(Foto: AFP)
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Redacción EC

La anticipada cumbre entre el presidente de , , y el líder de , , y las esperanzas que de ella emergiera una península coreana en paz y libre de armas nucleares quedaron en entredicho luego que el impredecible régimen de Pyongyang suspendió las negociaciones con Seúl y amenazó con no asistir a la cita del 12 de junio en Singapur con el mandatario estadounidense.

Los norcoreanos, al menos sobre el papel, cambiaron súbitamente de libreto como respuesta a un par de incidentes que se desencadenaron tan solo en los últimos días.

El primero tuvo que ver con las declaraciones del asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton, quien citó el caso de Libia como el modelo en las negociaciones de cara al desarme nuclear de Corea del Norte a cambio del levantamiento de las sanciones económicas.

Como se recuerda, Muamar el Gadafi, entonces líder en Trípoli, aceptó desmantelar todo su programa nuclear ante la promesa de regresar al seno de la comunidad internacional e inversión extranjera para su país.

Pero el comentario al parecer cayó mal en las huestes de Kim Jong-un, que detesta a Bolton por su pasado en la administración de George W. Bush y su visión de línea dura.

“Esta no es una expresión que apunta a solucionar el asunto a través del diálogo. Es una manifestación de una movida terriblemente siniestra que lo que busca es imponer a nuestra nación el destino de Libia o Irak, que colapsaron luego de someterse a las grandes potencias”, dijo Kim Gye-gwan,, el jefe negociador de Pyongyang.

Algunos años después del pacto del 2004, Gadafi fue destituido y luego asesinado brutalmente por opositores a su régimen.

Gye-gwan, insistió, además, en que los diálogos no van para ningún lado si Estados Unidos insiste en un desarme nuclear unilateral como condición para la realización de la cumbre entre ambos líderes.

El otro incidente citado por los norcoreanos está relacionado al inicio de los ejercicios militares conjuntos entre Corea del Sur y Estados Unidos que se iniciaban esta semana y que Pyongyang siempre ha visto como una amenaza.

Para la mayoría de analistas, sin embargo, tras las razones dadas por Corea del Norte hay mucho más. Entre otras porque los ejercicios militares estaban planificados desde hacía más de un año y porque Donald Trump, desde el inicio, ya había planteado que el objetivo era el desmantelamiento y entrega de todas las armas nucleares.

Para Michael O’Hanlon, del Instituto Brookings, la reacción de Pyongyang tiene dos posibles explicaciones: la primera es que Kim Jong-un ha sopesado las intenciones de Estados Unidos y ven en ellas un escenario en el que tiene poco que ganar y sí mucho que perder. Es viable, así mismo, que esté siendo presionado por la línea dura de los militares en el país que desconfían al extremo de un Washington comando por Bolton.

En ese orden de ideas, ya se ven como ganadores pues en el proceso se ha sumado el apoyo de China -que no quiere una corea unificada y occidental en su patio de atrás- y que lo podría ayudar a paliar las sanciones económicas impuestas por la ONU.

De la misma manera, y a diferencia de otros países como Irán, Corea del Norte ya demostró que tiene un arma nuclear con alcance global y por lo tanto siente que el precio ofrecido por Estados Unidos -la promesa del levantamiento de sanciones- es ridículo si se tiene en cuenta la suerte de otros que, como Teherán, firmaron un acuerdo que luego fue incumplido.

La otra tesis, dice O`Hanlon, es que Pyongyang ha empezado a negociar en serio y le amenaza de levantarse de la mesa antes de siquiera sentarse es parte de la estrategia.

“Lo que Kim Jong-un probablemente está tratando de decir es que esto no será un gesto unilateral y que además tiene sus propios objetivos en mente que van más allá de las promesas. Entre ellos que Estados Unidos saque a todas las tropas que hoy día están en la frontera con Corea del Sur y que cancele de manera permanente los ejercicios militares”, sostiene el analista.

Corea del Norte, además, tiene una larga tradición en estos juegos de tire y afloje cuando ha negociado un posible desarme y este sería el primer campanazo de que otra vez en esa dirección.

“Lo irreal era suponer que esto sería fácil, que todos se iban a dar abrazos y que en un día se iba a solucionar un conflicto que lleva más de seis décadas. Al menos ahora todos estamos con los pies en la tierra”, añade el experto.

Kim Jong-un sabe a su vez que Donald Trump está ansioso de un gran triunfo internacional. Tanto, que hasta fantasea en público con recibir el premio Nobel de paz y ha vendido la idea de que el acuerdo es prácticamente un hecho.

En ese sentido llegar con las manos vacías de Singapur, o que la cita se cancele del todo, sería visto como un gran fracaso.

Y los coreanos, curtidos negociadores con lustros de experiencia, han visto allí una debilidad que sin duda tratarán de explotar al máximo.

Por eso son muchos en Estados Unidos incluso dentro del partido republicano, los que han criticado la estrategia de Donald Trump y hasta lo acusan de ingenuo.

Eso solo el tiempo lo dirá. Pero la cumbre del 12 de junio y los anhelos de paz ya no se ven tan nítidos como lo estaban hace una semana. Y ni hablar del Nobel.

Fuente: GDA/El Tiempo

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