En "Los ojos de la oscuridad", una epidemia surgida en Wuhan, China, pone en alerta al mundo.
En "Los ojos de la oscuridad", una epidemia surgida en Wuhan, China, pone en alerta al mundo.

La historia es tan repetida que no debería sorprender. Y sin embargo sorprende. Varios medios de prensa alertaron estos últimos días sobre una novela de 1981 que, supuestamente, predice la epidemia del , la plaga que mantiene al mundo en vilo desde hace varias semanas. Se trata de “Los ojos de la oscuridad” (“The Eyes of Darkness”), del estadounidense Dean Koontz, autor de libros de cuestionable valor literario, pero indiscutible éxito comercial. Un auténtico superventas.

El asunto es que en la novela, Koontz habla de una epidemia nacida en la ciudad china de Wuhan (la misma donde se originó el Covid-19) y que lleva como nombre Wuhan-400. La referencia fue suficiente para que las redes sociales la viralizaran (nunca mejor empleado el verbo) y encumbraran a Koontz, de 74 años, como una especie de Nostradamus de nuestros tiempos.

Porque, ciertamente, Nostradamus es el referente principal para hablar de profecías como esta, con sus crípticas cuartetas que, a lo largo de la historia, parecen haberse anticipado a hechos trascendentales. Como cuando se dijo que desde el siglo XVI ya había advertido las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki de 1945. “Cerca de las puertas y dentro dos ciudades/ Habrá dos azotes, nunca se vio tal,/ Hambre, dentro peste, por el hierro fuera gente echada,/ Invocar socorro al gran Dios inmortal”, escribió el médico y adivino francés.

“Que las profecías existen es algo que creen a pies juntillas los cristianos protestantes y católicos, los judíos y los musulmanes –señalaba el escritor Luis Racionero en el diario “La Vanguardia”–. Cientos de millones de personas creen en la existencia de profetas. Alá tiene su profeta Mahoma. La Biblia tiene su colección de profetas, de Zacarías a Malaquías. Los griegos tenían a Casandra y las pitonisas de los oráculos, y los medievales tuvieron una tradición hermética heterodoxa de profetas y videntes que culminan con Nostradamus”.

A ese arcano grupo se suma Koontz –que hasta ahora no ha declarado nada al respecto–, pero lo cierto es que su caso no es, ni de cerca, ajustable a lo que se puede considerar una profecía. Y hay razones de sobra para demostrarlo.

Dean Koontz, autor de "Los ojos de la oscuridad".
Dean Koontz, autor de "Los ojos de la oscuridad".

NI CHINA NI BROTE

Al margen de que la ficción y la realidad coinciden en ubicarse en Wuhan, la trama de “Los ojos de la oscuridad” se distancia bastante de lo que es el coronavirus. El portal , especializado en desmentir rumores de Internet y ‘fake news’, señala que el Wuhan-400 imaginado por Koontz no es un virus, sino un arma biológica creada por el hombre. Por otra parte, la epidemia de la ficción tiene una tasa de fatalidad del 100%, mientras que los especialistas señalan que el Covid-19 apenas llega al 2% (razón suficiente para no caer en alarmismos, además).

Pero acaso lo más interesante del caso es que la historia original ni siquiera habría ocurrido en Wuhan. ¿De dónde salió la página que viene circulando en la web, entonces? De una reedición de varios años después. Resulta que cuando la novela fue publicada, en 1981, estaba ambientada en Gorki, en la Unión Soviética, y el virus se llamaba Gorki-400. Un guiño argumental que se entiende por el contexto de la Guerra Fría, en el que los rusos eran los malignos responsables de poner en peligro al resto del mundo. Bastante predecible.

Ya en los años 90, pasada la Guerra Fría y sin una Rusia estereotipada como enemiga mundial, las nuevas versiones de “Los ojos de la oscuridad” cambiaron de nombre al virus Gorki-400 por el de Wuhan-400. En todo caso, si algo se le puede reconocer a Koontz, es que supo anticipar que China sería la siguiente protagonista del juego geopolítico del nuevo siglo. Punto para él o sus editores.

Página de la edición original de 1981 de "Los ojos de la oscuridad". El virus no se llamaba Wuhan-400, sino Gorki-400, y había sido creado en Rusia.
Página de la edición original de 1981 de "Los ojos de la oscuridad". El virus no se llamaba Wuhan-400, sino Gorki-400, y había sido creado en Rusia.

NUESTROS MIEDOS

Hay otra pregunta interesante de responder: si la predicción de Koontz solo fue captada hace unos días, después de la aparición del coronavirus, ¿es realmente una predicción? Difícilmente. En todo caso, de lo que parece tratarse es de una simple coincidencia, algo muy diferente a la predicción. Y en este asunto, usar la palabra correcta es vital. Porque así como fue Wuhan el lugar elegido en la novela, también pudo ser Delhi, Helsinki o Lima, y nadie se hubiese dado cuenta.

Una de las profecías más famosas de Nostradamus decía: “El gran vociferante audaz desvergonzado,/ Será elegido gobernador de la armada:/ La intrepidez de su comportamiento,/ El puente roto, ciudad de miedo pasmada”. Un anuncio tremendista que, a lo largo de los años, ha sido asociado con Adolf Hitler, Hugo Chávez y hasta Donald Trump. En ese caso, la profecía funciona no por coincidencia, sino por generalización. La descripción usada es tan vaga y obvia que puede ajustarse a cuanto líder populista aparezca en el mundo.

Por último, y no menos importante, es preguntarse por qué esta clase de profecías o predicciones suelen estar ligadas a amenazas o situaciones cuasiapocalípticas. Citado por la revista “Scientific American”, el psicólogo de la Universidad de Minnesota Shmuel Lissek afirma que “las creencias apocalípticas hacen que las amenazas existenciales, el miedo a nuestra mortalidad, sean predecibles”. Y por ello la posibilidad de anticiparse nos sirve, en el fondo, como consuelo frente a la muerte.

Con el coronavirus supuestamente acercándose al Perú, es bueno saberlo. Pero más que nunca conviene mantener la calma y traerse abajo estos síntomas de alarmismo, que tanto daño hacen.


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