Le gusta definirse como un romántico ilustrado, como un optimismo melancólico. Contradicciones de un poeta que cree en la unidad entre la razón y el sentimiento, que no renuncia a la esperanza, pero que tampoco cae en ingenuidades. El poeta granadino Luis García Montero vino al Perú como parte de la delegación que anunció oficialmente, en Arequipa, la convocatoria al IX Congreso Internacional de la Lengua Española, a realizarse en la Ciudad Blanca del 27 al 30 de marzo próximo. Su paso por Lima fue fugaz, sin embargo se dio tiempo para presentar “Un romanticismo ilustrado”, notable antología poética editada por Peisa.
En este volumen, el poeta medita sobre su propia poética, a la vez que analiza su historia y su herencia, revisa la ilustración, el romanticismo y el humanismo, así como las heridas de la guerra civil y la lucha por la democracia.
—No quería comenzar esta entrevista sin antes preguntarte por el Premio Cervantes anunciado para el poeta venezolano Rafael Cadenas.
El premio lo da el Ministerio de Cultura español. El Instituto Cervantes está representado por un miembro del jurado. ¡Ya me gustaría a mí que el premio lo diera el Instituto Cervantes! Pero puedo decirte que yo me siento muy alegre. Hace tiempo que mantengo amistad con él. Prologué su último libro, publicado en editorial Visor, y me parece que es un poeta que ha mantenido una conciencia crítica sobre el lenguaje, sobre la poesía, sobre la sociedad. Está en la cabeza de la poesía venezolana desde hace años. Él y Eugenio Montejo han sido poetas que han abierto muchos caminos en la poesía contemporánea.
—Y es un poeta en el exilio, a causa de la dictadura en Venezuela. Una triste tradición poética…
Él es un poeta que siempre ha tenido una dimensión social muy clara, manteniendo ideas y valores que han tenido que ver con los Derechos Humanos, con la igualdad social, con los valores democráticos. En un momento determinado, aunque a él se le identificaba con la izquierda, tomó conciencia de que ser de izquierda es criticar también a los poderes que en su nombre degradan la democracia y ponen en duda el desarrollo en un marco de libertad y de igualdad. A mí me recuerda la situación de Sergio Ramírez en Nicaragua. Gente muy comprometida con los avances sociales, con el progreso, con la igualdad y que han acabado enfrentados a fuerzas políticas que en principio parecían progresistas y lo que han hecho ha sido degradar la democracia.
—Vienes de presentar en tu país tu poemario “Un año y 3 meses”, basado en el tiempo que viviste con tu esposa, Almudena Grandes, desde el diagnóstico del Cáncer hasta su partida. ¿Escribir para ti fue un consuelo tras su muerte?
Yo creo que sí. Para los que tenemos una vocación muy marcada, en mi caso la poesía, el preguntarte sobre tu situación a través de tu vocación siempre es un camino positivo. Después de una experiencia como la muerte de tu mujer, algo tan radical, y donde la vida pierde sentido, hay que preguntarse sobre qué es lo que te está pasando, cuál es tu relación con el mundo. En ese sentido, a mí me ha sido muy útil escribir poesía. Después de muchos años de dedicación, tengo claro que escribir un poema no es un desahogo: es una meditación.
—El desahogo no tiene control. Y la literatura es, sobre todo, control.
Control y diálogo con uno mismo a través de las herencias recibidas por las tradiciones. Un poeta cuando escribe no se fija en un yo biográfico. Tiene que trascenderlo para llegar a un yo que represente a la máxima amplitud de los seres humanos. Por eso, cuando escribes sobre la muerte, no escribes sobre la muerte que a ti te ha afectado, sino sobre la conciencia de la muerte que define a un ser humano frente a los animales, que tienen conciencia del peligro pero no tienen conciencia de la fatalidad, de que la vida es efímera. Escribir sobre la muerte es dialogar con Jorge Manrique, con Quevedo, con Calderón, con Vallejo. Ese diálogo te hace que en vez de estar sumergido en tu propio pozo, y hacer una confesión espontánea, tengas que mirarte a ti mismo con la distancia de una tradición, intentando hacer un yo más trascendente, de significación más amplia, más humana. Si uno siente el dolor por lo perdido, es porque antes ha tenido plenitud en la vida. Acabas tomando conciencia por la suerte que has tenido al compartir 30 años con una persona de la que estabas enamorado. La enfermedad de Almudena surgió en medio de una pandemia, en una suciedad muy narcisista, que confunde deseos con derechos y que parece que el cliente siempre tiene la razón. De pronto, llega una pandemia y nos recuerda que somos seres vulnerables. La conciencia de la vulnerabilidad te dice que si convivimos, si conformamos un nosotros, es porque somos seres que necesitan cuidar y ser cuidados. Eso hace que el problema de la enfermedad trascienda a la coyuntura de lo que tú has vivido para mirar con una perspectiva más amplia el contexto en el que vives, la historia en la que vives, la condición humana que está más allá de tu propio yo. Y eso te da respuestas, te ofrece ir poco a poco acompañando a tu dolor irremediable con un duelo que te va dando respuestas al sentido de la vida y a lo que te ha pasado.
—¿Hablemos de “El romanticismo ilustrado”, libro que has presentado en Lima. En tu prólogo al libro dices que vivimos tiempos buenos para la poesía y malos para la política. ¿Crees que la crisis de una fortalece a la otra?
Lo mejor para la política es la normalidad, la vida regulada legalmente. Pero cada tiempo tiene sus peligros. Una época pacífica puede al mismo tiempo dar poetas muy integrados al estatus quo y poetas que busquen rigurosamente la creación. Y en épocas de anormalidad, puede haber poetas panfletarios, pero también otros que intenten mantener su poder creativo. La política democrática es el mejor invento de los ciudadanos para resolver pacíficamente sus diferencias. Eso le da autoridad al espacio público. Pero vivimos momentos de mucho descrédito de la política. Se dice que la política es mentira y corrupción. En España estamos viviendo unos tiempos muy convulsos, como Estados Unidos o algunos países de Europa.
—Eso los peruanos lo sabemos bien...
Así es. Sucede en todas partes. Vivimos en un tiempo en que existen poderosos mecanismos de control de las conciencias. Las redes saben qué tienen que decirte para despertar tus instintos y para que reacciones, no de manera razonable, sino respondiendo al primer impulso. Y eso complica la convivencia, crea situaciones de tensión y de odio. Por eso digo que son momentos difíciles para la política. ¿Por qué me gusta reivindicar la poesía? Porque saca del poema lo más íntimo de ti mismo, con pudor, meditando cada palabra. Esa necesidad de reivindicar el pudor a la hora de pasar el yo privado al espacio público, me parece que es un ejercicio que deberíamos replicar en el mundo de hoy.
—¿Te parece que la frontera entre lo íntimo y lo público se ha desdibujado?
Completamente. Se está mercantilizando la intimidad, como un objeto de usar y tirar. La poesía es todo lo contrario, se acerca a la intimidad no para volverla mercancía, sino para meditar sobre ella.
—“Agradezco al azar de esta ocasión en la que tú me salvas del olvido”, le dices al lector. En tiempos en que hay tantas distracciones, el encuentro con el lector es casi un milagro.
Cuando nosotros escribimos una novela o un poema, están ahí. Pero que para que exista el hecho literario, tiene que llegar un lector que haga suyo el poema o la novela. Es el ejercicio de la lectura lo que crea el hecho literario. Si escribo en un poema que he querido mucho a mi mujer, es un testimonio biográfico. Pero se trata de que alguien lea el poema y piense en el amor con su propia experiencia de la vida y de la muerte. Es entonces cuando la literatura tiene dimensión. Segundo: para una persona que defiende como yo que él muy importante, es muy importante también reivindicar el rigor del lector. El poema no puede confundirse con un hecho populista. Yo me niego a pensar que un poema tiene que ser un discurso escrito para poetas. Un lenguaje que no entienda ni dios. Quiero que sea el uso más personal de la lengua de todos. Yo me distancio de la poesía hermética, de la poesía demasiado rebuscada, y al mismo tiempo debo avisar que la poesía tampoco es una campaña de publicidad. La poesía es un proceso de conocimiento del tratamiento riguroso de la lengua. En ese sentido, huyo del populismo barato. Por eso, yo le agradezco al lector que venga, que habite mi poema, y que entre en él meditando en lo que le propongo.
—Cambiemos de tema: tu gran amigo, Joaquín Sabina, anunció una sorpresiva gira por América Latina. ¿Cómo ha sido su recuperación?
Está bastante mejor. Sufrió una caída y tuvo problemas a la hora de recuperar la fuerza. Pero tras una intervención que solucionó sus dolores de la pierna, ahora se encuentra mucho mejor. Nosotros compartimos veraneos, nos hemos comprado casa juntos en la bahía de Cádiz. Está haciendo canciones y quería poner en marcha una gira, por lo que se está preparando físicamente.
—¿Vendrá para el Congreso de la Lengua?
Tengo ahí una gran aliada que es Ximena, su esposa, que es peruana. Habíamos hablado de hacer un diálogo entre Mario Vargas Llosa y Joaquín, que tiene muy buena relación con él. El problema será la gira, pues me parece que vendrá la primera semana de marzo. Vamos a ver si la última semana, cuando inaugure el congreso, está disponible.
—¿Está confirmada la presencia de Vargas Llosa en el Congreso?
Mario está invitado. Es arequipeño. Fue Mario quien empujó para que el congreso fuera en Arequipa. Yo recuerdo el momento en el que él tenía que intervenir en Córdoba, Argentina, y me dice: ¿Anunciamos que va a ser en Arequipa el próximo congreso? Y yo le dije “bueno, eso lo ha propuesto el Instituto Cervantes, pero tiene que dar el visto bueno la Asociación de Academias de la Lengua”. Y él respondió: “Si yo lo anuncio, van a tener que dar el visto bueno”. Así lo hizo y el anuncio se adelantó. Yo creo que él hará todo lo posible por estar aquí. Hay un consenso general, desde el gobierno hasta la embajada de Perú en España y las instituciones de Arequipa, en que más allá de las diferencias y de los pensamientos políticos de unos y otros, un Congreso de la Lengua Española es algo en lo que pueden confluir todos, más allá de las ideologías. Estamos muy ilusionados de poder contar con Mario en el congreso.
—¿Anunciado oficialmente el CILE Arequipa 2023, qué sigue?
Nosotros propusimos con el C.Cultural Inca Garcilaso que fuese la lengua y el mestizaje el tema central. Se ha hecho ya el programa en colaboración con la Asociación de Academias de la Lengua Española. El mestizaje ha enriquecido mucho nuestra lengua y la convivencia con las lenguas no hegemónicas es muy importante, y creo que el Perú y Arequipa son un ejemplo maravilloso de eso. Historiadores, filólogos, juristas, escritores reflexionarán sobre el enriquecimiento que supone la diversidad y el mestizaje. Lo que falta son solo aspectos organizativos. Los planteamientos intelectuales ya están hechos.
—¿La edición conmemorativa publicada por la Real Academia Española para el Congreso de la Lengua siempre será “Los Ríos Profundos” de Arguedas?
Fue la propuesta de edición que hizo la Academia Española. Y a mí no se me ocurre mejor libro. Esa reflexión sobre la realidad que hace Arguedas es fundamental. A mí me gusta la palabra mestizaje aunque haya gente que piense que sea peligrosa, porque muchas veces se utiliza para desprestigiar al indigenismo. Quién lee a Arguedas ve que es verdad, que hay la tentación de que un blanco puro mire por encima del hombro a un mestizo, y que un mestizo mire por encima del hombro a un indígena. Lo que hay que reivindicar es que todos los seres humanos tienen que ser respetados. Yo defiendo el mestizaje porque es una palabra que crea realidades con la convivencia y con la fusión de mundos distintos. En un mundo que empuja tanto hacia las identidades cerradas, los supremacismos y los odios, reconocer el mestizaje, más que un peligro, a mí me parece una bendición.