El Concurso fue convocado por el diario “La Crónica” y la revista “Variedades”, y celebrado en el elegante Hotel Country Club. El 10 de febrero de 1930, en tiempos de carnavales y bailes de disfraces, la chalaca Emma McBride Miller de del Solar era elegida como la primera Señorita Perú. Su agenda fue complicada: luego de ser recibida en el Palacio de Gobierno por el presidente Augusto B. Leguía (6 meses antes del golpe que terminaría con su Oncenio), la Reina de 17 años partió a la ciudad de Miami para participar del Concurso Latinoamericano de Belleza, donde obtuvo el tercer lugar. La periodista María Fernández Arribasplata apunta en una crónica publicada en El Comercio que, en tiempos en que florecía el indigenismo, ella lució un regio traje de ñusta cusqueña.
Por entonces, la idea que se tenía de los certámenes de belleza era muy diferente a la actual. En principio, estos acontecimientos tenían el espíritu de la época, los llamados “Años locos” tras el fin de la Gran Guerra, que movilizó un nuevo sentido de libertad. Había caído el ideal de belleza de la Belle Epoque, que proponía mujeres altas y delgadas, con formas acentuadas por el corsé: la generación representada por Emma McBride Miller, prefería llevar el cabello corto (el corte bob), la silueta aplanada, ocultos los pechos y la cintura, con el fin de ofrecer una imagen de eterna adolescente. Cada vez más jóvenes se incorporaban a la práctica del deporte, haciendo que el ideal curvilíneo dejara lugar al físico atlético. El bronceado, antes considerado propio de campesinos, denotaba buena salud. Las ‘flappers’, muchachas transgresoras liberadas del corsé, amantes del jazz y del baile, invitaban a participar de largas noches de fiesta.
Para Francesca Denegri, directora de la Maestría de Literatura Hispanoamericana de la PUCP, estamos hablando de una mujer traviesa, como lo fueron los personajes de “El gran Gatsby” (1925), novela F. Scott Fitzgerald. “La mujer ya no se vinculaba solo a los deberes de la familia y la reproducción. La idea era ser una compañera en las aventuras del hombre. Por eso es deportista, podía salir de casa, era independiente. Los años veinte representaron un corte radical en los estereotipos de belleza femenina”, afirma.
-Revisando los archivos-
Como parte de sus investigaciones dentro de la conmemoración del Bicentenario de nuestra Independencia, la antropóloga visual Karen Bernedo ha revisado cientos de archivos para estudiar la representación gráfica de las mujeres desde 1921, el año del Centenario, hasta el presente. Su perspectiva resulta privilegiada para advertir los cambios en los modelos de belleza femenina. Para la investigadora, el primer cambio profundo en la vida de las mujeres del siglo XX ocurre en 1908, cuando conquistan el derecho de poder cursar estudios universitarios. “Ese es un verdadero cambio de paradigmas”, señala. “Esa posibilidad de salir a un ámbito público te marca otra forma de vestirte y de enfrentar el cotidiano. También se da un progresivo ingreso de las mujeres en ciertos deportes a los que antes no podían acceder. Una fotografía de Chambi de un equipo de básquetbol de 1924, muestra ese cambio de paradigma crucial en las tendencias de moda”.
¿Cómo la moda y su influencia entraba a la vida cotidiana de las mujeres peruanas? Para Bernedo, además de la socialización propia del acceso a la educación universitaria y a las actividades deportivas, no se puede olvidar la presencia de noticias de moda europea en los periódicos de la época, así como el brillo de las divas de la maquinaria de Hollywood. Por su parte, Denegri suma otros factores, como son la bonanza económica previa a los años 30, la difusión editorial, los procesos de inmigración y, especialmente, un movimiento turístico que empezaba a dinamizarse. “El turismo aparece con viajes relativamente económicos. Y a su regreso, importa las nuevas modas y modelos de belleza. El cine difunde masivamente las imágenes, pero las turistas regresan con testimonios de primera mano”, señala.
-La Guerra fría de la belleza-
Será después de la Segunda Guerra Mundial que la connotación festiva y de carnaval de los concursos de belleza se convertirá en una maquinaria de parámetros estrictos. Las concursantes de estos certámenes serán presentadas como modelos a seguir para las demás “señoritas” que sueñan con verse libres de “imperfecciones” físicas. Como no había sucedido hasta entonces, la belleza tenía medidas: una altura de 1.75m como mímimo, y medidas cercanas a 90 cm en busto, 60 en cintura y 90 cm en caderas. Si los filósofos habían debatido por siglos la definición de la belleza, los organizadores de concursos plantearon un estándar impuesto por la moda, el consumismo y la mirada masculina. Si los cánones de belleza anteriormente se hacía eco de pinturas y esculturas, de pronto eran los carteles publicitarios, las estrellas de cine y de televisión los referentes para estas flamantes reinas de postguerra.
Son tiempos en que se buscaba una mujer rotunda y con curvas, busto explosivo, caderas redondeadas y largas piernas tonificadas. Para Francesca Denegri, es interesante ver cómo en esta década se regresa a un estilo de moda propio del siglo XIX, con vaporosos vestidos de grandes vuelos y enaguas, todos acentuando las curvas de las mujeres. “Es una época de esplendor de los trajes marcadamente “femeninos”. Las mujeres se vuelven a preocupar muy intensamente de su belleza, con una moda más aparatosa que la de los años veinte. Usan sostenes armados y rellenos, regresa el taco aguja, los sombreros, las grandes carteras, todo aquello que quita capacidad de movimiento para las mujeres", señala.
No es casual que el Perú participe en Miss Universo desde 1952 y en el Miss Mundo desde 1959. Se trata de la época de la Guerra Fría, uno de los tiempos más conservadores del siglo XX. “El conservadurismo nunca es segmentado, siempre esta articulado en todas sus dimensiones para controlar la vida humana. Se trata de imponer un capitalismo patriarcal puro y duro, y para ello las relaciones de género se endurecen, se acentúa el papel doméstico de las mujeres, y la función reproductiva del cuerpo femenino están estrechamente vinculados a esa nueva política de control del control a través de la moda. Esta ideología transmite que lo normal es ser feliz como madre y esposa, dependiendo del salario del marido. Y que es anormal querer algo más”. explica Denegri.
Y, sin embargo como apunta Karen Bernedo, es en los años 50 cuando en el Perú las mujeres viven tiempos de transformación. “En 1956 sucede un gran cambio: el derecho al sufragio para las mujeres, lo que marca una ciudadanía más plena. Fuimos el penúltimo país de Sudamérica, antes de Paraguay, en conseguirlo. Fue una lucha que tuvo que ver con las demandas sostenidas de organizaciones de mujeres, como el Grupo de Abogadas Trujillanas, la Legión Femenina Pro Cultura, o los mismos grupos feministas de entonces. Ya entonces había mujeres militando en partidos políticos, como Magda Portal o Ángela Ramos”, afirma.
En los años 60 y 70, los fenómenos contraculturales propios de la época también afectará a la moda y los ideales de belleza. Revisando los diarios de 1975, (declarado oficialmente “Año de la Mujer Peruana”) entonces bajo el gobierno del General Velasco, Karen Bernedo encuentra una política que permite el ingreso de mujeres en ámbitos antes vedados. Desde la división de paracaidismo del Ejército o el propio desfile militar de 28 de julio, hasta la organización de concursos de belleza de nuevo signo, enfocados en destacar el encanto “de la mujer trabajadora”. “Es cierto que estos certámenes mantenían el estereotipo convencional de belleza, pero resulta interesante esa nueva perspectiva en que se reconoce a las mujeres no solo por su belleza física, sino por pertenecer a la clase trabajadora”, advierte la investigadora.
-La costurera como intermediaria-
El estereotipo de la belleza femenina dominante no es otro que el signado por la estética europea y estadounidense, aclara Karen Bernedo. Es un canon que encuentra en la totalidad de páginas de moda de revistas y diarios limeños de la época, así como los programas de televisión y el cine. “Mi madre miraba las películas de Hollywood y luego se mandaba a hacer su ropa con la costurera con el modelo que había visto”, recuerda.
Para Francesca Denegri, el papel de las costureras en la historia del país resulta fascinante. Su rol como mujer trabajadora apareció terminada la guerra con Chile, cuando muchas viudas de una clase alta en decadencia recurrieron a la costura para sostener a sus familias sin salir de sus casas. Además de las costureras también estaban las modistas, en su mayoría francesas, cuyos avisos repletan las páginas de los diarios de entonces, y que eran consideradas más sofisticadas que la competencia criolla. “Ellas tenían que ajustar un diseño al cuerpo de cada clienta. En teoría, eso atentaría contra la imposición de un modelo de belleza. Sin embargo, lo que la costurera hacía era disimular tus defectos. Si tenías poco busto, te ponía rellenos en el vestido, siguiendo sus moldes y patrones. Lo que regía siempre en la concepción de un vestido era la mirada masculina cosificante”, explica.
-Miss Universo en el Perú-
En 1982, el grupo Chaski filmó “Miss Universo en el Perú”, un documental en 16 milímetros donde contrasta el interés oficial por mostrarnos como un país moderno, capaz de organizar un concurso de belleza internacional, mientras cientos de mujeres peruanas, protestaban por la vergonzosa utilización de la mujer como objeto de consumo. En tiempos de profunda crisis económica y política, el régimen invertía en fortalecer un estereotipo de belleza que representaba a muy pocas. Para Karen Bernedo, esa producción formó parte de todo un esfuerzo en esta década por visibilizar otro tipo de imágenes femeninas. “Si uno revisa los diarios de todo el siglo XX hasta inicios de los 80, encontraremos representadas solo a señoritas de sociedad, damas de la ciudad vinculadas a las clases media y alta. Pero Eso va a cambiar en esa década. Recordemos que en 1980, por primera vez, las mujeres analfabetas tienen derecho a voto. Ello cambió el rostro del votante. Desde ese momento, al revisar los archivos podemos ver otros grupos de mujeres ingresando al escenario social. Es cuando empiezan las primeras mujeres a postular a cargos políticos masivamente”, advierte.
-Los estereotipos, hoy-
Desde los años 90, los peruanos mantenemos las estéticas prestadas de las grandes capitales de la moda. Si antes las mujeres acudían a la boutique o a la costurera, el consumo en las grandes tiendas de departamentos y en el gran mercado de Gamarra se impondrán como espacios de consumo industrial. Para Karen Bernedo, se trata de cambios en gran escala. “Antes era común que las mujeres tengan una máquina de coser en la casa, y que le hiciera la ropa a los hijos. Eso ya no existe. Lo que hay ahora son reclamos de que en las tiendas no hay tallas para mujeres grandes, que solo se ofrecen tallas pequeñas, no aptas para el cuerpo de la mujer latina”, afirma. Así, la industria local de la moda uniformiza y refuerza el estereotipo de belleza femenina: “En lugar de ropa que se adapta a ti, terminas comprando ropa que no te queda. Te matas de hambre para entrar en un modelo que se convierte en una camisa de fuerza que el discurso de la moda te impone”, añade.
Si bien Francesca Denegri advierte que en la historia nunca se dan procesos perfectos de regresión, la investigadora señala que, como en los conservadores años 50, ha vuelto el estereotipo de belleza que propone un cuerpo hipersexualizado. Como ejemplo, presenta el reciente concierto de las cantantes Jennifer Lopez y Shakira en el medio tiempo del Súper Bowl. “A diferencia de lo que se hacía en los años 50, lo que se hace hoy no es producto de una imposición de un modista o de una empresa, sino la expresión de la libertad de una artista. Eso en teoría. Pero yo tengo mis dudas”, advierte la estudiosa.
“Sigo pensando que esos movimientos, esos trajes, esos bailes no están dirigidos a una diversión con otras mujeres, sino a la seducción del hombre que las mira. Siguen apelando a esa mirada masculina de control y de objetivación sexual. Es un tema complejo y contradictorio, pero creo Shakira y JLo no proponen nada nuevo. Lo suyo es el capitalismo del patriarcado”, señala Denegri.
Karen Bernedo tiene otra lectura. Para la antropóloga, es cierto que existen estereotipos propios de la Guerra Fría que operan hoy en día. “Es algo que se ha acentuado ahora porque la publicidad se ha extendido a todas las plataformas de difusión. La cosificación te rodea”, lamenta. Sin embarco, frente a ello, también hay un movimiento feminista que desarrolla una conciencia de que las mujeres usan su cuerpo para hacer lo que quieren. Ella explica: Hay una crítica feminista muy fuerte a la actuación de Jennifer Lopez y Shakira en el Súper Bowl, pues lo consideran un evento machista, donde no hay deportistas mujeres. Pero también podemos ver que es una decisión de ambas artistas de hacer esta clase de show, usando sus cuerpos para mostrar una postura política. Es una mirada que utilizan colectivos como Femen, con sus performances de cuerpos sexualizados que, en lugar de vender cerveza, son usados para defender derechos de las mujeres. Hay un despertar de conciencia en estos últimos años del uso del cuerpo desnudo. Y eso me parece interesante", afirma.
Así, la noción de belleza femenina está hoy en crisis. Gracias a la perspectiva de género, se está debatiendo lo femenino y lo masculino en un sentido amplio. Y ello en un contexto de masivas movilizaciones por los derechos de las mujeres, en el Perú y en el resto del mundo. Todo ello hace que, no solo desde las industrias de la moda o de la cosmética sino de toda la opinión pública, sea necesario preguntarse cuál es el canon de belleza dominante, a quiénes representa, cómo criticar y desmontar esa imposición de siluetas, tallas y accesorios asociados al “eterno femenino”, una construcción cultural que se ajusta a las más diversas exigencias.
“Yo creo que la industria de la belleza está ligada al modelo económico neoliberal”, señala Karen Bernedo. “La industria de la belleza vende, la cantidad de dinero que invierten las mujeres en cirugía cosmética, dietas y maquillaje es enorme. Todo por ser vista más bonita a los ojos de un patrón de belleza ajeno. En tanto no se desbarate ese modelo o no haya una conciencia de cómo nos oprime, las cosas seguirán iguales”, dice. ¿Es posible desmontar ese estereotipo? Francesca Denegri confía que sí. Pero depende de la imaginación y voluntad de mujeres y hombres. “Creo que eso se hace desde el arte, desde la literatura, desde la memoria”, añade.