Varios sentimientos vienen a la mente al hablar de "El elefante desaparecido", segundo largometraje de Javier Fuentes-León. Pero hay uno que destaca: el entusiasmo. Entusiasmo porque estamos ante una cinta que abre, en cada uno de sus planos, incógnitas y misterios que uno quiere ir resolviendo mientras transcurre la trama. Pero también porque se trata de un filme que reflexiona sobre temas tan extensos como la creación, sobre la forma en la que el arte puede servir de expiación de culpas, de vehículo para confesar aquello que nos daña y para sanar heridas que, quizá, el tiempo no se ha encargado de cerrar.
"El elefante desaparecido" es, junto con el "El mudo", de los hermanos Vega, la mejor película peruana del año. Aquí, cuatro motivos por los que se trata de una cinta imperdible.
1-Cine negro puro y duro
Edo Celeste (Salvador del Solar) es un escritor de novelas de misterio cuya novia desapareció hace siete años, exactamente el 15 de agosto de 2007, mismo día del terremoto que destruyó buena parte de la región Ica. Un día, mientras trata de escribir el último libro de su personaje, Felipe Aranda, es contactado por una misteriosa mujer (Angie Cepeda): su esposo Rafael Pineda, quien falleció el mismo día de la desaparición de la enamorada del escritor, ha dejado un sobre con el nombre de Edo, en el que hay unas fotos.
Ese es el comienzo de una espiral alucinante y violenta en la que se va metiendo el escritor, quien poco a poco siente que está cerca de encontrar a su amada. Otros extraños personajes van haciendo su aparición: desde un excéntrico fotógrafo (el colombiano Andrés Parra) que ha hecho una exposición basada en el trabajo de Celeste, hasta el modelo de la misma (Lucho Cáceres), quien se va convirtiendo en una figura peligrosa; pasando por una fiscal (Tatiana Astengo) convencida que Edo tuvo algo que ver con la desaparición de su enamorada.
La historia se va complicando en el correr de cada minuto, y la fuerza de ello radica en el estilo cargado, lleno de sombras y ambientes oscuros, que Fuentes-León elige para contar su historia. La riqueza de la imagen va creando un ambiente de pesadilla, en lo que lo normal se trastoca y en el que la elegancia siempre tiene un toque de perversidad. Los ecos al cine negro, ese subgénero que, más que nada, es un estilo, le dan una riqueza única a la cinta. Ese es el toque del cineasta.
2-Actores en estado de gracia
Hace mucho tiempo que Salvador del Solar no trabajaba en el cine peruano. Y lo cierto es que se le extrañaba. Porque si hay algo que siempre se le ha reconocido al actor es que su estilo sobrio de encarar personajes iba muy bien con el cine. Lo demostró en "Pantaleón y las visitadoras", en "Coraje", en "A la medianoche y media" y "En el atraco", cinta boliviana en la que trabajó junto a Diego Bertie.
Ahora, el actor compone a Edo Celeste, un personaje sobrio, que trata de llevar una situación que lo desborda con temple, intentando expresar cierta calma e imponiendo racionalidad donde es imposible que la haya. La economía de recursos del actor le da al personaje potencia, permite que nos metamos de lleno en la espiral alucinante del personaje. El 'menos es más' le siento como anillo al dedo a Del Solar.
Pero de otros actores del filme se puede decir lo mismo: por si hacía falta confirmarlo, Lucho Cáceres demuestra que está en un nivel superlativo, haciendo del villano rudo pero al mismo tiempo enigmático, mezclando cierta elegancia con un lado salvaje que se siente a flor de piel. Y Tatiana Astengo demuestra que el drama (ahora que estamos acostumbrado a verla haciendo comedia) también le sienta como anillo al dedo. Y Cepeda consigue otorgarle a su personaje ese lado misterioso combinado con el dolor de aquella que, a pesar del tiempo, aún sufre por la desaparición de su ser querido.
3-El poder de la creación
En sus últimos 45 minutos, la película da un giro que obliga a replantearnos lo que hemos visto. No 'spoilearemos', pero hay que decir que el giro busca hacer una reflexión sobre el arte, sobre cómo escribir (o crear) puede ser una manera de expiar culpas y confesar verdades que nos duelen o avergüenzan. El mismo cine de Fuentes-León, como lo demostró su ópera prima "Contracorriente", tiene ese lado testimonial urgente, lo que le da una impronta bastante genuina. En "El elefante..." también se siente esa necesidad urgente de decir algo. Pero el cineasta tiene la capacidad de decir a partir del estilo, de la imagen, de aquello que genera la potencia del cine. Eso le da a su trabajo ecos aún más poderosos, que resuenan tiempo después de cuando uno ha salido de la sala.
4-La mirada a nuestro país
Pero, así como la película piensa sobre la creación, también mira al Perú y a su pasado reciente. Las referencias al terremoto del 2007 no son gratuitas: quizá el dolor de Edo por la enamorada que desapareció es el dolor por ese pasado que queremos olvidar pero que sigue ahí, presente, metiéndonos en esos pasillos oscuros y violentos por los que circula Edo para resolver el misterio. Y hay otros elementos, como un video, que nos recuerdan el 2000 y esa verdad dolorosa que muchos no querían ver pero que el poder de la imagen la registró para no olvidarla.
Las reseñadas son tan solo algunos de los motivos por los cuales "El elefante desaparecido", cinta que se abre ante nuestros ojos y que nos ofrece diversas reflexiones, lecturas y, lo más importante, emociones. No se la pierdan.