Redacción EC

RUDY JORDÁN

Senel Paz está sorprendido con la repentina lluvia que cae en la vereda. Sus días en Lima han sido ajetreados, pues ha cumplido una intensa agenda de conferencias y entrevistas. A la vez, se las ingenió para recorrer una ciudad que solo conocía a través de sus escritores y su literatura.

Al inicio de “Fresa y chocolate” aparece la novela “Conversación en La Catedral”, de Mario Vargas Llosa. ¿Cuál es su relación con la literatura peruana?
Mi relación con ella empieza con “La ciudad y los perros”. Luego sigue con , , Arguedas y, por supuesto, en poesía con Vallejo. es un autor que he leído de punta a cabo, lo único que no he leído es lo que acaba de escribir ayer. Lo he seguido con mucha pasión. Es un maestro involuntario de los escritores cubanos de mi generación.

 ¿Fue por ello que eligió una obra de él para la película?
Tener un libro de él en La Habana era como tener un tesoro, algo prohibido. Por debajo de eso hay alguien que le tiene admiración y aprecio. Me consta que el escritor español Juan Armas Marcelo lo llevó a ver “Fresa y chocolate” y le gustó mucho [a Vargas Llosa].

 Mencionó también que le gusta la obra de Bryce...
He tenido la suerte de conocerlo y tener cierta amistad con él. En los años 80 y 90, Bryce iba mucho a Cuba. Además de gran escritor, es un hombre con gran sentido del humor, con un poder de ironía tremendo. “La vida exagerada de Martín Romaña” es quizá mi novela preferida.

¿Es cierto que lo llamaron para escribir el guion de la película “Un mundo para Julius”?
Cuando me proponen ser parte del proyecto, mi respuesta fue negativa porque pensé que no podía ser una película. El mundo de Julius no puede existir sin Bryce, si le quitas la voz y el lenguaje no queda nada. Pero Carmela Castellanos [productora del proyecto] insistió y decidí acompañar como asesor al guionista peruano Joaquín Vargas, que se sabía la novela de memoria. Al releerla descubrimos una opción de adaptación. Hicimos un planteamiento de guion, pero el plan se canceló.

 Usted ha sido alumno y asistente de Gabriel García Márquez en la EICTV. ¿Sus novelas tuvieron la misma dificultad que las de Bryce para ser llevadas al cine?
Son casos distintos. En García Márquez la dificultad no está en el tono autoral, sino en la naturaleza de la realidad que él crea. Es un tipo de novela muy cinematográfica, visual, colorida, con personajes extraordinarios, pero armada en palabras. En García Márquez hay una tensión básicamente poética más que dramática. Las películas sobre las obras de García Márquez tienen la misma historia y los mismos personajes que sus novelas, pero les falta la atmósfera y el misterio del realismo mágico que provocan en el lector un deslumbramiento permanente.

García Márquez dijo alguna vez que usted era el mejor guionista de diálogos en español...
La anécdota es un piropo, un elogio de cariño. Él impartía en la EICTV el taller Cómo Escribir un Cuento. Antes que aprender de cine, a la gente le importaba disfrutar de su compañía y tomarse una foto con él. Él mismo me había seleccionado luego de ver la primera película que escribí. Se llamaba “Una novia para David”, del director Orlando Rojas. Una mañana en clase, Gabo puso sus manos sobre mis hombros y les dijo a todos que yo escribía los mejores diálogos para cine en idioma español. Yo no me inflé porque ya me había advertido [la editora] Carmen Balcells que un elogio de no valía nada si no estaba por escrito. Era una frase de simpatía. Pronto escuché que el mismo piropo se lo hizo a Paz Alicia Garciadiego, quien adaptó para cine el guion de su obra “El coronel no tiene quien le escriba”.

¿Cómo descubrió su talento para hacer guiones?
En ese taller. En mis dos primeros libros había muy poco diálogo. En cambio, al escribir en guiones todo tenía que ser diálogo, y tomé conciencia de que tenía facilidad. Mi ventaja es que nací en el campo y escuché mucho el habla campesina cubana, que es muy rica y poética. Mis abuelas eran muy parlanchinas y a pesar de que eran analfabetas eran grandes narradoras. Mi abuela paterna era como una escritora de novela negra, no conocía el mar ni la capital de la provincia, nunca se movió del sitio donde vivíamos pero relataba con mucha intriga. Mi otra abuela era como Proust, la historia nunca terminaba pero te daba todos los detalles y se regodeaba en ellos.

Usted ejerció como periodista. ¿Cómo así dejó dicha carrera?
La literatura y el periodismo son distintos. Yo descubrí inmediatamente que era un mal periodista, pues se necesita un contacto permanente y sin reposo con la realidad. Tienes urgencia de estar alerta. El escritor, en cambio, está fantaseando. No soy muy curioso, vivo muchas veces abstraído. Me da lo mismo leer el periódico de ayer que el de hoy. Se me excita involuntariamente la escritura cuando viajo y estoy en un ómnibus.

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