Colin Blakely  y Robert Stephens como Dr. John H. Watson y Sherlock Holmes respectivamente en la película "La vida privada de Sherlock Holmes" (1970), una de las miradas más cándidas al legendario detective creado por Arthur Conan Doyle. (Foto: United Artists)
Colin Blakely y Robert Stephens como Dr. John H. Watson y Sherlock Holmes respectivamente en la película "La vida privada de Sherlock Holmes" (1970), una de las miradas más cándidas al legendario detective creado por Arthur Conan Doyle. (Foto: United Artists)
Ricardo Hinojosa Lizárraga

“En una bóveda en un banco de hay una caja metálica con mi nombre. No debe abrirse hasta los 50 años de mi muerte. Contiene ciertos recuerdos de mi larga asociación con un hombre que elevó la ciencia de la deducción a un arte: el primero en el mundo y, sin duda, el detective más famoso.”

Fotos, elementos clásicos del atuendo del detective, como su deerstalker –conocida también como cervadora-, su pipa, su reloj de bolsillo, su anillo o su lupa, además de un pequeño revólver, esposas, un estetoscopio… y una antigua jeringa hipodérmica. Todo eso se guardaba celosamente en aquella misteriosa caja, propiedad de su fiel amigo John H. Watson, según podía verse en la primera escena de uno de los filmes que retrató, con más sincero descaro, al personaje literario que muchos, aún hoy, han llegado a creer que fue real. La película se llamó “La vida privada de Sherlock Holmes”, y fue estrenada en 1970, hace 50 años. Aunque la conexión de con la cocaína líquida no se repite mucho en la literatura de Conan Doyle, en la película es una sombra presente e, incluso, determinante, en el carácter del sagaz detective. ¿El responsable? Billy Wilder, director de largo recorrido y capaz de gestar obras maestras como Sunset Boulevard, Double Indemnity, The Lost Weekend o Ace in a Hole en una carrera que sumaba casi 40 años y varios Oscar ya en aquel entonces.

“Sherlock Holmes extrajo un frasco de un anaquel y la jeringa hipodérmica de su estuche. Con sus dedos largos, blancos y nerviosos, ajustó la delicada aguja y se enrolló la manga izquierda de su camisa. Durante un momento sus ojos se apoyaron pensativamente en su brazo nervudo, lleno de manchas y con innumerables cicatrices, causadas por las frecuentes inyecciones. Finalmente se introdujo la aguja delgada, presionó el pequeño pistón, se la sacó, y se dejó caer en un sillón forrado de terciopelo, con un profundo suspiro de satisfacción”, escribió Conan Doyle en “El signo de los cuatro”, probablemente una de las obras donde más sincera las adicciones de su emblemático personaje. Watson, siempre atento en la legendaria casa del 221B de Baker Street, en el West End londinense, observaba esto con desaprobación e insistía en aconsejar a quien era su mejor amigo, a pesar de que siempre se trataran con el apellido, de Watson a Holmes, nunca de Sherlock a John.

El personaje que (1859-1930) concibiera en cuatro novelas y 56 relatos de ficción, protagonizó ya unas 200 películas, y cerca de 80 actores se han puesto bajo su piel, desde que se filmara Sherlock Holmes Baffled, el primer cortometraje inspirado en el detective, en 1900. La grabación, entre cómica y misteriosa, dura menos de un minuto. Sin embargo, la adaptación de 1916, protagonizada por William Gillete, sería mucho más decisiva. Gillete encarnó a Holmes durante más de 20 años y más de mil representaciones teatrales y el largometraje, parcamente llamado Sherlock Holmes, es el único testimonio fílmico que queda de su trabajo. Él fue quien le aportó al personaje la pipa curva –distinta a la de los dibujos originales- y la frase “Elemental, mi querido amigo”, que posteriormente se convirtió en “Elemental, mi querido Watson”. La capa Inverness a cuadros y la gorra de cazador con doble visera habían sido aportes de Sydney Paget, el dibujante que definió para siempre la estética del personaje, tomando algunos elementos descritos por Conan Doyle en sus libros y recreándolos con sus propios aportes. Con la llegada del cine sonoro –irónicamente, tras el fallecimiento del autor-, fue el británico Basil Rathbone quien le dio personalidad definitiva, protagonizando 14 películas entre 1939 y 1946. Sin embargo, esto no fue límite para que grandes nombres aceptaran el reto de encarnarlo en cine o televisión: Peter Cushing, Christopher Lee, Charlton Heston, Christopher Plummer, Roger Moore, Peter O`Toole (con su voz, en cuatro filmes de animación), Michael Caine, Jonathan Pryce, Ian McKellen o Robert Downey Jr., cada cual con distinta suerte.

EL SABUESO DEL WEST END

1970 fue un año muy movido para el cine. Billy Wilder había filmado esta película con pasión, negándose a la posibilidad de sentirse ya un ser de otro tiempo. Ese año Buñuel estrena “Tristana”; Truffaut hace lo propio con “El pequeño salvaje”, Jodorowski con “El topo” y Bertolucci con “El Conformista”. La manera de hacer cine cambia frente a sus ojos a pasos acelerados. Mientras, en Estados Unidos destacaban “Patton” (Franklin J. Shaffner), “Un hombre llamado Caball” (Elliot Silverstein), “Tora! Tora! Tora!” (Richard Fleischer, Kinji Fukasaku y Toshio Masuda) o la taquillera “Aeropuerto” (George Seaton). El filme de Wilder –en el que, además de dirigir, coescribe el guion junto a I. A. L. Diamond - era un viaje de retorno a una Inglaterra victoriana llena de oscuridad, neblina y misterio, filmado a la manera clásica. Los protagonistas eran Robert Stephens (Sherlock Holmes) y Colin Blakely (doctor John H. Watson), dos actores poco conocidos por el gran público. Peter O´Toole y Peter Sellers pudieron ser los protagonistas, pero Wilder prefirió no usar rostros tan famosos. Solo recurrió a uno: Christopher Lee interpretó a Mycroft, hermano del detective, en un papel que originalmente sería para Laurence Olivier.

En principio, el proyecto estaba concebido en varios episodios y duraba 3 horas y media. Sin embargo, tras ver el material resultante, los directivos de United Artists decidieron cortar más de una hora de película. Wilder había faltado a uno de sus mandamientos: los 9 primeros eran no aburrir al público. El décimo era tener control sobre el corte final de sus películas. Años después, Wilder confesó -en una entrevista al también director Cameron Crowe- que lloró al ver cómo los productores habían destrozado su película y cortado toda la secuencia inicial.

La búsqueda de un hombre desaparecido, el servicio secreto, una seductora mujer, el monstruo del lago Ness, la sagacidad detectivesca, la oscuridad interior, la amistad, alguna extraña forma de amor. De todo eso va La vida secreta de Sherlock Holmes. Violinista, apicultor, capo del disfraz, boxeador, conocedor de la química y la astronomía, amanerado -a la manera de Oscar Wilde-, de ambigua sexualidad, cocainómano. El Sherlock de Billy Wilder es un hombre sometido a su propia fama, a pesar de él mismo. Probablemente, nunca antes su personalidad cinematográfica lo había mostrado tan humano o melancólico. Pocas veces, una película había descubierto que la misma meticulosidad externa que ayuda en su trabajo puede no ser tan buena cuando mira hacia adentro.

Curiosamente, la celebración del 50 aniversario de este filme, que Wilder consideró uno de los más personales de su carrera, a pesar de los inconvenientes, coincide con el anuncio de la tercera parte de la saga que iniciara Guy Ritchie el 2009, protagonizada por Robert Downey Jr., y Jude Law como Holmes y Watson. Sin embargo, mientras el filme de Wilder muestra a un detective sentimentalmente desvalido, con una gran profundidad emocional, el Holmes de Downey Jr. es un superhéroe de afiche, un Iron Man con atuendo victoriano, un cínico saltimbanqui capaz de protagonizar peleas que nos recuerdan a Matrix.

Robert Stephens, el protagonista del filme de 1970, era un reconocido actor de teatro, entonces esposo de la gran Maggie Smith, que confesó años más tarde, en sus memorias, haber estado al borde del suicidio en los días de la filmación. Su actuación ayudó a decodificar a Holmes ante el público y satirizar con elegancia los clichés del personaje. Aunque la película fue incomprendida en su día, después de aquel Sherlock, nada fue igual en el cine. La versión de Billy Wilder, con todos los problemas que ocasiono su montaje, costó 10 millones de dólares y fue el filme más caro del director. La segunda parte de la saga de Downey Jr., que también dirigió Ritchie el 2011, costó 125 millones de dólares. En este caso, entender que no todo vale lo que cuesta, es lo elemental.

Para mirar con lupa: 6 imperdibles de Holmes para la cuarentena:

“Sherlock Holmes” (Arthur Berthelet, 1916)

Una de las primeras versiones. Fue protagonizada por William Gillete, actor teatral que lo representó en escena por más de 20 años. Se creía perdida, hasta que los negativos fueron hallados en Francia el 2014. Hoy, tras su restauración, puede verse en en una excelente calidad. .

“El sabueso de los Baskervilles” (Terence Fisher, 1959)

Peter Cushing hace una magnífica interpretación del detective en uno de los títulos más clásicos de su filmografía personal. Esta joyita de la Hammer fue el primer largometraje holmesiano a colores. También actúa Christopher Lee. Y no muerde a nadie.

“The Seven-Per-Cent Solution” (Herbert Ross, 1976)

También conocida como “Elemental, doctor Freud”. Convertido en un misántropo adicto a la cocaína, Holmes es conducido por Watson a una terapia para curar sus adicciones con el mismísimo Sigmund Freud. Nicol Williamson, Robert Duvall y Alan Arkin –en ese orden- los interpretan. Una de esas películas deliciosas que uno no se explica por qué aún no ha visto.

“Murder by Decree (Bob Clark, 1979)”

Holmes y Watson son Christopher Plummer y James Mason. Su reto es mayúsculo: investigan los crímenes de Jack El Destripador, en una historia plagada de conspiraciones y asesinatos con los masones de por medio. Para no perderse: Donald Sutherland y su desquiciada interpretación del espiritista Robert James Lees.

“Young Sherlock Holmes” (Barry Levinson, 1985)

También conocida como “El secreto de la pirámide”. Holmes y Watson son dos avispados jóvenes que hacen sus pinitos en la investigación dentro de su propio internado, con un extraño caso. El guionista es Chris Columbus, conocido por Los Goonies y Mi pobre angelito. El entretenimiento está asegurado.


“Mr. Holmes” (2015)

Ian McKellen, el popular Gandalf, personifica a un Holmes ya pasados los 90 años, jubilado y dedicado a la apicultura, pero con la curiosidad intacta. Por eso, acompañado de un curioso niño, resolverá un nuevo caso antes del retiro definitivo.

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