"Casa de Perros": Los fantasmas de la reforma agraria sobre las tablas
"Casa de Perros": Los fantasmas de la reforma agraria sobre las tablas
Enrique Planas

Oyotún está de fiesta. Hace un año, representantes del gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas llegaron a este pequeño pueblo del norte y les dijeron a sus pobladores que el patrón no volvería a comer más de su pobreza. Desde entonces, tras la expropiación, todos parecen felices. Llevan finos relojes de contrabando, consumen el capital de la cooperativa y creen con ingenuo orgullo que son propietarios de la tierra en la que trabajan. Parecen haberlo olvidado todo: los días de violencia, las víctimas de sospechosos accidentes y la subordinación total al temido patrón.

Tras un año de ausencia, Juan ha regresado al pueblo. Vuelve esperando asistir a la misa de difuntos de su hermano mayor, quien fue asesinado en un confuso incidente en la casa-hacienda. Sin embargo, ni a su familia ni al resto de vecinos parece interesarles el caso. ¿Por qué? Buscar la respuesta y enfrentar a su familia alterará la aparente tranquilidad local. Así comienza “Casa de perros”, pieza teatral escrita por Juan Osorio y dirigida por Jorge Villanueva.

A pesar de que el velascato y la reforma agraria generaron profundos cambios en la estructura económica y social del país, es curioso que la obra presentada en el auditorio del Icpna de Miraflores por la Especialidad de Teatro de la Facultad de Artes Escénicas de la PUCP sea uno de los pocos textos teatrales que se enfoque en la fracasada revolución peruana y los cambios en el sistema de propiedad de la tierra. Por cierto, no es intención del autor ni del director quedarse en la recreación histórica. Más allá de una representación costumbrista, la obra profundiza en los mecanismos de control y de exclusión social que, tanto entonces como ahora, ejerce el poder. “Casa de perros” es una obra sobre la memoria y la desmemoria, los intereses que quieren mantener el statu quo, la capacidad del poder para recomponerse, establecer nuevas alianzas y recuperar sus privilegios. Así, un pequeño pueblo norteño es un espejo para mirarnos los peruanos de hoy.

—Los vivos y los muertos—
"Si bien la obra se desarrolla en los tiempos de la reforma agraria, a nosotros nos interesa más pensar en los ecos que persisten de este proceso en nuestra actual sociedad", señala Villanueva, terminando uno de los ensayos.

Para el director de este montaje, uno de los retos de la propuesta de Osorio es asumir la poética de la obra, la cual, además de contar una historia de intriga política y épica popular, recurre a recursos del teatro clásico como los coros, sean de las voces del pueblo que reclaman justicia o de Las Aparecidas, grupo de mujeres fallecidas en un incendio en el almacén de la hacienda, hecho que nunca se investigó. Ellas permanecen en la historia como almas en pena, esperando que Oyotún recupere la memoria y, con ello, la reconciliación.

“Eso me provoca mucho más que dirigir una obra meramente costumbrista. Los personajes te permiten crear un tipo de lenguaje especial”, afirma Villanueva.

En el elenco de la obra destacan Stephanie Orúe, Ismael Contreras, Muki Sabogal, entre otros. (Fotos: ICPNA)
En el elenco de la obra destacan Stephanie Orúe, Ismael Contreras, Muki Sabogal, entre otros. (Fotos: ICPNA)

—Volver a los 70—
Cuando hablamos de procesos de recuperación de la memoria histórica, tanto investigadores como creadores se han concentrado en los 80 y la violencia terrorista. Pero los 70, marcados por la llamada revolución peruana, entre otras inflamadas retóricas de la primera fase de la dictadura militar, se ha perdido de vista. ¿Por qué es importante volver a hablar de ella?

Para Juan Osorio, responsable del texto, las reformas velasquistas constituyen un proceso histórico que definió la segunda parte del siglo pasado. “Quizá porque ha sido tan potente y significativo, nos hemos encargado sistemáticamente de obviarlo, sin poder enfrentarlo. El gobierno de Velasco sigue siendo un tema abierto, sin explorar. El fracaso de su proyecto es un antecedente inmediato a toda la crisis de los años 80. Fue, de alguna manera, una especie de ilusión. La gente creyó que se estaba materializando la utopía en el país. Eso estaba condenado al fracaso, y por eso no ha llegado a consolidarse como un proceso histórico visible. Ha quedado atrapado en esa ambigüedad”, explica.

Esa ambigüedad se plasma de diferentes maneras en el proceso de este montaje, incluso en las más anecdóticas. El director confiesa que era difícil establecer el grado de antigüedad de los elementos de la utilería. A veces elegían muebles o aparatos de cocina propios de los años 40, a pesar de que esta obra transcurre varias décadas después. Pero más allá de la anécdota, el punto central de aquel curioso anacronismo tiene que ver con que la obra nos habla de la caída del hacendado, lo que empuja a un pueblo del feudalismo a una prometida modernidad.

Osorio comenta: “Actualmente, en el campo peruano, sobreviven aún las estructuras feudales. Como se dice en la obra, todos tenemos un gamonal en las tripas. Este personaje aún forma parte de nuestro pensamiento político, con cierta seducción que aún ejercen sobre nosotros las figuras totalitarias o antidemocráticas. En nuestro país no hemos generado todavía un desarrollo histórico moderno, sino posfeudal”.

En el elenco de la obra destacan Stephanie Orúe, Ismael Contreras, Muki Sabogal, entre otros. (Fotos: ICPNA)
En el elenco de la obra destacan Stephanie Orúe, Ismael Contreras, Muki Sabogal, entre otros. (Fotos: ICPNA)

—El lugar de las mujeres—
En una obra épica que convoca a todo un pueblo, tanto su autor como su director han sido cuidadosos de no caricaturizar a sus actores sociales, especialmente a las mujeres. Para Osorio, es complicado delimitar esta presencia en un medio de opresión machista y tradicional. “Es difícil buscarle un perfil de independencia a la mujer sin hacer uso de la prédica libertaria contemporánea en boga. ¿Cómo hablar de una época y replicar esas estructuras de poder patriarcal sin mostrar la condición de sometimiento de la mujer en esas condiciones?”, se pregunta.

En su obra, las mujeres viven sometidas, pero también toman decisiones y tienen conciencia de su propio destino. “De alguna manera, eso ya te hace salir del arquetipo de la mujer oprimida y víctima. Se trata de un tejido muy fino. Lo que la obra está proponiendo es un sistema de poder, donde todos, tanto mujeres como hombres, son víctimas de quienes ejercen el poder”, explica.

MÁS INFORMACIÓN
​Lugar: auditorio ICPNA de Miraflores (Av. Angamos Oeste 120). Horario: de viernes a domingo, 8 p.m. Hasta el 12 de noviembre. Entradas: Teleticket.

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