La salida del presidente boliviano Evo Morales luego de casi 14 años de gobierno, una Venezuela con un mandatario cuestionado y otro autoproclamado, el regreso del peronismo en Argentina y la explosión social en Chile, Colombia y Ecuador marcaron el turbulento 2019, y auguran un 2020 que estaría caracterizado por la incertidumbre.
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Pese a que en Bolivia no ha terminado el debate sobre si Evo Morales sufrió un golpe de Estado o se impuso la voluntad social, el país ya se alista para elegir a un nuevo mandatario entre marzo y mayo, y el Movimiento al Socialismo (MAS) está llamado a ser el gran protagonista.
Serán las primeras elecciones desde el 2006 en las que Morales no participará y, según el analista político boliviano Franklin Pareja, esto plantea una oportunidad histórica para el partido del exmandatario.
“El MAS se ha erosionado pero no desplomado. Siguen al frente de 225 de los 339 gobiernos municipales. En ese sentido, deberán decidir entre seguir en el ala dura o relanzarse con un talante dialogante, concertador y democrático”, explica a El Comercio.
Pero Pareja plantea una tercera figura para el masismo y es el de una candidatura mixta. “Con un líder radical y un vicepresidente moderado generaría una correa de transmisión entre el nuevo y antiguo electorado”.
Además, explica que si bien la mayoría apuesta por el nuevo proceso, este no está libre de amenazas.
“Hay grupos dentro y fuera que están buscando sabotear la transición. Tenemos países que se han involucrado de forma impertinente e inaceptable, concretamente México, Argentina y ahora España”, señala Pareja.
El gobierno de transición de Jeanine Áñez ha reconfigurado la relación de Bolivia frente a otros países de la región, alejándose de Venezuela y Cuba, y acercándose a Estados Unidos o Brasil. “Además, con México y Argentina, que no solo han dado protección al señor Morales –cuya validez es incuestionable–, sino que le permitieron ejercer acciones políticas contra Bolivia cuando eso está prohibido”, explica.
En Argentina, el 2019 estuvo marcado por el regreso del peronismo al poder, encabezado por Alberto Fernández pero con la poderosa imagen de Cristina Fernández de Kirchner en la vicepresidencia. Si bien el principal reto para el país estará enfocado en frenar la recesión, otro punto clave será ver quién llevará realmente la conducción nacional.
En lo económico, el Gobierno lanzó un paquete de medidas impositivas y sociales para intentar hacer frente a la deuda externa de US$315 mil millones y la tasa de desempleo del 10,4%.
—Crisis de largo aliento—
Venezuela se ha convertido en el rostro de la inestabilidad regional. Este 2019, a las sanciones internacionales, denuncias de violaciones a los derechos humanos y una inflación cercana al 200.000%, se sumó la aparición de Juan Guaidó –reconocido por casi 60 países como presidente encargado–, que despertó grandes expectativas entre la oposición pero que cierra el año sin una gran victoria.
“Hay cierto sector de la población que se siente frustrado y tiene derecho”, explica a El Comercio el abogado constitucionalista venezolano Pedro Afonso del Pino. “Ahora, decir qué puede ocurrir en Venezuela, no en un año, sino en un mes es casi un acto de magia”.
Para el especialista, los grandes retos de la oposición estarán en enfrentar unas elecciones legislativas con fecha incierta y fortalecer la figura de sus líderes.
“La Constitución no indica fecha para la elección. En caso de adelantarse, la oposición deberá decidir si participa y bajo qué condiciones”, explica. “Otra clave será mantener su presencia geográfica. Si la dirigencia opositora se concentra en Bogotá, Lima o Miami será un caso como el de Cuba, donde la disidencia es incapaz de coordinar un cambio”.
En ese sentido, opina que el aporte de la comunidad internacional reside en la negociación y no en el aislamiento del país. “Si el chavismo deja de tener interlocutores de nada servirá que 200 países estén en contra”.
— Bolsonaro y su segundo año a cargo—
Tras 12 meses en los que no lo abandonaron las polémicas, el ultraderechista Jair Bolsonaro buscará afrontar su segundo año como presidente de Brasil con indicadores económicos que demostrarían que la recesión que vivía el país desde el 2014 ha finalizado.
A esto se suma el anuncio realizado hace unos días por el Gobierno sobre la reducción al 11,2% de la tasa de desempleo, el nivel más bajo desde el 2016.
Sin embargo, este nostálgico de la dictadura brasileña tendrá que medir su popularidad en octubre, cuando se celebren las elecciones municipales. A esto habría que añadirle dos puntos que incrementarían el reto para Bolsonaro: haber abandonado el Partido Social Liberal para iniciar el suyo propio y –quizás el más importante– la excarcelación del carismático y popular expresidente Lula da Silva, que tomará la bandera de la oposición.