José Silva

Con una pluma privilegiada, (Cochabamba, 1981) dejó hace mucho de ser una promesa de la literatura latinoamericana para convertirse en una feliz realidad. En esta ocasión, aprovechamos su regreso al Perú para hablar sobre “Los afectos”, su más reciente novela publicada bajo el sello Literatura Random House.

La historia gira en torno a una familia alemana que, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, se traslada a Bolivia. Cada personaje de ese núcleo es retratado con sutileza y poder por este autor de 30 años de edad.

La novela ha cosechado elogios con justa razón y puede leerse sin problemas en dos o tres noches. El escritor cochabambino conversó con “El Comercio” sobre libro, pero también sobre sus técnicas de escritura y sobre el cine, su otra pasión.

-Leí en algunas entrevistas que “Los afectos” surgió de una historia que te contaron. La verdad es que uno escucha muchas historias, pero no necesariamente se sienta a escribir todas. ¿Qué te atrapó de esta historia en particular?
Cuando la gente sabe que eres escritor te cuenta cosas todo el tiempo, pero por lo general nunca sirven. En este caso la historia me pareció fascinante y supe de inmediato que escribiría sobre ella. La sentí muy cercana, muy palpable, quizá por el hecho de que yo también vengo de una familia de migrantes. A mediados de los cincuenta, luego de la Segunda Guerra Mundial, los Ertl se mudaron a Bolivia en busca de una nueva vida. No conocían el idioma ni los códigos culturales y, sin embargo, ahí estaban haciendo el intento de reinventarse. Creo que eso fue lo que más me conmovió, además de la batalla vital que sucedió más adelante entre ellos, una batalla decisiva donde colisionaron lo afectivo y lo ideológico.

-Me llamó mucho la atención, principalmente, la sensibilidad con la que describes las reflexiones de las mujeres. Siendo, obviamente, un escritor varón,  ¿es algo propio de esta novela o es algo común en tus obras previas?
La protagonista de mi primera novela es mujer y muchos de mis cuentos también tienen como personajes a mujeres. Para mí el ejercicio literario consiste tanto en ahondar en uno mismo como en ponerse en lugar de los otros, en contrarrestar esas miradas, en ahondar en sus diferencias. En ese sentido me interesa desplazarme por el sendero del género. No es algo consciente, no es parte de un programa, pero sin duda me resulta desafiante y provechoso.

-Naciste en Cochabamba, pasaste por Chile, España, Canadá y ahora vives en Estados Unidos. ¿Te defines como boliviano o como un ciudadano cosmopolita?
Me siento de muchos lugares al mismo tiempo, y creo que sentirse así es cada vez más común. Tengo gente querida en distintas ciudades del mundo, tengo afectos y recuerdos repartidos, y así me gusta pensarlos: más con relación a ciudades que a países. El sentimiento nacionalista nunca caló demasiado hondo en mí. Los países son abstracciones a menudo desconcertantes. Son construcciones geopolíticas, ideológicas, y dentro de ellas hay fisuras a veces irreconciliables. Las ciudades, en cambio, existen de forma más inmediata y más contundente. Quizá por eso a mí me resulta más fácil pensarme en términos locales. Y en esos términos, después de haber vivido en varias ciudades, siento que soy un poco de todas ellas.

-¿”Los afectos” puede verse también como una novela sobre el exilio?
Sí, seguro, y sobre las dificultades que implica. En la época en la que está ambientada la novela, irse era irse en serio. Ahora podemos volver todo el tiempo, hablamos con nuestras familias cada tres días, con los amigos nos mandamos mensajes por Whatsapp o los vemos por Skype. Para los Ertl sí fue una decisión radical, una ruptura que debieron asumir desde el principio, y ocasionó fuertes incertidumbres y dudas. Creo que el ‘¿De dónde soy?’ es una pregunta recurrente en mis personajes, los de esta novela y los de otros libros. ¿Qué hace que alguien sea o no de un lugar? ¿Cómo funciona el sentido de pertenencia? ¿De qué está hecho? Son preguntas que están vivas para ellos, y para mí también.

-En los talleres literarios uno siempre aprende que no debe cruzar la frontera de la verosimilitud, porque si lo haces perdiste. ¿Qué cuidados tuviste tú con ‘Los afectos’?
En “Los afectos” sucedió una experiencia nueva para mí porque por primera vez trabajé con una historia preexistente. La historia de ellos, que en más de un modo es inverosímil, ya había sucedido. A partir de los hechos lo único que hice yo fue ofrecer una recreación tentativa, una versión de sus vidas, de su exceso y de su misterio. Por lo demás, mientras la escribía no me preguntaba si la gente creería o no en su historia, en sus decisiones imposibles. Creo que daba por hecho de que sí lo harían, por más desquiciado que sea lo que finalmente les va sucediendo.

-Un detalle que me llamó mucho la atención fue cómo los personajes van desnudando sus debilidades y carencias. ¿Es más fácil escribir sobre esto que sobre éxitos y alegrías?
No estoy seguro. Lo que sí sé es que me gusta situarme muy cerca de los personajes cuando escribo. Me interesa enfocarme en su viaje interior, en su experiencia emocional, intentar entender por qué sienten lo que sienten, por qué hacen lo que hacen. Y cuando uno está muy cerca, por supuesto, se hacen más visibles las debilidades y carencias, las fisuras.

Rodrigo Hasbún en la Feria Ricardo Palma.

-¿Cuál es la Bolivia que está presente en “Los afectos”?
La que aparece en la novela era una Bolivia radicalizada, dividida ideológicamente entre las dictaduras militares despiadadas y los compromisos férreos de la guerrilla marxista. En otros términos, es una discusión que sigue en marcha ahora mismo. Para mí la Bolivia que aparece en el libro persiste hoy en más de un modo. El trasfondo social de la novela, el abismo de clases, el racismo, siguen ahí.

-Hay también varios recorridos y viajes. Mencionas a Perú. ¿Esos detalles sobre otros lugares, fueron parte de tu investigación previa a escribir la novela?
Bueno, salió de la investigación previa a la escritura de la novela. En esos años había un sentimiento latinoamericanista muy fuerte y la gente de izquierda estaba conectada y entablaba ciertas redes invisibles o secretas. Monika, que estaba muy involucrada con el movimiento, en cierto momento de su vida viaja mucho, al menos en la versión que propongo de ella en la novela.

-Dentro de las varias frases que me dejó tu novela está: “Parecíamos soldados en busca de una guerra. Entes interplanetarios”. Para quienes aún no conocen tus demás obras, ¿cómo trabajas estos detalles?
Los escritores nos vamos buscando a solas. Detrás de un libro publicado hay tres o cuatro que permanecieron inéditos, y es en ellos donde sucedió el verdadero aprendizaje. Vamos probando, escribiendo cuentos o novelas que no sirven, descubriendo qué funciona y qué no. Eventualmente, si las cosas salen bien, llegamos a un lugar que más o menos nos resulta cómodo. A mí me gusta pensar que todavía sigo buscando.

-Hablemos de tus referentes. ¿Te marcó el Boom Literario Latinoamericano?
Leí al ‘Boom’ con distintos grados de admiración y cariño pero los escritores que estaban en las orillas me interpelaron más de cerca. Por ejemplo, Juan Carlos Onetti o Juan Rulfo, que antecedieron al estallido, para mí fueron héroes de toda la vida y son escritores a los que releo y quiero mucho. O hablando de peruanos, Julio Ramón Ribeyro me parece un cuentista entrañable y un diarista ejemplar. Sin embargo, más allá de esa distancia relativa, aprecio las proezas del ‘Boom’. “Conversación en la Catedral” o “La guerra del fin del mundo” son novelas magistrales, hay cuentos de Julio Cortázar que me gustan mucho, algunas novelas de Donoso pegan duro, “Crónica de una muerte anunciada” es de una relojería impresionante. Pero creo que no te mencionaría a ninguno de ellos como un escritor fundamental en mi formación.

-“Juntacadáveres” es increíble…
Es una escritura en verdad extraordinaria, como las hay pocas. A Onetti es necesario leerlo con un bolígrafo en mano, subrayándolo entero. Y de rodillas.

-Has escrito novelas, cuentos y guiones de cine. ¿Piensas que se sigue minimizando al cuento por sobre la novela?
Sí, hay una jerarquía genérica muy condicionada por las leyes del mercado y ahí, por supuesto, se privilegia a la novela por encima del cuento, a pesar de que la tradición cuentística latinoamericana es maravillosa y a pesar de que es un género muy vivo. Otro género por el que tengo una debilidad absurda es el diario personal. Siento que hay una tradición potente en Latinoamérica, que no ha sido atendida en términos críticos y que en términos de mercado pasa desapercibida porque es un género menos accesible que el de la novela.

-¿Ves mucho cine?
Sí, todo el tiempo. 

-Las estructuras cinematográficas: escena, transiciones, etc, ¿de alguna manera influye en tu escritura?
Me importa el montaje de los materiales y, en ese sentido, mi escritura sí le debe mucho al cine. Me interesan los cortes, los cambios de perspectiva, las nociones de cercanía o distancia, el manejo del tiempo y del espacio. Creo que todas esas son características imprescindibles en el cine y pienso que los escritores podemos aprender mucho de él.

-¿”Los afectos” terminará pronto en el cine?
Hace poco compraron los derechos. Están escribiendo el guión y todo dependerá luego de si consiguen el financiamiento. En el cine el factor económico es crucial. Felizmente a los escritores hacer que uno de nuestros personajes incendie una selva no nos cuesta nada.

-¿Tienes claro que apenas pasa al cine ya no es tu historia no?
(Risas) Sí, claro. La verdad es que estoy muy curtido en eso, en decir ‘hice lo que pude, este es mi trabajo y ahora tú haz lo que quieras con él’. Por lo general, las adaptaciones más leales son las que peor funcionan. Soy de los que creen que el primer deber de los cineastas que adaptan es traicionar el texto original, darlo vueltas una y otra vez, hacerlo suyo.

BONUS TRACK
Rodrigo Hasbún también presentó en Lima una nueva edición de su libro de cuentos “Los días más felices” (Editorial Santuario). Más información al respecto en el video que acompaña esta nota.

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