.

LA PRUEBA MÁS DIFÍCIL

Con tres secuelas de calidad diversa, así como otras cintas donde intentó librarse de la sombra del Hombre de Acero. En 1995, luego de haber aprendido a montar a caballo para la película “Anna Karenina”; Christopher Reeve empezó a participar en exhibiciones. Pero un día el caballo empezó a mostrar una conducta complicada.

Ese día era el 27 de mayo de 1995. Reeve tuvo una severa caída del caballo que lo dejó con una severa lesión en la espina dorsal, al punto de que su cerebro y el resto de su cuerpo no estaban conectados. El pronóstico decía no solo que jamás volvería a caminar, sino que nunca volvería a mover una sola parte de su cuerpo.

Pero Christopher Reeve desafió las expectativas. Con los años pudo mover un dedo e incluso se atrevió a ser operado para no depender de un respirador. Continuó su trabajo como desde una silla de ruedas, además de escribir dos autobiografías y llegó a ser un activista para considerar a las personas con lesiones espinales.

Christopher Reeve vivió nueve años más luego de la lesión. Él falleció el 10 de octubre del 2004 por la severa infección a una herida causada por el escaso movimiento en su día a día.

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