Desde principios de año, alrededor de 75.000 personas han cruzado el Mediterráneo para llegar a Europa, por lo general hacinados en barcos que no están en condiciones de navegar. A menudo, los barcos son confiscados para impedir que los traficantes de personas vuelvan a utilizarlos.
He encontrado el lugar donde son trasladados algunos de estos barcos. Su cementerio es un parche en el mero cemento, escondido en el interior del puerto de Pozzallo, en Italia.
Los decrépitos pesqueros que trajeron a los migrantes desde el otro lado del Mediterráneo están apoyados sobre el cemento en extraños ángulos sobre el piso.
Sus nombres fueron pintados con colores brillantes en el lateral, las letras en árabe comienzan a despegarse, el techo redondeado de sus cabinas y los colores de sus cascos pintados en tonos azul claro y rojo, recuerdan a los barquitos infantiles de juguete.
Pero cruzar el Mediterráneo no es ningún juego.
Consigo hablar con un hombre llamado Giuseppe que dirige una empresa de carga en el puerto. "¿Ves esos barcos en la parte trasera?" dice, señalando hacia la valla perimetral. "¿Cuál diría usted que está más limpio?".
El de la izquierda debe haber estado fuera del agua meses, si no años. Pero nunca nadie ha reclamado las pertenencias que dejó el último grupo de pasajeros.
En la cubierta puedo ver una mochila negra, una chaqueta acolchada de hombre, piezas de ropa deshilachada y el zapato de un niño en el que se puede ver unos corazones bordados, ya parduzcos.
"Para cuando los encontramos, llevaban muertos cuatro días. Trabajamos toda la noche sin descanso para sacar los cadáveres", cuenta Guiseppe. (Foto: BBC Mundo)
"No saben nadar"
Decenas de salvavidas de color naranja están desparramados en el suelo.
En mi mente se agolpan las posibilidades. ¿Significa una falsa alarma y que la ayuda llegó antes de que fueran necesarios los chalecos salvavidas? ¿O que la nave colapsó antes de que tuvieran tiempo para ponérselos?
En comparación, el barco junto a él está casi en condiciones para volver al mar. El equipaje de los migrantes ha sido organizado en tres enormes sacos blancos, que sólo un ascensor hidráulico puede mover.
Giuseppe me dice que él y su personal limpian ese bote con respeto.
No fue hasta que fue arrastrado a tierra cuando descubrieron que había 46 jóvenes encerrados bajo cubierta. "No tenían aire ahí abajo", dice Giuseppe.
"Para cuando los encontramos, llevaban muertos cuatro días. Trabajamos toda la noche sin descanso para sacar los cadáveres. Hicimos agujeros en la cubierta para que saliera el hedor. Ese olor me acompañará el resto de mi vida", dice con los ojos llenos de lágrimas.
"¿Sabes por qué es tan raro encontrar los cuerpos cuando uno de estos barcos se hunde?" pregunta. "Es porque muchos de los migrantes no pueden nadar, así que cuando se dan cuenta de que el barco se hunde, se aferran para salvar su vida. Luego les viene el rigor mortis, y quedan unidos a la embarcación para siempre en el fondo del mar. Un amigo mío es un buzo en Lampedusa. Lo vio con sus propios ojos".
Los chalecos salvavidas amontonados hacen pensar en la suerte que corrieron los inmigrantes que viajaron en ese bote. (Foto: BBC Mundo)
Italia, lugar de tránsito
Una y otra vez, escuchamos que el objetivo real de los migrantes es alcanzar el norte de Europa. Italia es sólo un lugar de tránsito, ya que ofrece la orilla europea más cercana y más accesible. No tienen intención de quedarse aquí.
De hecho, algunos incluso han asegurado haber reservado y pagado los taxis para recogerles en los lugares de llegada previstos para que puedan llevarles directamente a las fronteras de Italia con sus más ricos, los vecinos del norte.
Se dice que las autoridades italianas se hacen los de la vista gorda pero cuando los barcos se rompen o cuando la guardia costera interviene, llegan los medios y la máquina burocrática tiene que procesarlos. En ese momento los migrantes eligen entre tratar de permanecer aquí o ser repatriados.
Antes de visitar el cementerio de los barcos estuve en un hogar de acogida en la cercana ciudad de Noto, donde un grupo de adolescentes egipcios llevan viviendo dos años.
Los siete jóvenes que conocí, evidentemente, estaban bien cuidados e integrados en su comunidad. Habían aprendido a hablar, no italiano exactamente, pero el dialecto siciliano, y todos habían adoptado nombres como Ciccio y Roberto, en vez de utilizar los nombres árabes con los que habían llegado.
Los colores brillantes en los que fueron pintados los nombres de las embarcaciones comienzan a descascarillarse. Nadie reclama los barcos ni las pertenencias que allí quedaron. (Foto: BBC Mundo)
Ahora que muchas personas vienen del norte de África está claro que Italia no puede ofrecer ese tipo de hospitalidad a todos ellos. "No es que no queramos a los inmigrantes aquí", me dice Giuseppe, "hemos tomado sus recursos naturales, así que se lo debemos".
Señala de nuevo el grupo de cascos descompuestos y oxidados en la orilla. Más de 150 han llegado solamente a este puerto, dice. Y cada puerto en Sicilia ahora tiene su propia colección de barcos de migrantes. "¿Cómo puede lidiar Italia por sí misma con todas estas personas?", se pregunta antes de añadir: "Usted es un periodista, por favor, dígale al mundo, necesitamos ayuda".