Mariana de Althaus (Foto: El Comercio)
Mariana de Althaus (Foto: El Comercio)
José Carlos Yrigoyen

La producción literaria local del 2018 ha sido abundante en libros de interés, tanto que no ha alcanzado el año pasado para comentar muchos títulos valorables. Me pongo al día con "Todos los hijos", el volumen que acaba de publicar (Lima, 1974). Contiene "Criadero" y "Padre nuestro", dos de sus obras testimoniales más logradas y exitosas. La gestación de estos proyectos ocurrió cuando un par de inquietudes coincidieron en el trabajo de la dramaturga: la casi ausencia de dramas sobre la maternidad en el contexto peruano y la posibilidad de enfocarla con los recursos que la autoficción ofrece. Su ambición manifiesta al introducirse en este teatro documental y confesional no era "para hablar de mi país, ni de una generación ni de una herida nacional […] sino de las heridas propias". Es decir, concentrarse en abordar temas privados y aparentemente sin mayor conexión con los grandes problemas colectivos.

Al revisar "Todos los hijos" nos damos cuenta de que aquella afirmación es una media verdad (lo que no debe sorprendernos: la autoficción está repleta de ellas). Efectivamente, los actores de estas obras narran su historia personal más íntima, pero mientras impugnan o anhelan comprender a sus progenitores autoritarios o indiferentes, presenciamos cómo entre el andamiaje de estos dramas familiares se inmiscuyen episodios y escenas de un país sumergido en una incesante convulsión social y política. Avanzadas ambas obras, estas voces ya no detallan solo lo que sucedía dentro de sus casas, sino también, y profusamente, lo que acontecía fuera de esos dominios. Los azorados vástagos se hallan así recapitulando la radical transformación del Perú en los años setenta, la crisis económica y la violencia de los ochenta, el autogolpe de Fujimori y el apogeo de la autocracia de los noventa. Se transforman de este modo en la expresión natural y desencantada de una golpeada clase media que durante largo tiempo ha padecido toda esa asfixiante degradación. Ese filón comunitario se vuelve un ritual insoslayable para entender su propia circunstancia y aprendizaje como individuos.

De Althaus acierta al construir su propuesta evitando la solemnidad, grandilocuencia o sensiblería en las que es tan fácil tropezar cuando se toca la maternidad y la paternidad o los conflictos de entrecasa. Alterna y dosifica con inteligencia los momentos más sombríos y desgarradores mediante pequeños detalles recubiertos de cálido humor. Hay también un cuidado notorio de no caer en la trampa de la nostalgia (lo cual era un auténtico reto teniendo en cuenta la cantidad de material documental y vintage en los que se sostienen estos textos). Esos puntos favorables de los guiones se explican por su minuciosa elaboración y estructuración. Los monólogos se desarrollan a través de ágiles contrapuntos que casi siempre contribuyen a la adhesión emocional del lector con el discurso entablado: fotografías, videos, reiteraciones que van ensamblando los motivos principales de los distintos protagonistas son dispuestos con ingenio y eficacia, contribuyendo a una fluidez que aligera la desolación y crudeza de algunos pasajes.

"Todos los hijos" cumple con sus objetivos primordiales y hasta cierto punto innovadores: empezar a llenar el vacío en la dramaturgia peruana en cuanto a las tribulaciones e incertidumbres de la maternidad y exhibir los alcances de la propuesta testimonial de forma atractiva y eficaz. Como Mariana de Althaus apunta en el prólogo, el teatro no está hecho para dar respuestas sino para formular preguntas nuevas, pero además incómodas, porque nadie más que nosotros las podemos responder. Ella nos ofrece dicha posibilidad con este libro y solo por eso hay que leerlo.

AL DETALLE
​Título: "Todos los hijos"
Puntuación: 4/5 estrellas
Autora: Mariana de Althaus.
Editorial: Alfaguara.
Año: 2018.
Páginas: 174.
Relación con la autora: amistad.

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