“Hemos hecho grandes películas en el pasado, pero esta es una cuyo nivel de acción sobrepasa cualquier esfuerzo anterior”. Así es como el cineasta Christopher Nolan tienta a la audiencia para que no ignoren el estreno de “Tenet”, su más reciente filme, en la pantalla grande. Hace unos días, la compañía Warner Bros. fijó como fecha de lanzamiento en Estados Unidos el 31 de julio. En algunas ciudades como Texas, los cines han vuelto a funcionar sometidos a estrictas medidas de seguridad como la reducción del aforo al 25% de la capacidad habitual y el distanciamiento entre butacas disponibles.
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De más está decir que una fracción significativa del público todavía ve con recelo retornar a los cines. Por ello no sorprende que el elenco de “Tenet” y su director hayan sembrado la expectativa para alejar la desconfianza. Sin embargo, es difícil pasar por alto la seguridad con la que Nolan -cuya filmografía se precia de tener títulos como “Batman: el caballero de la noche” y “El origen”- afirma estar frente a su trabajo más elaborado dentro del género de acción.
No se sabrá qué tan cierto es hasta el estreno y especular a partir del tráiler oficial sería un esfuerzo en vano. Pero sin duda es una buena oportunidad para analizar la evolución de las cintas de esta categoría con el paso de los años. El paradigma actual incluye persecuciones, tiroteos y duelos de esgrima, elementos que no han variado a lo largo de la historia. De hecho, gracias al desarrollo tecnológico han alcanzado un estándar sobresaliente. No obstante, la mayor transición ha ocurrido en las escenas de pelea cuerpo a cuerpo.
TIEMPOS MODERNOS
De la época dorada de los artistas marciales, donde cada uno era el abanderado de una tradición de lucha particular, pasamos a una contemporaneidad que pondera las coreografías hechas a base de diferentes disciplinas. Es poco probable que un enfrentamiento entre dos estrellas del séptimo arte vuelva a estar rodeado de un aura mítico como el de Bruce Lee y Chuck Norris en “El regreso del dragón” (1972).
A finales del siglo XX ya comenzaba a apreciarse la combinación de técnicas en el diseño de secuencias de acción. En “Matrix” (1999), protagonizada por Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss, se distingue la presencia del judo, el kung-fu, y el taekwondo. En “Los ríos de color púrpura” (2000), cuyo reparto estuvo liderado por Jean Reno y Vincent Cassel, hay una escena de gran factura que mezcla la capoeira con el kickboxing. De igual modo sucede con “Identidad desconocida” (2002), donde el personaje de Matt Damon emplea recursos del kali y el jeet kune do.
Según explica Francisco Retamozo, cinturón negro de Jiu-Jitsu y profesor de artes marciales en la Academia Sniper, la celebración del primer Ultimate Fighting Championship (UFC) en 1993 cambió la manera en que el público entendía el combate físico. El brasileño Royce Gracie, ganador del evento, se adjudicó el torneo con llaves de sumisión y dejó en claro que golpear no era el único medio para doblegar a un oponente.
Los estudios de Hollywood no tardarían en adoptar este enfoque para sus propios fines. “En la actualidad, las artes marciales mixtas engloban una serie de conocimientos referentes al boxeo tradicional, muay thai, lucha libre, sambo, entre otras más. Quienes se dedican a esto profesionalmente son versados en distintos estilos y acumulan años de estudio. La gente se ha dado cuenta de que los métodos más efectivos no consisten en intercambiar golpes, sino en llevar al rival al suelo y aplicar el grappling -llaves, agarres y control posicional-. Eso es lo que nos estamos acostumbrando a ver en las películas”, señala Retamozo.
CAMBIO DE FÓRMULA
La mayoría de películas sobre artes marciales solían seguir dos rutas argumentales. La primera consistía en el héroe imbatible que aguarda la llegada de un rival capaz de ponerlo en aprietos. Dentro de este rubro podemos ubicar las cintas de Steven Seagal (“Alerta máxima”, “Marcado por la muerte”) y las de Bruce Lee (“Operación Dragón”, “Puño de furia”). La segunda receta más común era la de acompañar a un individuo durante su arduo proceso de entrenamiento para enfrentar a un temible oponente. Entre los ejemplos más recordados están “Karate Kid” (1984), “Kickboxer” (1989) y la saga “Bloodsport” con Jean-Claude Van Damme.
En cierta medida, ambas siguen vigentes. Dan fe de ello filmes como “Casino Royale” (2006), “Rendirse jamás” (2008) y “Misión imposible: protocolo fantasma” (2011). La diferencia principal sería el protagonismo que tienen las artes marciales dentro de la trama. Mientras que en décadas anteriores se hacía hincapié en la importancia de hallar un equilibrio entre la voluntad de luchar y la paz espiritual, hoy se limitan a cumplir una función instrumental.
En ello coincide el Sifu Marcos Sanz, maestro de la escuela Wing Chun Perú, quien rescata la perspectiva filosófica de actores como Bruce Lee. “Era alguien con frases y textos importantes en los que expresó el valor de su arte. Por el contrario, ahora ves frente a cámaras a personas que son un compendio de estilos de pelea. No enfatizan que estas habilidades se utilizan si tu vida está en riesgo”, detalla.
Una película contemporánea que recuperó este planteamiento en su guion fue “Ip Man” (2008). La propuesta, que tiene al actor Donnie Yen en el rol principal, resalta el carácter defensivo del wing chun mediante la historia de un reconocido maestro chino. Por lo general, en el continente asiático -en especial en la industria del cine de Hong Kong- se producen filmes de este corte, solo que “Ip Man” trascendió fronteras por darle vitrina a una vertiente del kung-fu visualmente novedosa, pero que se practica desde hace mucho.
Se trata de un suceso aislado donde la emotividad de la trama y la destreza del líder del elenco producen un resultado irresistible para los amantes del cine de acción. Sanz lo describe de esta manera: “Si ha calado tanto es por el interés que genera la parte histórica de la película y porque el wing chun está asociado a la sensibilidad y a la creación. Quien lo usa reacciona al estímulo del adversario y el cuerpo le da continuidad a la defensa. Son movimientos precisos donde usas ambos brazos y una pierna en simultáneo, que además lucen efectivos”.
ENTRE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN
Tal vez una de las primeras aproximaciones hacia las artes marciales sea el cine. Mientras que unos caen rendidos ante la espectacularidad de lo que ven, hay otros más escépticos sobre el alcance de estos métodos en contiendas reales. Independientemente de la postura, lo cierto es que a todos los une el deseo de ver coreografías verosímiles. Ante esta solicitud, los estudios han echado mano en varias ocasiones de modos de lucha similares a los que se manejan en contextos de riesgo. Tal es el caso del krav magá.
Se trata de un combate de contacto aplicado por las Fuerzas Armadas Israelíes de manera oficial. Henry Ishibashi, instructor de la escuela Krav Maga Perú, nos cuenta que la disciplina se inventó debido a la ausencia de un sistema veloz y eficiente que pudiera salvar vidas durante una confrontación sin reglas. “Se basa en movimientos rápidos y cortos para no generar desgaste físico. Requiere el empleo de todo el cuerpo, ya que hay principios como la transferencia de peso hacia un objetivo, lo cual aumenta la potencia”, remarca.
No son pocas las películas en las que aparece este sistema. Nos referimos a “The Equalizer”, “La deuda”, “Protegiendo al enemigo” o “Mechanic: resurrection”, por mencionar algunas. La más emblemática es, con certeza, la saga “John Wick”. De acuerdo a Ishibashi, los recursos para reaccionar contra armas de fuego y objetos punzocortantes son parte del repertorio que se estudia en el krav magá. “Visualmente usa técnicas muy llamativas porque se trabaja la defensa y el ataque a la vez. En las artes marciales tradicionales no se percibe tan fácilmente la parte defensiva”, precisa.
Si bien es cierto que se practica ante auténticos peligros, tampoco significa que lo reflejado en pantallas sea completamente fidedigno. Ishibashi distingue un par de diferencias tomando como ejemplo al personaje de Keanu Reeves. “Hace gala de un aikido más callejero que el que se enseña en academias. Lo que reproduce Hollywood son procedimientos reales con un fin comercial. Tiene bastante mérito lograr ese acabado porque se necesita de velocidad, resistencia, coordinación y potencia. Eso te lo dan años de entrenamiento y un actor que no haya entrenado antes en estas disciplinas le costaría demasiado. Pero tiene que entenderse que su objetivo es entretener y por eso el resultado es así”, concluye.
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