ENRIQUE PLANAS
Siete años de trabajo. Ensayando y fracasando en su empeño por contar una historia de amor. La primera versión de su novela terminó en la basura. Solo conservó ocho páginas para recomenzar la historia de Nelson, un joven obsesionado desde niño con la dramaturgia y su propia compañía de teatro, pero que es encarcelado tras ser acusado injustamente de terrorismo. Quince años después, esta compañía se recompone y emprende una gira en provincias presentando “El presidente idiota”, la obra que había llevado a su autor a la cárcel. Y Nelson será entonces el actor elegido para participar del montaje. “De noche andamos en círculos”, la más reciente novela de Daniel Alarcón, es una novela de extraordinaria arquitectura, en la que el autor peruano-estadounidense profundiza en el teatro político, los traumas carcelarios, las pasiones y los orígenes de la criminalidad.
En el Perú estamos acostumbrados a las noticias de crímenes. Sin embargo, olvidamos que un crimen, como lo demuestra tu novela, es solo el último capítulo de una serie de decisiones equivocadas... No lo había pensado de esta forma. ¡Hasta se me había olvidado que esta era una novela sobre un crimen! Es en parte un thriller, pero quería además que fuera un retrato psicológico de un joven en un momento de crisis. Y quería acompañarlo, paso por paso, en esa crisis. Nelson, el protagonista, ha estado muchos años postergando decisiones en su paso de ser adolescente a ser adulto. Él solo espera conseguir la prometida visa a los Estados Unidos. Y en su pasividad aparece el peligro. Tengo una fascinación por el género criminal y con la delincuencia en general. Me parece un tema muy complejo que se simplifica demasiado.
“Joven en tiempo de crisis” es una frase clave. Porque el libro habla de la crisis del protagonista y también la de la sociedad peruana en los años 80. Al tratar de excavar en el pasado de Nelson y mirar hacia su futuro, descubrí cómo lo afectaba la política en esos años. Te juro que no quería escribir otra novela sobre la guerra y el terrorismo. Yo quería una divertida novela de amor y familia. ¡Pero me salió muy mal!
¿Una comedia? ¿Por dónde? ¡Es que nadie me dijo que una novela tenía que ser chistosa! [Ríe]. Hace unos meses, alguien en Twitter puso algo como: “Alarcón escribe otra novela sobre la violencia. No sabe escribir de nada más!”. Y me reí, porque siento que esta es una novela sobre el teatro, sobre lo que significa ser artista, sobre la vida bohemia en Lima, sobre un amor complicado con una mujer extraordinaria.
Tu novela recoge además tu experiencia de trabajo en cárceles peruanas... Conocer el penal de Lurigancho me dio un escenario importantísimo en la novela y en mi vida. En el 2007, me invitaron a presentar mi novela “Radio Ciudad Perdida” en Castro Castro y hablé del libro con ex militantes de Sendero y el MRTA. En esas visitas, alguien me dijo: “Si te interesan las cárceles de verdad, tienes que ir a Lurigancho. Castro Castro es provincia. Lurigancho es Lima”. Suena absurdo decirlo, pero me enamoré de Lurigancho. Es un lugar fascinante: violento, hacinado, con muchas carencias, pero lo que te sorprende es que no sea aún más violento y corrupto. ¡Era la evidencia de la negligencia total del Estado! Tengo que decir que las condiciones han mejorado muchísimo. Y ese progreso se debe en gran parte a la organización de los mismos internos. En una de mis visitas, uno de ellos me comentó: “El peor olor en la cárcel es el del sexo, cuando tú no tienes a nadie que te abrace”. En el libro hay una relación muy íntima y auténtica de un amor entre dos internos que nació de esa frase.
Emigrar a EE.UU. como proyecto de vida en los años ochenta es un tema central en el libro. ¿Crees que hemos despertado de ese sueño? El cambio es increíble. La Lima que yo conocí de niño era una ciudad de apagones y coches- bomba. Con caos, tensión y despliegue militar. Una ciudad que daba miedo. En el 2001, ibas constantemente a fiestas de despedida. Uno podría estar en un pueblo perdido de Illinois y la gente pensaba que ‘la hizo’ bien. Eso ha cambiado.