"El montaplatos": nuestra crítica de la obra de teatro
"El montaplatos": nuestra crítica de la obra de teatro

A Harold Pinter (1930-2008) le debemos algunas de las pinceladas más duras del teatro del siglo XX. Sus obsesiones lo llevaron a apostar por un teatro sarcástico aunque no precisamente divertido, cruel sin amargura, directo y no por ello obvio. Un dramaturgo inclasificable que le ha regalado a la comunidad teatral un conjunto de piezas capaces de plantear los desafíos necesarios para que los actores y directores arriesguen para conocerse a sí mismos. Estas entusiastas palabras son resultado de mi admiración por un autor capaz de mantenerse fiel a sus creencias. No significa que sus obras me gusten o interesen con la misma pasión que la de otros escritores de su tiempo. Por eso enfatizo que es la gente de teatro la que mejor se nutre de sus creaciones.

De allí que resulte interesante observar “El montaplatos” (“The Dumb Waiter”, 1957), que actualmente se presenta en la Alianza Francesa de Miraflores. Estrenada el mismo año que la clásica “Fiesta de cumpleaños” (“The Birthday Party”), esta comedia se encuentra dentro del teatro más hermético de su autor. Una pieza del llamado teatro del absurdo en la que dos asesinos a sueldo esperan en un sótano las indicaciones para encontrar a su próxima víctima. Pero lo que podría resultar siniestro es más bien inquietante porque las palabras y diálogos van por cualquier parte, menos por la planificación del asesinato. No estamos frente a una obra con una estructura tradicional. Aquí no tenemos la consabida presentación, el nudo de la intriga y el desenlace. Estamos más bien dentro de un universo anárquico donde las palabras esconden sentimientos más complejos y los movimientos escénicos son más bien una coreografía emocional.

El montaplatos”, dirigida por Joaquín Vargas, es de entrada un montaje con una apuesta por un diseño visual creativo y capaz de crear la atmósfera oportuna. Allí tenemos a Ben (Juanjo Espinoza) y Gus (Fernando Luque), ocupando sus lugares sobre un escenario que bien puede simular un sótano del mismo modo que un tablero de juegos. Lo interesante es la presencia constante del director en escena, acompañando a los personajes y de alguna manera guiándolos, sin pisar en ningún momento el tablero. El efecto es muy acertado. Sin duda hay una propuesta coherente por parte de la producción que nos permite entrar en ese mundo tan oscuro y por momentos abstracto. Y eso hay que agradecerlo.

Pero una obra de esta dimensión, aparentemente pequeña en términos de duración y elementos necesarios para su montaje, es también una trampa. Porque como todas las obras del llamado teatro del absurdo, estas también pueden convertir en absurdo al teatro mismo y eso no puede pasar. En la puesta en escena de Vargas me temo que, si bien tiene una correcta construcción del universo visual, no tiene la misma consistencia al plantear la acción. No lo culpo porque darle sentido a esos diálogos, irrelevantes en apariencia pero tremendamente reveladores, es algo muy difícil. En esas frases y palabras hasta los maestros naufragan. Y sucede en esta oportunidad que no tenemos claro hacia dónde nos conducen porque la obra no causa desconcierto, sino desinterés. Y ese es un problema.

Los actores tienen una buena oportunidad para explorar en sus propios alcances. No estamos frente a personajes comunes y es más bien un duelo de resistencia donde dos intérpretes tienen el encargo de crear una realidad alterna. Juan Espinoza tiene gran aplomo. Apela a la naturalidad pese a estar dentro de un lienzo tremendamente expresionista. Y su trabajo es efectivo justamente porque se integra al todo con una extraña confianza. Menos efectivas encuentro las muecas y movimientos a los que apela Fernando Luque, sobreactuando por momentos, sin crear el contrapunto que tanto necesita su compañero de escena.

“El montaplatos” es una obra que difícilmente puede cautivar a una audiencia masiva. Pero el público interesado en un teatro diferente o alternativo bien puede disfrutarlo. 

LA FICHA:
Obra de 1957 escrita por Harold Pinter.
Dirección: Joaquín Vargas.
Producción: Pamela Stewart.
Actores: Juanjo Espinoza y Fernando Luque.
Lugar: Teatro de la Alianza Francesa de Miraflores (Av. Arequipa 4595 ).
Fechas y horario: miércoles y jueves, 8 p.m.
Calificación: 2/5.

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