En la Lima pre cuarentena, la bulla era el sonido más permanente. Cláxones mezclados con motores, gritos de cobradores con música estridente, el crujir de unas pistas que no siempre son de asfalto. Todo, como si fuera una perfecta orquesta de caos. Pero hace 1500 años, un rincón de aquella Lima, hoy conocido como Miraflores, sonaba de otro modo. Si se agudizaba bien el oído, era posible escuchar la vida sonando, desde la Huaca Pucllana, a través de aquella zona del valle de Lima. Pucllana fue un centro ceremonial, construido aproximadamente en el año 450, utilizado por la cultura Lima y ocupado más tarde por los Wari e Ychsma, que se asientan allí hasta el año 700. Su pirámide principal y su explanada de muros de adobito –barro mezclado con agua y conchas molidas, hechos a mano-, vieron realizarse ceremonias de construcción, ofrendas y entierros de personajes importantes, que eran acompañados de melodías que conducían la interacción espiritual entre hombres y dioses, una comunicación que se recupera cuando vuelven a sonar los instrumentos que fueron enterrados como parte de las ofrendas.
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Sonajas Lima y Wari, quenas, antaras de cerámica, silbatos o una quinilla de hueso de camélido fueron hallados aquí. Y se les volvió a dar vida y música, recreando a través de sus pasillos escenas de tiempos inmemoriales. “Isabel Flores, directora del proyecto arqueológico Huaca Pucllana, me convocó para hacer un proyecto innovador”, nos dice Ronald Sánchez, productor y compositor peruano con experiencia en ambientación de otros proyectos culturales, también conocido como “Altiplano”. “La investigación inicial duró casi un año –continúa-. Tuve que ir a la huaca día, tarde y noche para ver diferentes procesos: cómo era la sonoridad según cada momento del día, cómo variaba con distintos tipos de luz, con presencia o no de gente”. Además, había que hacer un viaje histórico preciso para reproducir con la mayor fidelidad posible el sonido de hace 16 siglos en cinco áreas de Pucllana. “Se trata no solo de crear música, sino atmósferas. Y, además, de hacerlo utilitario.”, acota. En este viaje de conocimiento que fue la concepción de “Sonidos de Pucllana”, Sánchez conversó con todos los empleados de la huaca, desde el más novato hasta el más antiguo. “Una de las metas de la directora era que su gente se sintiera bien. ¿Por qué? Porque dentro de los arqueólogos y profesionales, cada uno tiene diferente función. Hay quienes preservan cerámicas, piedras, textiles o adobitos. Cada uno se conecta distinto con la huaca. Entonces, cada “canción” debería sentirse correspondida por el personal, motivando orgullo e identificación”.
Soundtrack de una huaca
Junto a Ronald, el otro responsable principal del proyecto es Fred Clarke, músico, productor e investigador. “Sonidos de Pucllana es la realización de llevar el sonido y música al espacio museográfico y arqueológico a la vez, usando instrumentos musicales originales propios del recinto –nos dice-. Caminar por la sala del museo, observar las piezas, mientras se escucha música hecha con elementos encontrados in situ, además de elementos sonoros/musicales contemporáneos, es una experiencia muy especial”. Y a esto le suma una historia muy personal: “Huaca Pucllana simboliza mucho para mí, ya que nací en la clínica Delgado, que es básica o literalmente la extensión de la huaca. Caminé esa huaca cuando era niño y jugué allí (pucllay significa juego). La huaca me vio nacer”.
Este trabajo tiene su origen entre el 2016 y 2017, cuando se realizó una investigación y trabajo musical en la última gran muestra que exhibió el MALI sobre Nasca. En esa ocasión, se entregó música para dos salas, y la muestra hizo un largo periplo internacional en museos de Suiza, Alemania, España, México o Chile. En aquel entonces, se entregaron a los curadores cuatro temas. “¿Por qué no hacemos dos más y completamos un soundtrack de la muestra?”, se dijeron Ronald y Fred. La idea era llevarse el “disco”, que en realidad era un código de descarga envuelto en papel reciclable, junto a las sensaciones del recorrido para escucharlo en casa. Así, diseñaron el primer álbum relacionado a una muestra museográfica. “Nosotros, en el valle del Rímac, en Lima, tenemos una sonoridad propia desde aquellos días. Entonces, creo que es bonito decir que Lima tenía su propia música y su propio instrumento, la antara. Esto puede motivar a otros músicos o a otros investigadores a descubrir o demostrar que Lima tenía su propio soundtrack o muchos soundtracks, porque ya nos hemos ido dando cuenta que zonas como el actual San Juan de Lurigancho, Miraflores o Ventanilla, entre otras, tenían poblaciones que usaban sus propias melodías para hacer trueques, por ejemplo. Entonces, al mismo tiempo que se aprende algo nuevo, va creciendo la incógnita también”, sostiene Ronald.
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Ópera salvaje para tribus urbanas
“Como situación arqueológica y/o museográfica, la música se convierte en un elemento que transporta al visitante a una experiencia única, permitiéndole acceder a otro tipo de información, que no es visual, sobre la cultura en exposición, así sean estos sonidos crudos o una interpretación musical desde una mirada contemporánea”, nos dice Fred Clarke sobre su trabajo. Su amplio conocimiento e investigaciones previas sobre los instrumentos prehispánicos fueron fundamentales. Su intención, tanto en la anterior muestra sobre Nasca como en esta ocasión, ha sido poner en valor el sonido de estos instrumentos dentro de una interpretación musical contemporánea, bajo una mirada museográfica. “La ambientación sonora invita a la imaginación, recreación y reinterpretación del pasado en el tiempo presente”, agrega Clarke. Los instrumentos hallados en Pucllana y utilizados para la recreación sonora que acompañará los pasos de los visitantes, tienen su origen entre los siglos V y VII, pues pertenecen a los distintos asentamientos que tuvo el lugar: cultura Lima, invasión Wari y una nueva ocupación, esta vez Ychsma.
“Me he dado cuenta de que el instrumento es quien te elige –nos dice Sánchez-. El instrumento quiere sonar, porque tú no vas a ambientar un espacio arqueológico, vas con una idea. Pero cuando estás frente al instrumento, frente al arqueólogo o al antropólogo, el historiador, ellos no están esperando que tú toques, sino que el instrumento les diga algo que ellos no llegan a completar desde la observación”. Para él, la huaca es como un ser viviente: está ahí y genera también un ruido. Los más escépticos pueden pensar que interrumpe el panorama actual, sin embargo, al ubicarte en las partes más altas, puedes ver a tu alrededor y parece que Miraflores ha crecido siguiendo las líneas paralelas de la huaca. Como si esta les hubiera sugerido a los urbanistas del futuro que construyeran la ciudad así. “Básicamente –agrega Sánchez-, lo que me enseñó la huaca fue a entender estar en un resto arqueológico que te conecta con el mar y con el inicio de la cordillera. Es un punto que sirve de adoración o peregrinaje que, sin embargo, te conecta con elementos de la naturaleza muy fuertes. Porque tú estás en la punta de la pirámide y sientes el aire, sientes el mar y, sin embargo, te das la vuelta y ves la cordillera y los apus”.
Así sonaba Lima y así la han vuelto a hacer sonar: escucha aquí el disco “Sonidos de Pucllana”.
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