Puede ocurrir y a veces ocurre que lo que pretendía ser una disuasión se entienda o interprete al revés y se la juzgue por eso prescripción o receta, pero no disuasión ni desfavorecimiento. Más adelante ejemplificaré el punto y mientras tanto permítanseme algunas consideraciones pertinentes.
Primeramente, que una de las acepciones del verbo leer, la tercera acepción, es entender o interpretar una cosa de varia manera o determinado modo. Decimos, en consecuencia, que tenemos tal o cual lectura de la realidad social, o de la situación económica, o de los últimos acontecimientos políticos, etcétera.
Desde luego que nuestra lectura puede resultar equivocada. Entonces, al equivocarnos, cuando entendemos o interpretamos mal la cosa de que se trata, cometemos lo que yo llamo dislectura.
Hay dos prefijos dis- en nuestro idioma: uno, de origen latino, que indica negación o contrariedad (disconformidad, disculpa, discordancia), y además separación (distraer) y finalmente distinción (discernir, distinguir); el otro prefijo dis- es de origen griego y significa malo, difícil, anómalo; por ejemplo, disfagia (dificultad de tragar, de comer), dispepsia (mala digestión, digestión difícil), disnea (dificultad de respirar) y dislectura (mala lectura).
Dislectura es vocablo necesario y útil, está bien formado y es perfectamente admisible.
Dislectura es creación del que esto escribe. Pues bien: apréciese ahora un ejemplo de patente dislectura.
Hablaba un conferenciante ante un grupo de alcohólicos y se había propuesto demostrarles de una vez por todas que el alcohol es el mayor mal de los males.
Tenía sobre una mesa dos vasos: uno con agua y el otro con alcohol absoluto, vale decir, alcohol en estado puro. Echó en el primer vaso una lombriz, que se movió normalmente dentro del agua y llegó después a un costado del recipiente y por allí se fue arrastrando hacia la entrada del vaso. La lombriz salió ilesa, indemne, sana y salva.
Entonces el conferenciante la cogió con la mano y la metió en el vaso que contenía alcohol absoluto. Cayó la lombriz en el alcohol e ipso facto murió violentamente.
“¿Qué nos enseña esto?”, preguntó el conferenciante.
Uno de los asistentes se puso inmediatamente de pie y dijo muy convencido: “Lo que nos enseña es que si tomamos alcohol, entonces nunca tendremos lombrices.”
(Dyer, Your Erroneus Zones, 11.)
Creo que este ejemplo habrá de ser para los lectores eficaz recordativo de lo que es una dislectura.
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