La idea está asimilada: Perú de Ricardo Gareca sabe a qué juega y, sin traicionar ese concepto, siempre va hacia adelante. Al estilo, se suma la fortaleza psicológica que el ‘Tigre’ ha sabido imprimirle al plantel. Hoy, la selección compite sin miedos, confiando en su juego y sus capacidades. Por ello, Rusia 2018 debería ser el torneo de la consolidación de este equipo a partir de una propuesta ya implantada para llegar a resultados positivos.
Pero el Mundial también debería servir para afianzar jugadores y hacer creer al extranjero que nuestro limitado Descentralizado es un mercado para observar. Es fabuloso ver a futbolistas como Rodríguez, Trauco, Cueva o Carrillo, quienes no suman muchos minutos en sus clubes, mostrar buen nivel cada vez que se ponen la blanquirroja. Esta Copa del Mundo debería ser la confirmación de todo lo bueno que han demostrado con Perú, pero también el punto de partida para una regularidad en sus equipos.
Algo parecido a lo que sucedió con Chile de Marcelo Bielsa que, tras faltar a dos mundiales (Corea-Japón 2002 y Alemania 2006), volvió de gran manera en Sudáfrica. Aquel seleccionado sabía a qué jugaba y, teniendo como inicio esa realidad, mejoró a sus futbolistas, quienes encontraron reconocimiento en el exterior.
Todos esperamos que a Perú le pase algo similar. Que el Mundial Rusia 2018 sea el comienzo de una sana costumbre que se repita cada cuatro años. Y que las puertas de un campeonato de primer nivel se abran para nuestros jugadores.