Pierre Castro y la insoportable levedad del meme
Pierre Castro y la insoportable levedad del meme
Juan Carlos Fangacio

La historia va así: Pierre Castro, profesor de ISIL, dejó como tarea para sus alumnos del curso de Géneros Literarios leer la novela “La ciudad y los perros” de Mario Vargas Llosa, . Para los no enterados: un meme es una idea o concepto, usualmente en formato multimedia, que se replica viralmente en Internet, a menudo con humor. Chistes en imágenes, digamos. Y el ejercicio en el curso de Castro sacudió las redes sociales: cientos respaldando la frescura e irreverencia de su método de enseñanza, y otros tantos vapuleando lo que consideraban una banalización de la educación. La guerra se había desatado y, como siempre, en el mundo web nadie quiere quedarse sin opinar.

Atrás quedaron los tiempos de apocalípticos contra integrados, de andinos versus criollos. Aquí el debate literario se volvió bastante ligero y las bromas se multiplicaron. Aparecieron memes de memes de otros memes, en una especie de interminable caja china –otra vez Vargas Llosa marcando la pauta–, pero fueron pocos los que discutieron el tema de fondo. ¿Es un meme un instrumento válido para enseñar? ¿Se reduce el estudio de literatura por apelar a la sorna? Está bien la risa, pero el tema merecía un análisis serio. Así qué chiste, dijeron algunos.

El principal argumento de Castro es que, en una época en la que los jóvenes leen poco o nada, el uso de herramientas tan cercanas a las nuevas generaciones como son los memes les permitiría acercarse a la pasión por la lectura. La risa como un anzuelo. “Al principio me incomodó que me criticaran sin saber lo que había detrás. Porque los memes fueron solo una tarea, no todo mi curso”, explica Castro.

Sus detractores pusieron en duda la efectividad de este instrumento inusual. En su blog, el escritor Iván Thays señaló: “La expectativa mínima que debe tener un profesor de literatura es que sus alumnos aprendan a leer y discutir los libros de clase. No simplemente que pasen un buen rato. No dudo de que Pierre es un profesor que sabe llegar a sus alumnos y motivarlos, y quizá logra que algunos de sus alumnos vean los libros como algo menos solemne y aburrido, pero finalmente: ¿les enseña a leer?”.

De hecho, muchos de los alumnos elaboraron sus memes sin haber leído una sola línea de Vargas Llosa, apenas inspirándose en la película sobre la novela. ¿Realmente una imagen vale más que mil palabras?

LA TRA(D)ICIÓN DE LAS IMÁGENES
Hay una pintura que parece precursora del meme: una pipa flotando y una sencilla descripción debajo que dice “Esto no es una pipa”. El autor es René Magritte y la obra se llama “La traición de las imágenes”. Título elocuente que cuestiona de raíz el concepto de representación. En la historia de la cultura siempre han sido bienvenidos los iconoclastas que han sacudido la ‘intelligentsia’. Cierto es que los memes de hoy en día se parecen menos a la obra de Magritte y más a las didácticas gráficas que el profesor Jirafales padecía en el salón: la máquina de escribir de una sola tecla o el sándwich de huevo son las verdaderas pioneras del humor 2.0.

En el campo de la pedagogía, Internet ha ejercido un cambio radical en las formas y la velocidad para comunicarse, en la misma conciencia. “Las condiciones de intercambio, de almacenamiento de memoria, de transmisión inmediata y representación gráfica han reorganizado ya numerosos aspectos de la ‘wissenschaft’ (ciencia y humanidades)”, escribió George Steiner en “Lecciones de los maestros”.

Pero Steiner también pone bemoles sobre la forma en que la relación profesor-alumno está mutando. “Somos adictos a la nivelación por abajo. Nuestros ídolos tienen que exhibir cabeza de barro. Cuando se eleva el incienso lo hace ante atletas, estrellas del pop, los locos del dinero o los reyes del crimen. […] Una sociedad que no honra a sus maestros es una sociedad fallida”, remata.

LA ‘MALA’ EDUCACIÓN
Cierto es que la educación (y los parámetros para evaluarla) han cambiado. En medio del debate memístico, uno de los aportes más interesantes provino de Alan Rojas, educador de la PUCP y miembro de Selfcoachinglab.com. A partir de la taxonomía propuesta por Benjamin Bloom en los años 70 –y actualizada en los últimos años–, Rojas hace hincapié en la importancia de conocer los objetivos de aprendizaje de una lección para calificarla como buena o mala.

Es decir, un meme no podría ser descartado a priori como instrumento educativo. Al igual que un ensayo o una dinámica, el meme sería válido si, en este caso específico, cumpliera con el objetivo de lograr que los alumnos comprendan “La ciudad y los perros”. Comparar al Esclavo con Bad Luck Brian solo sería un éxito si realmente se llegaran a entender las resonancias sociales que representan ambos emisarios de la fatalidad.

“Para escoger una actividad que evaluaré, la escojo según el objetivo de aprendizaje que tracé. Y si resolver una actividad no permite al alumno evidenciar los indicadores que busco, pues la actividad pierde sentido –señala Rojas–. En el caso de Pierre Castro y los memes, desconozco los objetivos de aprendizaje que se trazó”.

Estudiar literatura con memes, analizar películas con ‘gifs’ o evaluar tesis mediante ‘likes’ parece –y en efecto puede serlo– un escenario apocalíptico. ¿Cumplió su cometido la tarea de Pierre Castro? Quizá solo él lo sepa. “He vuelto a dejar otros memes como tarea, esta vez sobre cuentos de Ribeyro, y he visto que tienen mucho más calidad. Quizás al ver las críticas los chicos se han esforzado más”, confiesa. Y aquí ingresa también el papel de los alumnos, que tienen el derecho de evaluar la enseñanza que reciben y exigir la que merecen. “Cultura de consumidor de servicios educativos”, como dice Alan Rojas.

Pero hay quienes, desde hace años, se indignan a diario por la crisis de la educación. Luego se ríen con un meme y se les pasa.

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