Economista de profesión, docente, con una maestría en Filosofía Política. Pedro Llosa, sin embargo, es un forjador de cuentos. En “Las visitaciones” (2015), conjunto que le valió el Premio José Watanabe Varas 2014 de la Asociación Peruano-Japonesa, el autor opera su ‘background’ teórico utilizándolo como gubia y sondear la dimensión humana a diversas profundidades. Mañana domingo 19 de julio, a las 5 p.m. en el auditorio Ciro Alegría de la Feria Internacional del Libro, el volumen será comentado por Jorge Eduardo Benavides y Alonso Ruiz Rosas.
Gran parte del corpus del libro ha sido escrito en el extranjero. Cuéntanos un poco la experiencia e introdúcenos en los temas que has desarrollado durante ese ‘exilio’.
Con la pregunta me permites hacer un vínculo entre lo experimentado en el extranjero y lo que despliego en estos cuentos. Ellos surgen, en mi caso, de algo que me mueve emocionalmente; en ese sentido, pienso que el tema te escoge. Una de las cosas que más valoro de los estudios del programa de Filosofía Política en Rotterdam fue la posibilidad de mirar el Perú desde fuera. Trabajé en una tesis sobre los vínculos del reconocimiento cultural y la redistribución económica. Y en ese proceso de revisar teorías, vinculado a la investigación, aparecen estos cuentos, una manifestación no tan racional sino sensorial de lo que vivía por dentro. Hay un contenido político fuerte, una forma de ver la política desde la subjetividad; cómo miras al otro, “cómo nos organizamos para no matarnos”. De acuerdo a cómo miras y reconoces la otredad, vas ordenándote, de otra forma, discriminas, segregas.
Y sobre las historias...
Algunas de estas son historias de amores imposibles, producto no de circunstancias sino de modos en que los personajes se ven, y es aquello lo que les impide vivir una vida normal, una relación perdurable. Otras de las historias son más bien políticas. Si bien mis intereses van por el lado del reconocimiento y la redistribución, también considero que el Perú, fue mi principal enfoque. Por ejemplo, en el cuento “La piel de Jamal” narro sobre un afroamericano que se enamora de una chica, una relación compleja y hasta cierto punto de aprendizaje, porque la chica es una niña; sin embargo, hay una situación límite. El tercer cuento, “Última llamada”, es el más antiguo del conjunto, he cambiado muchas cosas en él durante el tiempo. Lo central de esa historia es el hombre que reniega de una vida que él mismo construyó: una relación venida a menos, su continuación y la búsqueda de otra vida, ya que el personaje quiere ocultar parte de lo que es.
En tus cuentos hay una profundidad, un intento de sondear la dimensión humana.
Termina siendo una coincidencia que cuatro de los seis cuentos relatan relaciones imposibles. Siempre me ha gustado la literatura hacia dentro, un discurso que relate el interior de las personas. Mi libro anterior, “Protocolo Rorschach”, tiene la actitud que describo. Hay algo que unifica las historias, la relación del padre, el vínculo con la mujer, cada imagen de Rorschach que encarna un significado. Me interesó mucho demostrar que lo íntimo, muchas veces, está desligado del mundo exterior y del ser político. En el caso de mi cuento “Exiliados”, hay dos personas que tienen visiones del mundo diferentes. Él exige que ella piense como él, y ella tiene un problema que la sobrecoge, una enfermedad extraña que la convierte en una mujer incompleta, y en ese sentido, lo político no es tan solo un detalle. El personaje masculino aparece inofensivo pero es, en el fondo, cruel y letal. En esa trama entre estas dos personas –un hombre que persigue a una chica, con todo lo que significa estar solo en alguna parte del mundo, y la otra que termina cediendo– hay un caudal que subyace: el de las creencias, el cómo te asumes a ti mismo, y el cómo ves al otro. Dos peruanos, ella que se autoexilia y quiere cambiar de vida, encontrarse con alguien que entienda su situación de no ser completamente una mujer; él reprochando y en búsqueda de saciar su propio ego.
Y la idea de las visitaciones, de las personas de paso, de los extraños...
La idea de las visitas en el libro, el ingreso y salida, un golpe seco que tiene que ver con las personas que están, ingresan y se van de tu vida. Por ello las visitaciones representan ese tiempo veloz que usualmente no nos permite asir la esencia del tiempo ni de las relaciones.
El primer cuento es sobre tu padre y mencionas a Héctor Abad Faciolince.
Es sobre cómo una experiencia literaria estalla en una necesidad. El cuento narra la idea del personaje de tratar de conocer al autor del libro, “El olvido que seremos”, poder conversar con él sobre el escritor y el sentido de la obra. En el camino, en lo personal, en el momento en que me senté a relatar la historia de alguien que busca a otra persona, escribí la historia ficcionada de mi padre, que es a la vez un homenaje póstumo. Comenzó como un ejercicio paralelo. En el caso de Abad, lo maravilloso no eran las grandes hazañas de su padre, sino las frases, los gestos del padre hacia su hijo. Lo importante es la forma del mensaje. Mi padre tuvo una vida intensa y descubro una serie de características que encontré en mí. Ese cuento, en ese sentido, es muy simbólico.
Optaste por el cuento como forma expresiva.
Soy un enamorado del cuento. El trabajo con el lenguaje es distinto y me siento cómodo. Pienso en historias y situaciones siempre.
Tu apreciación sobre el estado actual del cuento.
El cuento está vivo. Y el que aparezcan dos antologías del género a ser presentadas en esta feria, lo confirma.