Las normas de aislamiento o distanciamiento, que marcan el nuevo convivir en buena parte del mundo, han motivado que el Hay Festival se adapte a la dinámica virtual. Por eso, desde hace dos lunes ofrece una charla semanal como parte del ciclo Imagina el Mundo. Ya estuvieron el filósofo Fernando Savater y la periodista Lydia Cacho. Y este lunes será el turno del escritor español Javier Cercas (“Soldados de Salamina”, “El impostor”), con una intervención titulada “Contra los populismos”, a propósito de la pandemia del coronavirus. Sobre eso adelantó algunas ideas para El Comercio.
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¿Qué tan cierto te parece aquello de que el mundo pospandemia no va a ser el mismo? ¿Y en qué sentido podría ser (o no) diferente?
Dudo muchísimo de que, en lo esencial, el mundo pospandemia vaya a ser distinto al anterior. En la historia ha habido muchas calamidades como esta –y mucho peores–, y los seres humanos no hemos salido de ellas ni mejores ni más solidarios ni más sabios, y al cabo de dos días hemos seguido haciendo las mismas estupideces de siempre. Es lo que me temo que ocurrirá ahora en cuanto se encuentre la vacuna y la vida vuelva a eso que, a falta de una palabra mejor, llamamos ‘normalidad’. Lo cual no significa que, más allá de eso, no se produzcan algunos cambios muy concretos, o la aceleración de otros que de todos modos ya se estaban produciendo o se iban a producir.
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¿Las posturas negacionistas, como la de Bolsonaro, y en un inicio Trump, te parece que puedan tener verdadero arraigo en la población? ¿O terminarán con el pueblo enfermo volteándose contra sus líderes?
Eso espero: que los votantes les hagan pagar una irresponsabilidad que está costando muchas vidas. Ya veremos, aunque no soy muy optimista. De todos modos, es evidente que seguirán teniendo apoyos. Trump dijo aquello de que podría salir a la calle y pegarle un tiro a alguien y sus seguidores le continuarían votando, y nada indica que no tenga razón. A menudo el voto a Trump, como a Bolsonaro, no es un voto racional. Ojalá el virus terminara con el nacionalpopulismo en el mundo, pero yo no descarto que lo intensifique; o que provoque una mutación todavía peor. En todo caso, lo sensato me parece prepararse para lo peor trabajando para lo mejor.
Casi en contraparte al negacionismo, se dice que la salvaguarda de la salud podría traer un mayor control de las libertades por parte del Estado. ¿Estás de acuerdo con eso?
Ese es el dilema que tendremos que afrontar en los próximos tiempos, antes y después de que llegue la vacuna: el dilema entre seguridad y libertad. Es obviamente un falso dilema, que los aspirantes a autócratas tratan de imponernos, porque el virus provoca incertidumbre, y la incertidumbre provoca miedo, y el miedo es el caldo de cultivo ideal del autoritarismo. Hay que negarse a renunciar a las libertades democráticas a cambio de una supuesta seguridad. De lo que se trata es de conseguir la máxima libertad posible compatible con la máxima posible seguridad. Es decir, de encontrar un equilibrio entre libertad y seguridad. No es fácil, pero es indispensable.
¿Por manos de quién crees que pase el relato de la “realidad COVID”? Imagino que habrá narrativas que busquen dominarlo: los estados, la prensa, una nueva generación de intelectuales o científicos, las redes sociales…
Depende de nosotros. En esto el mundo tampoco va a cambiar, porque lo que llamas relato depende siempre de nosotros: de si les hacemos caso a los científicos o a los charlatanes, de los políticos a los que votemos, de los periodistas a los que leamos, de los intelectuales a los que escuchemos. Pero no le llamemos ‘relato’, por favor; llamémosle lo que se ha llamado siempre: verdad. Y a eso solo tengo una respuesta, que por lo demás conocemos desde el Evangelio: la respuesta dice que la verdad hace hombres y mujeres libres, lo cual significa que la mentira hace esclavos. De nosotros depende que triunfe una u otra.
¿Te da la impresión de que la pandemia de alguna manera somatiza los trastornos de un mundo que ya venía bastante enfermo? ¿O no eres tan negativo?
¿Somatizar? No lo sé. Lo que sí sé es que los científicos nos habían advertido que esto podía pasar, y que nadie les hizo caso. Lo que sí sé es que puede volver a pasar –fuimos unos ingenuos, o unos temerarios, al pensar que la ciencia nos blindaba frente a estas calamidades–, y que hay que prepararse para ello dedicando mucho más dinero a la investigación y a la prevención, y teniendo sistemas de sanidad pública mucho más robustos. Además, hay que entender que, como todos o casi todos los grandes problemas de nuestro tiempo, estos problemas son transnacionales, y que solo se pueden solucionar con instrumentos transnacionales.
Los literatos en particular, ¿asumen o deberían asumir algún papel especial en este contexto?
Como escritores, nuestro papel es siempre el mismo, en cualquier contexto: escribir lo mejor posible, de la manera más rica, más intensa, más profunda y más compleja (y también más entretenida: la mejor literatura es siempre la más entretenida). Como ciudadanos –porque los escritores también somos ciudadanos–, nuestro papel consiste en hacer lo que hacen los demás ciudadanos: arrimar el hombro, cada uno según sus capacidades y sus posibilidades, para que esto pase cuanto antes.
Se habla mucho de la capacidad creativa en el confinamiento: si es que el encierro es un estímulo o más bien un factor de bloqueo. ¿Cómo lo has sobrellevado tú?
Bien, o por lo menos mejor que la mayoría de la gente, supongo que como la mayoría de mis colegas. Al fin y al cabo, nuestra vida cotidiana es una vida de confinamiento, dedicada básicamente a leer, escribir y pensar en las musarañas. Es verdad que lo que está ocurriendo, con una mortandad terrible a nuestro alrededor –más de 25.000 muertos se cuentan ya en España– y con unas perspectivas económicas calamitosas, es muy angustioso, y que a veces no es fácil concentrarse en el trabajo. Por lo demás, no hay que olvidar una cosa que puede sonar mal, pero que es verdad (como sabes tú, que eres periodista, la verdad a menudo suena mal y es impopular: por eso triunfan tanto las mentiras). Y la verdad es que, a menudo, lo que es malo para la vida es bueno para la literatura (y a la inversa). Quiero decir que la felicidad es muda: en un mundo feliz no habría literatura –novelas no, eso seguro; poesía quizá, pero poca y muy mala–, porque, en general, la literatura se alimenta del horror y el dolor, de la discordia, de la angustia, de crisis terribles como esta, de lo malo y no de lo bueno. Los escritores en general –y los novelistas en particular– somos así: aves carroñeras, lo peor de lo peor, en el mejor de los casos somos aquellos alquimistas que convertían o intentaban convertir el hierro en oro. Nosotros, los mejores de nosotros, transformamos lo malo en bueno, el dolor y el horror en belleza y sentido. Por eso la gran literatura es indispensable.
El dato
- Como parte del ciclo Imagina el Mundo, Javier Cercas ofrecerá una charla virtual gratuita este lunes 18 de mayo, a las 10 a.m. Se puede seguir en https://www.hayfestival.com/imagina-el-mundo
- Además, el público podrá dejar preguntas en la web o en la misma charla de Facebook y el sábado 23, a las 12 m., el escritor las responderá en vivo a través del mismo portal.
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