“El hombre invisible” (“The Invisible Man”) llegó a los cines de la mano de Leigh Whannell (guionista de “Saw” e “Insidious”), para brindarnos una relectura del clásico personaje de Universal que se siente bastante cercana, relevante y sobre todo, interesante; donde Elisabeth Moss es la estrella del show. La californiana sabe caer de manera convincente en un metafórico hoyo, y la cinta se desarrolla a su alrededor.
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Moss interpreta a Cecilia, quien idea un plan muy elaborado para escapar de su novio abusador y controlador. Con mil traumas encima, ella se entera que el tipo cometió suicidio y le dejó una fortuna. Sin embargo, con el pasar de los días, una “fuerza invisible” comienza a acosarla y ella está convencida de que Adrian (así se llama) ha burlado la muerte y quiere destruir su vida.
CLÁSICO INMORTAL
En un mundo lleno de remakes, ver de nuevo una historia del hombre invisible puede sonar hasta forzado. Pero no lo es. Whannell ha readaptado la obra de H.G. Wells y subvirtió el punto central de la trama. De pronto ya no vemos al muchacho vestido con papel higiénico y saco que quiere recuperar su “visibilidad”, sino que el cineasta nos pone en la piel de la víctima, y abre las posibilidades de lo invisible en un thriller psicológico inteligentemente dirigido.
El terror del filme apela mucho a nuestros sentidos, y en lugar de perturbarnos con sonidos chirriantes, descubre en el silencio a su mejor arma. Moss se vuelve por momentos una suerte de narrador sospechoso o poco fiable, pues la cámara al hombro emula su punto de vista y uno quiere encontrar al hombre invisible en detalles que ni siquiera existen, tanto visuales como auditivos.
Este ejercicio de tensión, mérito enorme de la performance de la actriz de “Mad Men”, funciona; pues invita a la audiencia a dudar del mismo testimonio de Moss. La película juega a no saber si en verdad hay o no un stalker, pese a que las pruebas son bastante evidentes.
Y no quiere decir que no haya jump scares, pues los hay y son efectivos; sino que esta no es una cinta de terror convencional. En cambio, se enfoca en perturbar la mente y abusar, tanto física como emocionalmente, de su protagonista, para llevarla a un estado de alerta constante. Pero “El hombre invisible” no está exenta de errores. El inevitable giro de trama, que es muy Hitchcock, se hizo algo predecible, aunque igual de efectivo.
Fuera de ello, la película está bastante bien lograda, sobre todo en un género que recién desde hace unos años suma esfuerzos para reinventarse.
#METOO
La relevancia que mencioné al inicio de la reseña tiene que ver con el movimiento feminista y el auge del #MeToo. “El hombre invisible” tiene una sublectura muy potente, que considero necesaria, en el contexto de los feminicidios y el acoso.
No sé si esto sea muy obvio, pero “El hombre invisible” puede representar a todas las historias ocultas de violencia doméstica o en pareja. El punto central del drama es que Cecilia denuncia que hay alguien destruyéndole la vida y la tratan de loca.
Sí, que es una película y el tipo es invisible y no tiene cómo probarlo. Pero la historia es la misma de siempre. A diario leemos noticias de chicas abusadas y golpeadas, y vemos juicios como los de Harvey Weinstein o Kevin Spacey. Durante mucho tiempo gente como ellos fueron intocables, y hasta hace unos años, sus víctimas eran tratadas de locas.
¿Vale la pena ver “El hombre invisible”? Sí, porque además de ser una buena película, es un ejercicio de empatía, que debería llevarnos a reflexionar sobre los gritos de ayuda de las personas que son torturadas todos los días.
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