“Los mimos sí pueden hablar en los escenarios ¿Quién dijo que no?”, menciona de forma alta y clara César Chirinos, desafiando la creencia de que en el mundo de las pantomimas las palabras están prohibidas. Sin el tradicional maquillaje blanco en el rostro ni el clásico atuendo de camisa blanca y pantalón negro, Chirinos se aventura a redefinir su arte, explorando más allá de los límites establecidos por Marcel Marceau y su emblemático personaje Bip.
“Lo que pasa cuando uno hace un trabajo tan bien, como es el caos de Marceau, es que comienzan a aparecer imitadores, entonces usar el polo a rayas y la cara blanca era una forma de copiar al personaje del gran mimo francés”, explica Chirinos en entrevista con El Comercio. “Esta marca personal que fue expandiéndose generó una limitación para los que hacemos mimo y un rechazo a aprender otras cosas que no sea jalar cuerdas invisibles para lo que recién quieren adentrarse a este mundo”, agrega.
Entonces, ¿qué es ser un mimo? “La base del mimo es la autonomía en sus creaciones, no estar subordinado a directores ni dramaturgos, sino utilizar el cuerpo como la herramienta principal, inspirándose en elementos propios del artista, ya sean sus experiencias, ideas o sentimientos, no necesariamente tristes o tragicómicos. Esa característica también la implementó Marceau”, nos cuenta Chirinos.
Y es que ser mimo es saber cuándo y cómo utilizar la voz de manera efectiva, movimientos precisos y una serie de expresiones faciales que complementen el acto por completo. “Esto es un arte en toda la extensión de la palabra. Ha influenciado otras ramas como el teatro y la danza en los últimos cien años. Muchas cosas que se aplican allí provienen de investigaciones realizadas en el campo del mimo”, explica Chirinos.
Mimos en Perú
En el Perú, la historia del mimo está estrechamente vinculada a la evolución del teatro y las artes escénicas locales. A lo largo de los siglos, la influencia de la tradición teatral europea, especialmente de la Commedia dell’Arte italiana, que incorporaba máscaras y personajes arquetípicos, dejó una huella significativa. Esta tradición se fusionó con las formas de expresión autóctonas, creando una rica herencia cultural en la que el mimo encontró un terreno fértil para desarrollarse.
Uno de los pioneros del mimo en el Perú fue Jorge Acuña, una figura emblemática del teatro de calle. Acuña, conocido por su capacidad para combinar el mimo con elementos de crítica social y humor, se convirtió en un referente del arte del mimo en el Perú. Su trabajo no solo se limitó a los escenarios formales, sino que también llevó el mimo a plazas y calles, democratizando el acceso a esta forma de arte y acercándola al público general.
La familia Piqueras ha sido fundamental en la historia del mimo en el Perú, especialmente a través de la figura de Juan Piqueras. Este destacado mimo peruano no solo se dedicó a las artes escénicas, sino también a las artes plásticas, siendo un prolífico dibujante y pintor. Junto a su esposa Carmen, también mimo, fueron esenciales en el desarrollo del mimo en el Perú, y además cultivaron un espacio de aprendizaje y creatividad para nuevas generaciones de artistas.
“Existen dos grandes representantes en el país, los Piqueras y Jorge Acuña, quienes nos representan de gran manera, pero hay varias generaciones de mimos en el país. Todos seguimos este gran legado y mantenemos vivo el mundo de los mimos, algo que no es tan común, pero existimos”, nos cuenta Chirinos.
En estos tiempos donde hablar es urgente, pero tomar acciones lo es aún más, el mimo nos recuerda que la expresividad de las acciones, acompañadas por las palabras, es una herramienta potente, especialmente cuando, a pesar del gran tráfico generado en redes, todo parece estar en silencio. “Como mimo, nunca he pensado tanto en las palabras, en lo que diré y las repercusiones que puede tener. Es curioso porque se supone que el mundo piensa que debo estar en silencio”, concluye.