Un iluminado político peruano nos sacudió hace unos años con una sentencia que parecía esconder verdades inalcanzables. "No es plagio, es copia", dijo defendiéndose de quienes lo acusaban de haber confeccionado su tesis con contenido ajeno. Y aunque el plagio suele ser considerado imperdonable, hay una serie de autores que, sin transgredir los derechos de autor, han reivindicado su potencial artístico a través de la apropiación o la reescritura creativa: de Jorge Luis Borges a Italo Calvino, de Roland Barthes a Jonathan Lethem. A todos ellos y varios más recurre la antropóloga mexicana Valeria Mata en "Plagie, copie, manipule, robe, reescriba este libro", potente ensayo con el que busca desmontar la valoración negativa de la copia y que, tal como señala su título, invita a los lectores a apropiarse de él para alterarlo, transformarlo o expandirlo.
En el Perú se ha acusado de plagio a diversos personajes. ¿Cómo diferenciar el plagio como práctica delictiva de aquel que tiene una voluntad creativa?
Los casos de plagio que traspasan lo legal o lo institucional, como los que mencionas, pertenecen a un campo al que no me meto porque se rige por otras lógicas, que no corresponden al campo artístico o literario. En lo que yo trato de indagar es en el plagio con relación al arte, y en este caso la literatura. Allí hay más posibilidad de experimentación, de burla, de juego, de transgresión. Entonces es diferente al político que copió toda su tesis porque en ese caso el plagiario no está alterando el sistema autoral, no está generando una crítica; más bien está manteniéndolo intacto al no decir de dónde sacó la información. En eso no hay nada interesante. Lo que yo propongo es una crítica, un cuestionamiento a las reglas del sistema literario, y el uso de la apropiación y la copia como una forma de decir "esto no le pertenece a nadie", porque el lenguaje y la literatura son un patrimonio común, según mi punto de vista.
También abordas el tema como una crítica al capitalismo exacerbado y la forma en que convierte el conocimiento en propiedad privada.
Sí. El tema de la propiedad es algo que siempre me ha interesado desde el punto de vista filosófico y político. Creo que naturalizamos mucho nuestras relaciones con los objetos y la propiedad. Pensamos que es muy natural que al comprar algo lo poseamos, y que al escribir o crear algo nos pertenezca. Pero en realidad lo que consideramos como propiedad es un constructo absolutamente social, que en otras culturas ni siquiera se da por hecho o se naturaliza. Yo pongo de ejemplo la música raï argelina, que no tiene ni siquiera un autor, ni nadie que se pueda adjudicar la propiedad de la obra, pues es algo que está en continuo proceso. Cuando se toca en un espacio público, la gente le añade cosas a la canción y por lo tanto se va construyendo. No hay dueño. Es algo mucho más plural y comunitario. Entonces estas herramientas como el plagio, la intertextualidad, la apropiación, que para mí son herramientas estéticas, también son un cuestionamiento a quienes nos tratan de decir que las palabras tienen dueño y que es posible meterlas en un frasco sin que los otros tengan contacto con ellas.
¿Y por dónde pasa la recuperación del conocimiento para el dominio público?
Creo que pasa por un profundo cuestionamiento a la figura del autor como autoridad, como dueño de la palabra, que propone un discurso cerrado, unívoco. Me parece que se debería pensar al autor más bien como un sujeto que abre un espacio al escribir, un espacio de posibilidad donde cabe mucho. Si pensamos incluso a los artistas o escritores como personas que hacen un regalo, que sueltan algo como una provocación o una posibilidad, creo que las prácticas artísticas no son monológicas, sino que exigen que alguien las reciba y demandan una respuesta.
¿Qué ejemplos podrías poner de esa figura de autoridad y poder que debería ser impugnada?
Por ejemplo, las editoriales comerciales que se rigen por las lógicas de mercado, y no tienen ninguna intención de generar espacios de diálogo y de apertura para compartir. Obviamente estoy generalizando, pero esos problemas de privatización los vemos al final de los libros cuando dicen que se prohíbe absolutamente la reproducción total o parcial. Yo hasta he visto que prohíben prestar el material. Eso es una cosa absurda, pues millones de personas burlamos el copyright todos los días. Hay un desfase entre eso y las prácticas que han surgido con Internet, donde hay comunicación entre los textos, los autores y los productores artísticos. Es muy fácil copiarnos entre nosotros, apropiarnos de las cosas de otros. Pero creo que la institución artística y muchas de esas editoriales piensan que el conocimiento todavía puede restringirse. Y en eso están quedando obsoletas. Ya no son tan vigentes esas relaciones de poder, de intereses y de lucro.
Un caso de apropiación inversa sería, por ejemplo, el de una marca de ropa que comercializa el diseño popular de alguna comunidad…
Sí. Cuando se busca invisibilizar a toda la colectividad que hizo posible una obra. Cuando se busca borrarla en beneficio de una figura individual. Allí es donde entra, como decimos en México, la mala onda. Porque no estás abriendo posibilidades, sino adjudicándote algo que es de muchos. Y, adjudicándotelo, impides su acceso a otras personas. Si una marca de ropa te dice "esta blusa se llama como mi marca y si la reproduces, te cobro", estás impidiendo el acceso a algo que ya estaba abierto.
¿Cómo se conectó tu formación antropológica con el tema del plagio?
Los cruces entre las prácticas artísticas y literarias siempre me interesaron. Hay allí un terreno muy fértil de investigación. Y me di cuenta de que había muchas ideas y prejuicios asociados a ciertos conceptos como la originalidad. ¿Qué es ser original? ¿Quién es un plagiario? ¿Por qué cuando nos damos cuenta de que algo es una copia pierde su valor? Todo eso entra en el terreno de la antropología, porque tiene ver con nuestras creencias y nuestras valoraciones. A partir de allí me propuse analizar el tema no solo desde el plano puramente literario, como la practica per se, sino desde lo que hay alrededor, lo que la gente piensa sobre ello. Por qué, por ejemplo, en China la gente ve la copia como algo natural y en Occidente no. Por eso menciono la anécdota de un museo en Hamburgo donde exhibieron los famosos guerreros de terracota enviados desde China. Un montón de gente llegó a la muestra, hasta que el museo se dio cuenta de que eran copias. Esto lo consideraron como una ofensa, clausuraron la exposición y hasta se ofrecieron a devolver el dinero de las entradas. Pero los chinos se sorprendieron porque para ellos lo de hacer réplicas es una práctica común: en esencia, no hay una diferencia entre el original y la copia. En Occidente es muy importante la originalidad porque pensamos que los acontecimientos nacen y mueren en momentos específicos. Hay un origen y un final que podemos rastrear, una historia mucho más lineal. En China, en cambio, la historia se concibe mucho más cíclica, la historia es un proceso de emergencia continua, de nacimiento perpetuo. Para ellos la historia no terminó cuando se hicieron los guerreros de terracota, sino que pueden continuarla, reconstruirla sin problemas.
Hablas de cómo la idea de influencia implica una subordinación. Y que más bien podría ser reemplazada por la intertextualidad.
Según varios críticos el concepto de influencia ya no sigue vigente implica un sujeto que influye y un sujeto receptor de esa influencia. Entonces estamos pensando otra vez en términos de un creador anterior a uno, y el hecho de seguir lo que dice ese creador. En cambio, la intertextualidad es un proceso mucho más horizontal, donde no podemos ubicar quién dijo algo antes y quién lo dijo después. La intertextualidad más bien nos permite pensar en los intercambios de textos de forma atemporal, sin necesidad de pensar de donde salió una idea o por qué la tengo que referenciar. Creo que implica la posibilidad de la escritura como un arte combinatoria muy interesante y más colectiva. Como decía Barthes, toda obra escrita es un enjambre de citas. El texto viene de la palabra tejido, y eso implica algo muy rico, una red. El problema es que a veces pensamos que el autor es una persona a la que le llega una inspiración divina, de forma espontánea, y que no está en contacto con otros. Pero eso es un mito muy fomentado por el romanticismo, el del autor que vive encerrado. Un mito que encubre todo un panorama de relaciones sociales, de intercambios y de colectividad.
Quería preguntarte por el plano académico: la rigurosidad de la cita, la ficha o la bibliografía ¿no puede ser un poco tiránica?
No un poco, sino muy tiránica. Totalmente de acuerdo. En nombre de la sacrosanta cita hemos dejado de decir cosas y hemos limitado nuestras posibilidades de exploración y manipulación del texto. Hay un sesgo muy prescriptivo que nos dice que si algo no es original, no vale. Casi una norma que impone esta especie de policías literarios o de la academia. ¿Por qué debe haber alguien que me diga cómo transmitir al mundo lo que me está pasando? ¿Por qué tendrían que decirme que debo hacerlo con tal o cual sistema? Eso nos ha limitado muchísimo, aunque también nos ha permitido burlar las censuras y restricciones a las libertades creativas con experimentos que a mí me fascinan y que son incontables. Los que pongo en el libro son solo algunos de esos casos de gente que se asume como plagiaria y se burla de esas tiranías.
Por último: ¿qué papel juega Internet en esto?
Internet es una plataforma en la prevalece menos la figura del propietario y se practica más una lógica de compartir. La red, la posibilidad de copiar y pegar con facilidad, y otros instrumentos tecnológicos hacen que la figura del autor pierda completo sentido. Ya no tiene mucha validez que alguien diga que algo es suyo una vez que está en Internet. Cuando aparece allí, prácticamente le pertenece a todos. Por supuesto que esa es un arma de doble filo porque sabemos que la red no es neutral, que en plataformas aparentemente democráticas hay intereses. Pero sí se están abriendo múltiples posibilidades de manipulación de la palabra, que a mí me parecen una delicia. Se pueden generar piezas textuales muy lindas a partir de lo que tomes de un blog o de Wikipedia. En Internet son muy ambiguas las distinciones entre los conceptos de lo original y lo auténtico, de la copia y el plagio, de la réplica y la falsificación.
MÁS INFORMACIÓN
Diálogo con Valeria Mata
Lugar: Crisis Galería.
Dirección: Alfonso Ugarte 260, Barranco.
Fecha: jueves 6, 7 p.m.
Ingreso libre.