Que el despliegue militar de Estados Unidos durante la guerra de Vietnam convirtió en una industria próspera el comercio del sexo en Tailandia es algo en lo que coinciden los expertos, que apuntan que la práctica tiene, no obstante, un componente cultural.
La economista Lean Lim Lin cifró en un mínimo de 22.000 millones de dólares al año -esto es, cerca del 5,5 % del Producto Interior Bruto (PIB) local, conforme a los últimos datos del Banco Mundial-, el dinero que genera un negocio del que existen pruebas documentales desde hace al menos cuatro siglos.
El antropólogo y documentalista David A.Feingold, con más de cuatro décadas de experiencia en el Sudeste Asiático -donde de 1997 a 2012 fue encargado de proyectos de la UNESCO sobre el Tráfico de Personas-, remonta al siglo XVI los primeros testimonios.
Feingold sitúa en ese siglo relatos escritos de la costumbre, extendida entre los extranjeros, de contratar a "mujeres temporales" durante su estancia en este país, en el que viajeros occidentales hablaban ya entonces de "barrios de prostitutas" en Ayutthaya.
Según esas descripciones históricas, en ese reino, al norte de Bangkok y que perduró hasta la segunda mitad del siglo XVIII, el ejercicio de la prostitución estaba controlado por el Estado, que lo gravaba con impuestos y lo utilizaba como fuente de financiación.
Feingold admitió a Efe que es difícil establecer con certeza el origen de la manera local de entender el comercio del sexo.
"El budismo es tradicionalmente tolerante pero quizá eso no lo explique todo, hay un componente cultural", comentó el especialista norteamericano, que dirige desde Bangkok el Instituto de Investigación Ophidian, centrado en estudios antropológicos.
"La sociedad tailandesa es conservadora pero mientras no se hable de las cosas es como si no existieran. La prostitución es ahora ilegal, así que no se habla de ella, y es como si no existiera", explica.
"Hay que definir, además, lo que es prostitución, que puede tener significados diferentes en Occidente y en Oriente", anota.
"La mayoría de las trabajadoras del sexo de Bangkok no se consideran prostitutas mientras tengan libertad para elegir con quien mantienen relaciones sexuales. Solo se consideran prostitutas las que están obligadas a mantenerlas con quien no quieren", dice.
"En Tailandia -apostilla-, la libertad para elegir es más importante que el dinero, en lo que al sexo se refiere".
Feingold admite que el fenómeno adquirió dimensiones masivas a partir de la Guerra de Vietnam, en la que Estados Unidos participó de 1964 a 1975 y donde llegó a destacar de manera sucesiva a más de un millón de soldados que tenían en Tailandia su retaguardia.
Más de 40 años después, algunas ONG calculan en al menos 200.000 el número de prostitutas a tiempo completo en este país.
Otras estimaciones elevan su número al menos a un millón -para una población total de cerca de 70 millones de personas-, si se incluye a quienes recurren al sexo a tiempo parcial para obtener ingresos.
Las fuentes han identificado hasta 24 categorías de "lugares" que sirven de encuentro entre profesionales y clientes.
En esas categorías ha descendido el número de los llamados "lugares directos", como prostíbulos, y ha aumentado el de los "indirectos"; hoteles, discotecas, karaokes y salas de masaje.
Ben Harkins, experto de la ONU en migración laboral en el Sudeste Asiático, atribuye al subdesarrollo y la desigualdad social el alto número de prostitutas que proceden de las regiones más desfavorecidas del país, como Isan, en el este tailandés.
"Existe el error -acota-, de pensar que la mayoría de las prostitutas son víctimas de mafias y tráfico de personas".
"La mayoría de las prostitutas que ejercen en Bangkok lo hacen de forma voluntaria", afirmó a Efe el especialista estadounidense.
Harkins comparte la opinión de Feingold de que la guerra de Vietnam fue un punto de inflexión en la industria sexual, que floreció en torno a los acantonamientos militares norteamericanos.
Y recuerda que el "barrio rojo" de Bangkok más frecuentado ahora por los turistas debe su nombre a un veterano de aquella guerra.
T.G Edwards era un miembro de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que tras combatir en Vietnam decidió quedarse a vivir a fines de los setenta en la capital tailandesa, y abrir un bar en una céntrica zona de la mancha urbana donde empezaban a proliferar los locales nocturnos.
Edwards se hizo popular en el área, donde siempre se le veía tocado con un sombrero vaquero y que el periodista estadounidense Bernard Trink -muy conocido en Bangkok en aquellos años-, bautizó como "Soi (callejón) Cowboy", nombre que conserva en la actualidad.
Fuente: EFE
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