Hez, de 70 años y cinco hijos, es uno de los cientos de contrabandistas que trabaja en la frontera del Kurdistán, entre Irán e Iraq.
Cada mañana espera junto a sus compañeros que lleguen las camionetas, cargadas con todo tipo de productos, a estas montañas a 4.000 metros de altura.
En esta ocasión le toca portar neumáticos, con los que arma un pesado bulto que se coloca a la espalda.
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