Desde ciencia ficción hasta gastronomía, pasando por espías, melodramas y lucha libre, el manga lo alcanza todo. Pero sus dos grandes naves de desembarco tienen una clara división de género: el “Shōnen”, dirigido al público masculino joven, y el shōjo, su equivalente femenino. El privilegio de la acción, las aventuras y el combate, en el primer caso, y el desarrollo de las historias románticas o de amores complicados, en el segundo. Y esta verdad obvia para cualquier joven consumidor de historietas ya empieza a permear en otras cabezas, sea la de los padres, maestros o incluso el mundo de la Academia, con sorprendidos catedráticos que deben leer tesis sobre cómo Candy Candy recicló el melodrama victoriano o analizan el impacto de “El juego del calamar” en los televidentes peruanos.
¿Qué está pasando? Para la antropóloga visual y editora de Penguin Random House, Diana Félix, hablamos de una nueva generación preocupada por temas nuevos, fuera del radar hace pocos años. De hecho, las investigaciones de Félix en sus años universitarios abordaron el fenómeno de los youtubers y los influencers en la cultura popular. “Es inevitable que se impongan estos nuevos temas en los estudios académicos, desde la perspectiva antropológica, las ciencias sociales o la literatura. No se puede subestimar estas nuevas identidades urbanas y las nuevas materialidades de la cultura popular en esas investigaciones”, explica.
Por supuesto, como apunta Félix este no es un fenómeno reciente, ya en la década de los 90 los primeros mangas impresos empezaron a circular en nuestro medio. “Ya han pasado más de 30 años y el género sigue gustando, y más bien crece su público mundialmente”, afirma. Por ello, atenta a estos nuevos públicos, la editorial Penguin Random House acaba de lanzar “Distrito Manga”, que supone la edición local de las producciones de mayor éxito en el mercado japonés, traducidas para el lector latinoamericano. Este nuevo sello ya distribuye en nuestro medio títulos para lectores de doce años a más, además de reediciones de clásicos para coleccionistas.
Como advierte la editora, el manga actual sintoniza con la sensibilidad contemporánea porque todos habitamos un mismo escenario global. “Vivimos en un mundo interconectado en el que los jóvenes comparten una ansiedad común: ven un futuro marcado por la incertidumbre, con renovados temores apocalípticos, pero también con mayor apertura a los derechos de las minorías y las nuevas comunidades. Todo eso se identifica en el manga”, explica. Así, los lectores locales pueden identificarse con los romances surgidos en los colegios, universidades o institutos japoneses, pues forman parte de una generación a la que no hay que explicarle cómo se prepara el onigiri, se comen los fideos udon, o se experimenta la soledad mientras atravesamos el multitudinario cruce peatonal de Shibuya, la línea que separa el caos absoluto y la sincronización perfecta en la ciudad de Tokio.
De aparición bimensual, ya estas series circulan en librerías locales. Entre ellas destacan “Shikimori” de Keigo Maki, serie de nueve tomos de manga shōjo sobre una chica extrovertida y muy celosa, con un novio especialmente tímido. Estos caracteres opuestos activarán el mecanismo de una comedia estudiantil que ya ha sido adaptada al anime. Otro manga en boga es “Joy”, obra en dos partes del dibujante no binario Etsuko, que relata el romance entre un mangaka y su asistente, relación afectiva marcada por los largos silencios. Asimismo, “Love in focus”, de Yoko Nogiri, es un tierno manga de tres entregas sobre una joven estudiante en una academia de fotografía y sus dudas si seguir con el chico amable con el que comparte la afición o llamar la atención del muchacho rudo que no le hace caso. Otro buen título de este género es “Complex Age” serie escrita e ilustrada por Yui Sakuma sobre chicas dedicadas al cosplay que confeccionan sus disfraces y asumen sus personajes, enfrentándose unas contra otras para ganar un concurso.
Especial mención merece “Hiraeth, el final de la travesía” de Yuhki Kamatani, manga que sintoniza con el sentimiento de duelo tan ligado a nuestra experiencia pandémica. En esta historia, la mejor amiga de la protagonista ha muerto, e impulsada por el dolor, decide seguirla a la tumba y reunirse en una tierra extraña, plagada de espíritus que se oponen a su encuentro.
En el terreno del Shōnen, la apuesta se centra en “As the Gods Will”, de Muneyuki kaneshiro y Akejo Fujimura, manga que sigue la tendencia de distópicos relatos como “El juego del calamar”, y sus peligrosos retos desarrollados en ámbitos estudiantiles, donde si no se alcanza el triunfo, estallan las cabezas de los perdedores. Terrible metáfora de una sociedad en la que el error no se tolera y las personas son fácilmente desechables. También circula en librerías “Los asesinatos de la mansión decagonal”, obra de misterio donde un grupo de jóvenes enfrenta en una antigua mansión el ataque de monstruos y fantasmas.
Permítaseme una confesión personal: para escribir este artículo, he tenido que esperar a que mis hijos adolescentes terminen de leer los mangas recién llegados a la redacción. A ellos ya no tengo que explicarles que el manga ha llegado para salvar librerías, y animar las plataformas streaming, o las razones para que los grupos de K-Pop y J-Pop congreguen multitudes al otro lado del mundo, o que ya los video juegos dan argumentos a la televisión. Hoy en nuestra ciudad chicos y chicas se transforman los fines de semana en sus personajes favoritos enfundados en sus trajes de cosplay, mientras que jóvenes mangakas locales esperan la oportunidad para editar sus propias historietas. En un país cuyos vínculos con Japón suman ya 150 años, está claro que ya todos vivimos en el distrito Manga. Por si aún hay algún distraído que no se haya dado cuenta.
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