Me regala el libro de Renato Cisneros sabiendo que tengo uno de Murakami desde hace seis meses sobre el velador. Aun así agradezco el detalle, porque servirá como lectura paralela. Una práctica que le saca la vuelta al tiempo, y que de hecho también entretiene a Rodrigo Rosales, gerente de Planeta Perú, que nos cuenta que está releyendo “El pez en el agua”, de Vargas Llosa, en simultáneo a “El octavo ensayo” de Aldo Mariátegui, y “Vamos a comprar un político”, de Rolando Arellano.
De su profesión de abogado solo le queda el cartón. Y aunque trabajó en Editorial Legis (de información jurídica), el de la publicación de libros ha sido el camino que ha recorrido toda su vida: 25 años en Salvat, seis más en Grupo Planeta (sede Colombia) y ahora cumple 10 en Planeta Perú, la sede que él mismo vino a crear. Sobre hábitos y otros aspectos de su quehacer editorial hablamos con él.
Sabemos que los peruanos leemos poco. ¿Pero cómo estamos a nivel comparativo en la región y respecto a su país, Colombia?
Todos estos países tienen niveles de lectura menores. Colombia debe estar leyendo 1,8 libros anuales por habitante, mientras que Perú está en 1. Pero ha habido un incremento de la lectura aquí.
¿Cuando llegó se leía menos?
Yo sí creo. Pero en esa época como que estaba en recesión el tema de distribución de libros, y eso tiene mucho que ver con la lectura: si no encuentras dónde comprarte un libro, no te rompes la cabeza por ir a ver dónde lo encuentras.
¿Cuántas librerías debería tener el Perú?
Dios santo, qué pregunta. Una librería exige mucho, por los arriendos que son costosos y también mucho personal. No sabría cuál sería la cantidad, pero sí que más sectores deberían estar cubiertos. ¿Dónde están las librerías en Lima? Miraflores, San Isidro, algo en Surco, y centros comerciales.
Que es esa la mejor manera de democratizar.
Exactamente. Harían falta muchos puntos de venta que nos permitan cubrir el mercado adecuadamente. De todas maneras dos empresas (Crisol y SBS, que trabajan en provincia) han permitido crecer un poco. En Arequipa, con una población de casi 2 millones de habitantes, hay 4 o 5 librerías, el resto son papelerías con libros de texto básicamente.
Además de una buena distribución, ¿qué otros factores incrementan la lectura?
El nivel cultural definitivamente. El trabajo que se haga desde niños es fundamental. Antes no había obligatoriedad de leer en los colegios y desde hace unos años hay un Plan Lector obligatorio e implica que un niño debe leer un libro mensual. Pasar de cero a uno mensual es exagerado, y eso en la práctica no se da fácilmente. Pero ahí hay un inicio importante y un buen desarrollo. Otra cosa fundamental es el tema en casa. Si un niño no ve a sus padres leer un libro en casa, difícilmente habrá un futuro lector, aunque esta no es una fórmula matemática. Por eso los cuentos infantiles siguen tan vigentes.
Y ustedes enfrentan esta suerte de rebeldía lectora. Se enfocan mucho en la lectura para adolescentes vía las series de Blue Jeans, títulos como “After” y tantos otros.
Sí, ahorita mismo la literatura juvenil está en boga. ¡Y los muchachos leen! “After” son publicaciones de 500 páginas, y si leen los cuatro libros son más de dos mil. Si leen esa cantidad, hay ahí la formación de un lector. Después vendrá la calificación de ese lector en la calidad de lectura que pueda hacer.
Pero, ¿y la calidad de esa lectura? ¿El fin justifica los medios para crear lectores?
No tanto así. Pero es una forma de irse vinculando con el hábito. A mi juicio, la persona después va seleccionando, va aprendiendo a leer y, dentro de sus propias lecturas, a calificar.
¿Es también una forma de mantener a los jóvenes lectores con el papel en la mano y que no escapen hacia los e-books, por su gran familiaridad con la tecnología?
No. El tema del papel sigue siendo muy importante. Las ventas en digital están muy reducidas, pero seguramente este será un paso que las nuevas generaciones darán. No es necesariamente una estrategia, pero se va creando también un vínculo de la lectura-papel.
La figura del lector fuerte, aquella minoría que lee mucho, ¿cómo está en el Perú?
Sí existe y seguramente en número muy reducido, sobre todo en Lima. Hay varias facultades de letras aquí, y eso estimula mucho la lectura. Y ahorita hay un ‘boom’ de gente joven dedicada a escribir. Y para escribir, el alimento fundamental es la lectura. La semana pasada, en el Hay Festival de Arequipa, había grandes autores de España y América haciendo ponencias en 4 o 5 salas abiertas en simultáneo, y todas estaban bien.
¿Los festivales le permiten ver la preferencia de los consumidores?
No necesariamente. Somos una editorial muy amplia. Manejamos absolutamente todos los temas. Claro, uno trae 500 libros de Carl Sagan y se demoran unos días en vender, en cambio hay libros masivos, como crecimiento personal y autoayuda.
¿Todavía son importantes?
Sí. La gente necesita paradigmas para reflexionar. A mí me parece una lectura importante, no es calificada pero es importante.
Y las editoriales viven de esa cantidad para mantener la calidad. ¿Cómo manejan esta relación?
No es fácil, porque de pronto uno tiene un libro y le va muy bien. Luego lanza otro que se piensa que va a tener buena acogida, pero no se mueve. Estos libros masivos indiscutiblemente contribuyen a darle fuerza financiera a la empresa, pero hay empresas editoriales que también viven de literatura exquisita y temas especializados.
¿Es buen negocio la empresa editorial?
Sí, pero es un negocio con algunas complejidades.
¿Escribir da para vivir?
Ese es un tema bien complejo. Se necesita tiempo y una obra muy sólida. Sobre todo en este país, a todos los escritores les toca un poco difícil, por los mismos volúmenes de venta que hay. Y un autor no genera un libro cada tres meses. En general, aquí a todos les toca hacer otra actividad: son profesores, columnistas en diarios y revistas, tienen programas especializados, es su modus vivendi.
¿Usted hubiese sido escritor?
No, porque me dediqué más a la gestión. Alguna vez fui editor en el área jurídica y tuve a mi cargo una revista, pero es un tema muy distinto porque había que trasladar la norma y hacer algún comentario. Pero es el ideal de uno, siguiendo la frase famosa: tener un hijo, sembrar un árbol y escribir un libro.
Entonces sí le falta.
Sí, en algún momento.
Entonces la autoayuda se vende más en América… ¿Y los relatos cortos, los cuentos, para ese lector que hoy no tiene tiempo?
Sí, uno pensaría que el cuento debería ser de gran lectoría, pero no. Casi no los publicamos, pero ahora hemos editado a José Carlos Yrigoyen, Rafo León, Diego Trelles, Dante Trujillo, mucho por el enfoque del editor. Sí funciona, pero no son los grandes libros que tienen movimiento.
¿Usted ha sido profesor?
Dicté una maestría en la UPC, pero más de gestión empresarial, números. Me invitaron a dictar unas clases a literatos, a quienes trasladé cosas prácticas, desde el punto de vista económico, qué hay que cuidar en la edición de un libro. Porque a veces el editor no tiene formación empresarial y cree que las cosas son así nomás, y no. Yo les lanzo la pregunta: ¿qué hacen con los libros que no vende? Muchos los guardan, pensando que ahí tienen un gran patrimonio, pero hay que hacer algo con ellos.
¿Un libro nunca se guarda?
Uno tiene el almacenaje normalmente contratado por metro cúbico que utilice, entonces en la medida en que un libro se guarda ahí se está encareciendo, ¿y después para venderlo? Claro, hay quienes quieren volver a tener un libro, entonces de cuando en cuando hay que estar haciendo reediciones, inclusive en libros de los que uno hizo 1.000 ejemplares y de pronto vendieron 700 y los otros 300 se venden 50 al año… Se espera una nueva demanda para volver a reimprimir un libro. O un relanzamiento de escritor, o que saque una nueva obra. Nos pasa con algunos escritores en el Perú.
¿Cuál es el mayor obstáculo que encontró cuando abrió Planeta Perú y que aún no puede superar?
Falta bastante mejorar la red de distribución. Es muy pequeña en Perú. Hoy en día ha crecido, antes eran contadas con los dedos de las manos… hoy se cuentan con los dedos de las manos, pero pasando dos veces por ellos. Y otra cosa es que todo está muy concentrado en Lima, es demasiado. El tema de la distribución de libros en provincia es muy complejo, a duras penas trabajan muy bien en las 4 ó 5 ciudades principales del Perú. Yo no creía –sobre todo al comienzo- que no pudiera haber librerías, y fui a la selva, consulté por libros y estaban en una tiendita que es papelería, y tienen 3 libros piratas de Coelho que venden a 5 soles, en mal papel, mal hechos y que van de aquí de Lima, que es una industria que nos molesta mucho. Ese es otro de los obstáculos.
¿Cómo solucionaría el problema de la piratería?
Ese tiene que ser un tema coordinado con el Estado y la industria. No se puede hacer individualmente. Hay que preparar una legislación, preparar al mismo Poder Judicial, para saber que la piratería es un delito. Y desde luego el gremio atacar el tema. En eso el Estado no ataca el problema. Desafortunadamente el gremio se ha acostumbrado a convivir con ese mal, se dice pero no se actúa mucho.
¿Qué planes tiene para el próximo año?
Ya tenemos claro qué vamos a publicar, de carácter local e internacional. Estamos intensificando el que todos nuestros libros salgan simultáneamente en papel y medio digital, que es muy importante porque internacionaliza. Que no es fácil internacionalizar el libro en papel, porque de pronto en un país le interesa a un sector muy reducido, y no se puede mandar el libro porque el envío es costosísimo.
¿Entonces el 2016 será el año digital de Planeta?
No necesariamente. Ya está funcionando, pero llegará el momento en que se impulse definitivamente. El problema es muy delicado, pasa con la música y los controles de la piratería digital, que hasta el momento es casi incontrolable. Pero llegará el momento.