Una huelga de insectos. Un grupo de personas se ensucia las manos de tierra y empieza a plantar. Seis plantas presentan sus reclamos a los seres humanos. Las palabras del mar y de la arena. La historia del escribano hortolano, el pájaro ciego que se sirve como manjar. Cada una de esas instalaciones –de diez– dura cinco minutos y marca el recorrido de dos horas y 15 minutos de la obra que ha tomado la Casa Yuyachkani bajo el título de “Intercam-bios”. Las últimas funciones son hoy, mañana y el jueves.
La propuesta del Cargo-Theater de Friburgo, junto a artistas nacionales, encaja dentro del concepto de teatro posdramático. El actor, más que instrumento, es un creador, un performer que tiene mucho contacto con el público y que sirve como un medio o guía para el texto. Dicha teoría viene desde Alemania, aunque de otras maneras se ha venido realizando en nuestro país. Conceptos como el de las teatralidades expandidas, que tan bien maneja el colectivo Yuyachkani, son ejemplo.
El Comercio conversó con Jorge Baledón –quien junto a Carla y León Wierer desarrollaron el concepto de “Intercam-bios” y se encargan de su ejecución– sobre la inusual presencia de este tipo de montajes en Lima. Él contestó: “Creo que tiene que ver con los circuitos de producción y difusión. Estos proyectos se generan en la medida que existan espacios que alberguen proyectos alternativos o que el mismo Estado, que desde hace algunos años lo viene haciendo, apoye investigaciones no tan hegemónicas. Lo que sucede, más bien, es que el circuito de teatro tiene lineamientos más tradicionales como entender al espectador como un agente pasivo, en donde la estructura del edificio marca esa distancia entre los asientos oscuros y lo que sucede delante suyo. Este proyecto está financiado por la ciudad de Friburgo, hemos recibido apoyo del Goethe-Institut de Lima y de una universidad alemana; es decir, si hay apoyo material, nos podemos dedicar a la investigación. No podría hacerlo si dependiera de las entradas o del circuito mismo”.
PENSAR EL MUNDO
“Intercam-bios” tiene un objetivo que salta a la vista: que las personas se enfrenten a su huella en el mundo, que sean conscientes de su impacto en el medio ambiente, como colectivo y como individuos. Por eso es que los insectos reclaman que están destruyendo su hogar; por eso es que las plantas cuestionan a los hombres el no poder comunicarse ni entenderlas.
Durante casi toda la experiencia, es a través de los sentidos y de la poesía que el mensaje llega. Los creadores, sin embargo, han guardado hacia el final una suerte de reunión entre los performers y el público. Baldeón explica que la puesta en escena está pensada para manejarse en intervalos: una persona entra a un microcosmos –nombre que le dieron al espacio privado en el que sucede cada instalación– y tiene una experiencia íntima, para luego salir al espacio público.
Él anota: “Nosotros tratamos de conversar, de intercambiar ideas, armamos pequeños debates. Existe una necesidad de no dejarlo en el plano metafórico y sensorial, sino también de plantearnos preguntas sobre las diferencias que existen en el mundo. En América Latina, los temas de medio ambiente están relacionados a la violencia, a la muerte de comunidades indígenas, a la corrupción. En Alemania no es tanto así. Allí la ciudadanía tiene otra actitud porque está concientizada. Lo que sucede allá es que hace rato que superaron sus cuotas de carbono: ¿sabes que cada país tiene derecho a contaminar? Bueno, algunos países de Europa compran esas cuotas a países como el Perú, que no contaminan nada”.
MÁS INFORMACIÓN
Lugar: Casa Yuyachkani. Dirección: Jr. Tacna 363, Magdalena. Funciones: hoy, mañana y el jueves, 8 p.m. Entradas: libre, previa inscripción (intercambiosdpe@gmail.com o 91883-7240).