Sonia del Águila

ama la vida y luchó por no perderla con todas sus fuerzas. El músico peruano libró hace algunas semanas una tenaz batalla contra el (COVID-19). El invisible enemigo lo tenía postrado en una cama, conectado a un respirador artificial, cuando un pedido de los médicos sumado a su fe, lo motivó a no rendirse. El momento era crítico. “Respira, Diego, respira”. “Esa vaina se quedó en mi cabeza”, dice.

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“Los primeros días, me molestaba el estómago, era una sensación rara, un malestar general. Entonces, decidí hacerme una prueba molecular que salió negativa. Y a manera de botar el estrés, acordamos con mi esposa hacer una parrillada en casa, estábamos metiendo el carboncito, cuando pedí parar porque no me sentía bien. Al día siguiente, me hice una prueba de antígeno y otra molecular. La molecular salió positiva”, narra el intérprete de “Hasta el fin del mundo”.

Ante la existencia de falsos negativos en pruebas para descartar el COVID-19, Dibós Caravedo recomienda enfáticamente, realizarse más de una muestra a fin de evitar una tranquilidad ficticia.

“Que los laboratorios o las personas que usan o distribuyen estos servicios que le hagan doble check a todo, que tomen sus precauciones, que no se confíen, y si pueden hacerse dos pruebas moleculares en dos laboratorios distintos, sería genial”, enfatiza el músico peruano.

¿Cómo te contagiaste?

Creo que fue cuando salí a comprar, al supermercado, porque en mi casa somos bien cuidadosos. Puede ser también por algún pedido que hice, aunque cuando entran cosas a mi casa, un poco más y les tiramos la botella de alcohol encima.

Ante la confirmación de que adquiriste la enfermedad, ¿qué medidas iniciales tomaste?

Lo primero que hicimos en casa fue aislarnos todos. Yo estuve aislado en mi cuarto, monitoreado por un doctor por teléfono, tomando las cosas que me recetaba, tomando mucha agua y midiéndome la saturación. Tenía 38,5 de temperatura y mi saturación bajó hasta 90. En ese momento no necesitaba oxígeno, pero decidí ir a una clínica, porque todo indicaba que mi salud empeoraría. Cuando llegamos a la clínica me hicieron unos exámenes que arrojaron que tenía el 25% del pulmón tomado. Luego me condujeron a una sala pequeña en espera de una cama, mi esposa se quedó afuera por temas sanitarios. Antes de pasar a una habitación, estuve como tres días en una camita de emergencia. Creo que me pusieron una cánula de alto flujo, no recuerdo muy bien porque los medicamentos que te ponen, poco a poco te van sacando de la realidad.

¿Cuándo te trasladan a una cama UCI?

Cuando mis pulmones fueron tomados en un 60%, pero no recuerdo nada. Después de estar dos semanas con respiración mecánica, en un mundo paralelo, en otra dimensión; los médicos deciden extubarme porque mi corazón se había estabilizado y mis glóbulos blancos, que se habían disparado, estaban normales. Para ese proceso debía estar “consciente” para recibir órdenes, entonces me despiertan.

¿Recuerdas cómo fue ese despertar?

Solo recuerdo que me decían: “Respira, Diego, respira”. Esa vaina la tengo en mi cabeza. Tenía que respirar porque si eso no sucede, te entuban otra vez. Es un momento crítico.

¿De dónde sacaste tanta fuerza para luchar, para vencer a ese enemigo que no da tregua?

Es una fuerza inconsciente, yo soy un fiel creyente de Dios, soy católico. Muchas personas se unieron en oración, a través de una misa online; y amigos de toda la vida se unieron en zoom para recordarme bonito. Creo que esa energía de la gente sumada a mis fuerzas, a mis energías inconscientes, hicieron que Dios decida que me quede.

Cuando despiertas después de dos semanas, ¿qué fue lo primero que se te cruzó por la mente?

Entraba y salía de incoherencias, alucinaciones. Lo primero que me preguntaron los doctores, fue: “¿cómo te llamas?”, luego “¿cómo te apellidas?”, y respondí coherentemente. Pero cuando me preguntaron: “¿en qué clínica estábamos?”, les di otro nombre.

¿Qué alucinaciones tuviste?

Tuve alucinaciones muy, muy bravas y todas fueron espantosas, no hubo ningún momento alegre, fue como una pesadilla que duró dos semanas. Alucinaba que aparecía en distintos lugares del mundo, amarrado. Sentía mucho calor, mucho miedo, y cuando desperté no podía saber qué cosa había sido verdad y qué no. Cuando desperté, no sabía si las enfermeras eran buenas o malas porque en mis sueños también habían enfermeras.

¿El Covid te dejó algún daño colateral?

Nunca llegas al cien por ciento de tus pulmones otra vez, dicen que te quedas con un 10 o un 5 por ciento fregado, pero con eso puedes hacer tu vida normal. Hago ejercicios tres veces al día, estoy con un rehabilitador online, cada vez toso menos, me voy a demorar un poco para recuperar mi capacidad pulmonar.

¿Cuando recuperas la consciencia, qué es lo primero que piensas?

Lo primero que quería era llamar a mi esposa, luego, cuando mi esposa me cuenta todo lo que la gente hizo cuando estuve internado, me dieron ganas de cantar, de mandarle un mensaje a todos ellos, cantándoles una canción que tenía en la cabeza.

¿Qué canción?

“Everything’s Gonna Be Alright” (”Todo va a estar bien”) de Bob Marley. Me imaginaba en mi estudio tocándola y grabándola, y agradeciendo a la gente.

¿Cómo fueron los días posteriores al alta?

Las dos primeras semanas de las tres que tengo afuera he llorado todos los días por dos razones: primero, por la emoción de estar otra vez con mi familia, con mi esposa y mis hijos. Mis hijos tienen: 6, 8, 9 y 11 años, son niñitos, no podía perderme su crecimiento. Si me hubiese tocado irme, los hubiese podido cuidar desde arriba, pero no acompañarlos en cada paso que den.

A tus 45 años , ¿dirías que el COVID-19 que acabas de librar fue la experiencia más dura que has vivido?

De todas maneras. Siempre he pensado que las cosas pasan por algo, mi vieja siempre me dice, que de lo malo saque lo bueno. Personalmente, siempre he tenido la mochila cargada de cosas chéveres, siempre he sido agradecido con la gente porque trabajo desde hace 20 años en lo que me gusta, y tengo a mi esposa y a mis hijos sanos. De repente, un defecto mío es comprometerme con muchas cosas, no saber decir “no tengo tiempo para esto”, porque me gusta ayudar a la gente. También tengo una carga familiar grande y chambeo hasta sin dormir, y es natural en mí y no me quejo. Sin embargo, creo que todo eso, sumado, no es sano, por eso he empezado a aligerar mi carga.

¿Y qué cosas estás sacando de tu vida?

En mi caso que trabajo en lo que me gusta (la música), estoy sacando cosas que no tienen que ver con eso, por más que esto me ponga en un riesgo económico, pero también hay que pensar en estar sano física y espiritualmente.

¿En base a tu experiencia con el coronavirus, qué le recomendarías a la gente?

Que tomen muchas precauciones, que no se confíen porque los especialistas no conocen bien este virus. Que de un día a otro te puedes ir.

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