Recientemente comentaba que la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil fue el mejor elenco del 2015 por sus óptimos resultados, parejos y con mucha dedicación. La clave de su éxito está en el intenso trabajo dedicado a la preparación de cada programa y en su audacia para expandir su repertorio.
Su director titular, Pablo Sabat, trabaja junto a los instructores Alejandro Ferreira, Rolando López, César Pacheco, Ulla Suokko y Ricardo Ponciano, quienes se encargan de cada grupo instrumental y revisan a profundidad las obras que se interpretarán.
Si bien la OSNJ presentó durante el año obras de compositores de diversos orígenes y estilos, siempre contempla a los clásicos. Uno de ellos es, por supuesto, el gran Ludwig Van Beethoven, quien es recurrente en sus programas y del que han interpretado casi todas sus sinfonías. Cerrando el 2015, el elenco presentó un programa dedicado a este compositor.
El concierto se inició con la obertura de “Egmont”, la primera de una serie de piezas de música incidental basadas en la obra homónima de Goethe, que Beethoven estrenó veinte años después de la original.
En su música encontramos la audacia de sus mejores obras, la fuerza dramática y una escritura moderna y audaz. Las cuerdas inician con vigor y drama, aunque la orquesta no arranca de forma cohesionada. Sabat sabe llevar al grupo con balances interesantes y le saca brillo sobre todo a violines, y energía a chelos y contrabajos. Los metales, muy importantes en esta obra, son imponentes y se lucen con grandeza. El elenco desemboca a toda marcha en un prestissimo arrollador.
Es la primera vez que veo que este elenco interpreta una obra en la que el director es también el solista, lo cual constituye una interesante experiencia de aprendizaje. El Concierto para piano y orquesta n° 3, en do menor, opus 37, se inicia con un Allegro con brío fluido y firme, con vientos contundentes y cuerdas seguras.
Sabat entra al piano algo inseguro pero acomodándose rápido. Sus pasajes son virtuosos y requieren no solo precisión sino estilo. La orquesta se mantiene controlada aunque con ganas de desbordarse. El largo nos introduce a una bella melodía del piano, conducida por la flauta. Se nota la disciplina para mantener el sonido en “piano” y los músicos prestan mucha atención sobre el intérprete. En el Rondó Allegro presto, el tema del piano desencadena en un todo orquestal atento y oportuno.
Como bis escuchamos a Sabat en un extracto de la Sonata no. 28.
La Sinfonía n° 8 en fa mayor, op. 93 es un regreso de Beethoven al carácter clásico de sus primeras obras, ante la complejidad de sus obras maduras.
En el Allegro Vivace las cuerdas ofrecen un diálogo con flautas, oboe y cornos. Sabat conduce con energía y ahínco. El Allegretto Scherzando inicia con cuerdas irregulares que luego se emparejan con los vientos, que llevan el ritmo.
Sabat conduce cronométricamente en un estilo que rememora a Mozart y Rossini. El Tempo di Menuetto es introducido con carácter marcial, algo excesivo de fuerza y poco detalle para ser el movimiento más delicado de la pieza. La orquesta cierra con un Allegro Vivace en que la precisión y técnica de Sabat ayuda a que el conjunto logre efectividad, brillantemente en prestissimo, sin perder peso.