Un biógrafo es aquel que, literalmente, dedica su vida a la vida de otro. Y es también alguien que sabe callar, hasta entregar el libro que lleva prometiendo por años. Por eso, el crítico británico Gerald Martin pide, antes de comenzar esta entrevista, evitar preguntas directas sobre la vida de Mario Vargas Llosa. Ya habrá tiempo para eso cuando, tras siete años de investigación, se cumpla su autoimpuesto ‘deadline’ en abril del próximo año. “Si mis editores no me han anulado el contrato, es posible que el libro se publique en otoño (boreal) del 2020. Prometo no sufrir un derrame antes de concluirlo. Voy a vivir hasta verlo publicado”, comenta Martin ejerciendo el típico humor inglés.
Cuando investigaba para su anterior biografía dedicada a García Márquez, “Una vida”, si Martin dio tres entrevistas a lo largo de 17 años sería mucho decir. “No buscaba protagonismo entonces, y no lo busco ahora”, aclara el crítico. Sin embargo, sabe que cuando termine el libro sobre el Nobel peruano, como le sucedió con el autor colombiano, serán muchas las preguntas sobre la vida de MVLL que le tocará responder. “Es una trampa que yo mismo me he construido”, admite.
—¿La vocación del biógrafo tiene que ver con dedicar su vida a la vida de otro? ¿Es eso un ejemplo de generosidad?
Es complicado explicarlo, y más en mi situación, porque yo no soy biógrafo. Empecé como académico porque quería ser escritor y viajero, pero no tenía el dinero necesario para arriesgarme. Modestia aparte, creo que soy una persona empática, más femenina de lo que podría parecer a simple vista. Desde el comienzo sentí esa identificación con las otras personas. Muy bien podría ser que, desde el comienzo, por oscuras razones familiares (sin duda freudianas), siempre me identifiqué con las dificultades de los demás.
—En algunos círculos, los biógrafos no son muy bien vistos...
Nietzsche los definió como despreciables parásitos que quieren ser grandes pero no pueden, y por ello se codean con los grandes. Mi caso no fue así. Yo nunca he querido ser “íntimo” de mis biografiados. No pretendo salirle al paso a Vargas Llosa cada vez que esté haciendo algo importante en su vida. Soy, sobre todo, un latinoamericanista. Me interesa la historia de América Latina, su cultura, su sociología, su antropología. No me interesa solo la literatura de García Márquez o de Vargas Llosa, sino su relación con sus familias, sus sociedades, sus países, su continente. Por otra parte, no soy ingenuo: sé que tengo un poder sobre el escritor que él no tiene sobre mí. Me preguntan: ¿No te da miedo lo que va a pensar Vargas Llosa sobre tu libro? Probablemente sea Vargas Llosa quien tenga miedo de lo que pueda decir Gerald Martin. Pero ese no es mi objetivo. Sinceramente, pienso que lo que me interesa es entender a Vargas Llosa como ser humano, niño, adolescente, hombre, y finalmente como el gran autor que es y su influencia sobre el mundo.
— ¿Ser un latinoamericanista no es una ilusión? Desde dentro del continente, pareciera no existir esa visión totalizadora.
Sí, pero eso es culpa de ustedes. Demuestra que sigue existiendo una conciencia colonial. Y no hablo en términos peyorativos: nosotros, los ingleses, somos hoy sirvientes coloniales de Estados Unidos. Pienso que no existe una literatura latinoamericana porque exista América Latina. Al contrario: se puede demostrar que América Latina existe porque hay una literatura latinoamericana por encima de sus dimensiones nacionales. Si fuera un país, América Latina sería más orgánico y coherente que muchos otros.
—¿Es real pensar la vida de un escritor como algo coherente? ¿O la coherencia es una invención del biógrafo?
Creo que fue en “Los pasos perdidos” que Carpentier señala que los únicos hombres y mujeres coherentes eran los santos o los héroes. Yo creo que los artistas también pueden serlo. Puede que sea una ilusión, pero tienen esa posibilidad. A diferencia de la mayoría, el artista suele examinar su vida. “El pez en el agua” de Vargas Llosa tiene que ver con la coherencia de una persona en relación con su contexto. Cuando leí el “Ulises” de Joyce, me fascinó su visión de un mundo inconexo, de percepciones, donde parece que nadie trata de organizar nada. Pero un escritor como Vargas Llosa trata de imponer un significado sobre lo inconexo. Tiene un estilo y una técnica para eso.
—¿Alguna vez tus biografiados te cayeron antipáticos? ¿Momentos en que no la pasaste bien al escribir?
No hubo ningún momento en que me preguntara por qué estaba escribiendo sobre ellos. Pero, efectivamente, a veces puedo leer algo de García Márquez o de MVLL y odiarlo. A veces, ambos me indignan. Sin embargo, sé que también yo soy bastante odioso. ¡Nadie es perfecto! Uno quiere a sus biografiados. Yo no podría escribir una biografía sobre Donald Trump, por ejemplo.
—En tiempos del #MeToo, Vargas Llosa se ha ubicado en una situación incómoda, recibiendo ataques del feminismo. ¿Cómo ves estas críticas tanto por sus novelas como por sus actitudes?
Se dice que García Márquez comprende a las mujeres, mientras que Vargas Llosa no tanto. Indudablemente, en Mario la visión masculina del mundo se impone. Sin embargo, Vargas Llosa es un gran crítico del machismo latinoamericano. Parte de la visión machista en sus libros puede ser propia de Vargas Llosa, pero en general, lo veo como una crítica a la visión machista de su sociedad. “Conversación en La Catedral” es una conversación entre dos hombres, en medio de una dictadura militar masculina. Es uno de sus libros más crueles y sombríos, pero donde habitan también personajes femeninos maravillosos como la sirvienta Amalia, la prostituta Queta u Hortensia, la amante de Cayo Bermúdez.
— ¿Eres consciente de la enorme expectativa que hay con tu libro sobre Vargas Llosa?
¡Todos los días! Pero no entiendo por qué. Cuando salga de aquí, olvidaré tu pregunta y volveré a ser inconsciente. Sin vanidad, creo que lo que estoy haciendo es importante. Tengo una suerte increíble al disfrutar de la escritura de este libro. Te lo voy a decir: la biografía de Mario es más difícil que la de García Márquez. Gabo escribió menos libros y sobre menos temas, además, su relación con Colombia era menos difícil que la de Mario con el Perú. Haciendo la biografía de Vargas Llosa, he tenido que hacer un millón de cosas y leer centenares de libros. ¡Leer a Karl Popper era algo que no habría hecho antes! Pero Mario lo impone. Y si no lo haces, no podrías escribir su biografía. Mario Vargas Llosa es interminable y me está haciendo trabajar mucho más de lo que pensaba.