Karl Marx. (Foto: Wikimedia)
Karl Marx. (Foto: Wikimedia)
Irma Montes Patiño

Por Irma Montes Patiño *

A la internacional se le acabó hace mucho el discurso, la posibilidad de sostener un debate sobre el modelo económico socialista que solo generó miseria, hartazgo, persecución a opositores, violación masiva de derechos humanos, contaminación y escandalosa corrupción.

Ese fallido experimento, en todas sus versiones, trajo absurdidades tales como las padecidas en Polonia donde, por ejemplo, los padres debían empezar a pagar cuotas a una cooperativa para que su hijo de cinco o seis años tuviera derecho a un departamento ínfimo, veinte o treinta años más tarde. Siendo nada, ¿qué les queda? Politizar y apropiarse de cuanta causa existe: desde los derechos humanos, la defensa de la infancia, de los derechos de la mujer, la diversidad sexual, la cultura y, por supuesto, la defensa ambiental.

Históricamente, la izquierda rechazó la idea de que la humanidad fuera rehén de la naturaleza. El marxismo expuso la necesidad de erradicar el mito de que se centró en cómo el trabajo humano transformaba la naturaleza en bienes y servicios dentro del sistema capitalista, y cómo este proceso estaba vinculado a la creación de valor y la explotación de la fuerza de trabajo.

En los escritos de Marx, la naturaleza es vista como una fuente de materias primas que el trabajo humano transforma en productos útiles (valor de uso). Marx solo abordó la degradación del suelo debido a la agricultura intensiva, pero no articuló conceptos como “servicios ecosistémicos” o “capital natural”, que enfatizan la importancia de la naturaleza por su capacidad de sostener la vida y los procesos ecológicos.

La arquitectura marxista se desmoronaba si la falta de acceso a los recursos naturales generaba pobreza, pues no habría sido causada por el capitalismo, la sociedad ni la división del trabajo y, por ende, no habido razón para la lucha de clases ni la nefasta revolución del proletariado. Para Marx, la conservación de la naturaleza no fue de su interés, pese a que actualmente- dentro de algunas corrientes del marxismo contemporáneo- es usada para justificar la captación de financiamiento internacional por ONG que enarbolan convenientemente esa bandera.

Hoy, en el afán de reinventar su cadáver, la izquierda contradice a la doctrina marxista, paradójicamente invocándola. Suena descabellado pero así es: ahora con la excusa de “actualizar y expandir” la teoría marxista para enfrentar la crisis ambiental global ha re inventado un marxismo desde una perspectiva ecológica, que responsabiliza al capitalismo de la opresión y sobre explotación de los recursos, y afirman que la escasez de recursos y no acceder a los servicios que brinda la naturaleza son la razón de la falta de oportunidades de las poblaciones más vulnerables. Se olvidaron de la patronal, del proletariado y de un largo etc. de errores. Este nuevo “eco”-argumento es un vuelco total del pensamiento marxista, que se aleja del marxismo y una máscara simpática para que los comunistas atraigan a los jóvenes. Y lo hacen basando su plataforma política progresista en una posición antisocialista, es decir que el la naturaleza es determinante y, de no respetarla, pagaremos la factura de la escasez.

* Analista internacional

Contenido sugerido

Contenido GEC