Edgar Jiménez, más conocido como "el chino", estuvo en las fiestas y ceremonias más importantes del ex capo colombiano Pablo Escobar. Detrás del lente de su cámara fueron captados los momentos de dicha del fallecido narco de quien Jiménez recuerda, era un "muchachito normal y corriente", según explicó a El Mundo de España.
Jiménez fue compañero de escuela de Escobar. Al volverse a encontrar con él, 13 años después, Pablo no era más el regular alumno de colegio que “el chino” conoció. Su figura era la misma, pero el poder que tenía era diferente.
"Me dijo que había terminado siendo lo que siempre quiso ser: un bandido".
Jiménez, tiene 67 años y mantiene su oficio de fotógrafo y documentalista.
"Pablo era popular en la escuela solo por ser hermano de Roberto Escobar, El Osito, uno de los mejores ciclistas de Colombia".
El encuentro entre los ex compañeros de colegio le permitió a “el chino” ganarse un puesto de trabajo como fotógrafo personal de Pablo.
Durante las reuniones "nunca sacábamos el tema de sus negocios. Uno nunca preguntaba. Y él sabía muy bien a quién involucrar y a quién no".
El ex compañero de Pablo Escobar reconoce que antes de la muerte del ministro de Justicia de 1984, Rodrigo Lara Bonilla, el ex narco asistía a varias fiestas.
A esas celebraciones también asistía Jiménez.
"El hecho de que fuéramos amigos de instituto, donde se forjan las amistades más fuertes, hizo que no cambiáramos. Y mientras unos le llamaban Patrón o jefe yo seguía diciéndole Pablo".
La confianza que se tenían llevaron a “el chino” a hacer cosas que otros no se atrevían a realizar. Jiménez recuerda que en una ocasión, mientras practicaban fútbol, empujó fuertemente al famoso narco y este le dijo: 'Chino, tómela con calma'.
En otra ocasión, Jiménez desapareció por un buen tiempo y Pablo Escobar necesitaba que este le tomara fotos en una ceremonia. Era inubicable. Cuando fue encontrado por uno de sus trabajadores, estos, con insultos, le recriminaron que mientras otros esperaban ser llamados por “el patrón”, él lo desperdiciaba desapareciendo cuando quería.
Edgar Jiménez recuerda a su compañero como “una persona corriente, carismático y atractivo”. “El dinero no lo cambió, ni sucumbió al veneno de la droga".
“Pablo era de izquierda y su sentimiento de ayudar a los pobres era genuino. Odiaba la oligarquía y las élites” cuenta y confiesa que uno de los dichos preferidos de Escobar era que "hasta los más ricos de Colombia eran pobres a su lado".
Jiménez reconoce que Pablo Escobar cometió "tres grandes fallos":
"El primero, lanzarse a la política; el segundo, ordenar el asesinato del ministro Lara Bonilla; el tercero, asesinar en La Catedral [la cárcel que él mismo mandó a construirse] a sus propios socios Gerardo Quico Moncada y Fernando El Negro Galeano".
Además Jiménez reconoce que en Colombia aún se vive una crisis social dejada por Pablo Escobar.
"Todavía sufrimos las consecuencias del cambio de valores que impuso. Cuando éramos estudiantes queríamos culminar una carrera profesional. Con el auge del narcotráfico, los muchachos han aprendido que la intimidación y la muerte eran un medio poderoso para conseguir dinero fácil. Su fallecimiento fue un respiro para el mundo, pero su sombra aún azota nuestro país".
Pero, no todo fue malo en Pablo, reconoce “el chino”:
"Pablo tuvo dos caras. La buena es la que sale en mis fotos: un hijo, esposo y padre amoroso. Ser amable, sencillo, cálido, altruista y generoso. La mala está bien documentada en periódicos, libros y películas".
"El poder logró corromperlo. La clase política corrupta lo utilizó para financiar sus campañas y luego lo abandonaron. Pablo castigó violentamente esa hipocresía de las élites y, de paso, se llevó el mundo por delante", dice.