Tanto en el tiroteo en una escuela de Brasil el pasado miércoles como en el ataque este viernes contra dos mezquitas de Nueva Zelanda hay un patrón similar al de ataques en escuelas de Estados Unidos o de recientes atentados extremistas en Europa.
Según Gabriel Zacarias, profesor de Historia en la universidad Unicamp del estado brasileño de Sao Paulo, ese patrón muestra algunas características comunes entre los autores de las masacres.
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Entre ellas, el investigador asegura que el atacante acumula generalmente sentimientos de frustración no resueltos y alienación social, con una crisis de masculinidad en buena parte de los casos.
Los autores de estos crímenes recurren a las armas como una supuesta forma de mostrarse viriles y se toman fotos con las armas para proyectar una imagen de "guerrero".
Tras llevar a cabo sus ataques, hay muchos casos en los que deciden quitarse la vida.
Según expertos, comprender este patrón puede ayudar a prevenir futuros ataques.
Aunque es importante destacar que atentados así son fenómenos complejos y con múltiples causas, y que Estados Unidos, Brasil y Nueva Zelanda presentan realidades bastante diferentes.
Tal y como ocurrió en el ataque contra la escuela del municipio brasileño de Suzano y en los tiroteos en las mezquitas de Christchurch, los atacantes suelen ser hombres jóvenes.
En general, tienen dificultad de inserción social. Aunque en muchos casos no mostraron señales de violencia hasta entonces, acumulaban algún tipo de resentimiento sobre la sociedad y comunidad donde vivían.
Otra característica importante es que suelen tener acceso a armas y/o un fetiche hacia ellas.
Armados, estos hombres publican a menudo en redes alguna foto de ellos que anticipa los ataques. Uno de los asesinos de Suzano publicó en Facebook imágenes de él con máscaras y armas que parecen haber sido usadas en el ataque a la escuela.
Después protagonizan el acto de violencia en sí, generalmente en lugares con alta concentración de personas y aparentemente aleatorios, pero que muchas veces son también simbólicos de su frustración social.
Los atacantes de la escuela de Brasil, por ejemplo, eran ex alumnos del centro. Uno de ellos había sido expulsado de la escuela el año pasado.
En el caso de los atentados en Nueva Zelanda, el principal sospechoso -que transmitió en vivo en Facebook el ataque con una cámara colocada en su cabeza- tenía un fuerte discurso contra inmigrantes y antiislamista.
Por último, el "guión" de los autores de ataques masivos a menudo termina con su suicidio. Es lo que parece que ocurrió en Suzano: las investigaciones apuntan a que uno de los tiradores mató al otro y luego se quitó la vida.
Reconocimiento mediático
Las razones tras el ataque en Brasil todavía son investigadas por la policía, pero según el delegado general encargado del caso, Ruy Ferraz Fuentes, la motivación parece ser una búsqueda de reconocimiento por parte de la comunidad.
"Ellos querían demostrar que podían actuar como (en la masacre de 1999) en Columbine, con crueldad", dijo a la prensa.
En general, "existe, de hecho, un guión establecido en ataques de este tipo", dice a BBC Brasil el profesor Gabriel Zacarias, estudioso de casos recientes de extremismo islámico en Francia.
"La escuela a menudo se identifica como un lugar de opresión y resentimiento, y los autores suelen tener alguna relación traumática con ese lugar. Hay a menudo una dificultad (de los atacantes) de insertarse en lo considerado normalmente aceptable", afirma.
Zacarias es autor de libros y artículos que analizan esas masacres bajo la óptica de la espectacularización, es decir, de la búsqueda de los perpetradores de atención y reconocimiento por parte de los medios de comunicación.
En el caso de Nueva Zelanda, esta espectacularización es aún más evidente por la transmisión vía Facebook del tiroteo, "algo que recuerda a la escena de una película de acción o a un videojuego, e incluso es una técnica que fue usada también por el (autodenominado) Estado Islámico".
"Esto sólo muestra que la división de lados, en este fenómeno, es algo ilusorio: el modus operandi (de los atacantes) es el mismo, al tratarse de un fenómeno global con raíces parecidas", dice.
Armas y poder
En paralelo a la exposición mediática, se identifica también esa búsqueda de las armas como un deseo de empoderamiento.
"El momento en que los tiradores se arman es una especie de fantasía, cuando creen que van a tener una sensación de potencia", dice el investigador.
"Por eso, antes de realizar los ataques posan como un guerrero (en fotos en las redes sociales), como si estuvieran asumiendo una identidad heroica, aunque no haya nada más cobarde que actos de ese tipo".
En ese contexto, el suicidio es aparentemente visto por los atacantes como el momento de "gloria y reconocimiento" que no consiguieron en vida.
Como saben que sus actos recibirán gran atención de los medios y de la sociedad, "intentan crear una imagen 'gloriosa' de ellos mismos", explica Zacarías.
Para el profesor e investigador, "ataques de este tipo ya ocurrían mucho antes de que las redes sociales existieran, pero ahora es mucho más palpable: el atacante fabrica la propia imagen y sabe cómo va a ser divulgada".
"El que comete un atentado sabe que va a ser presentado de una determinada manera en la prensa, en los informativos, en las redes sociales yihadistas. Va a tener un 'momento de triunfo'", afirma.
Algunos de estos elementos están presentes también en los atentados extremistas realizados contra objetivos populares en ciudades europeas.
En el caso de Francia, el más estudiado por Zacarías, los atacantes "generalmente son de un estrato social más bajo y de familia de origen inmigrante, (bajo) un preconcepto y con dificultades de ascenso social".
"Parecen haber encontrado en el terrorismo una forma de dar un sentido más noble a una vida que ya estaba fuera de la norma".
"Rabia masculina"
Esta es una teoría de diversos estudios sobre perfiles de autores de ataques masivos y sobre las cuestiones de fondo que los llevan a realizarlos, algo bastante estudiado en Estados Unidos donde el problema se ha vuelto casi epidémico en las últimas dos décadas.
Sólo en 2018, tiradores en escuelas dejaron 113 personas muertas o heridas. El país registró, en promedio, una masacre cada ocho días del calendario escolar.
Algunos estudios sugieren que detrás de muchos de los casos hay una posible "crisis de masculinidad", por la que hombres jóvenes que se sienten desconectados de la sociedad acaban encontrando en la violencia y en la cultura de exaltación de armas de fuego una forma de reafirmarse.
"Los investigadores dicen que las masacres escolares se convirtieron en el equivalente estadounidense a atentados suicidas con bombas, no sólo una táctica, sino una ideología", publicó el año pasado el diario estadounidense The New York Times en un reportaje sobre este tema.
"Hombres jóvenes, muchos deprimidos, alienados o perturbados mentalmente, son atraídos por la subcultura de Columbine (escenario de la conocida masacre escolar de 1999 que dejó 15 muertos, incluidos los atacantes, y dio paso a una ola de ataques similares en otras escuelas) porque la ven como una forma de desahogar (su rabia) contra el mundo y obtener la atención de una sociedad que ellos creen que les hace bullying, los ignora o no los entiende".
El reportaje de The New York Times citaba como ejemplo un video realizado por el autor de la masacre de Parkland, en Florida, que dejó 17 muertos. "Va a ser un gran acontecimiento. Cuando me veas en las noticias, sabrás quién soy", decía en la grabación.
Falta de red de apoyo
En una conferencia de 2014, el profesor de Justicia Criminal en la Universidad de Washington Tacoma, Eric Madfis, y estudioso de ataques en escuelas, planteó conclusiones muy similares.
Dijo que las masacres en Estados Unidos no suelen ser causadas por algo aislado, sino por un conjunto de factores: la mayoría de los autores son hombres que han sufrido algún tipo de bullying o aislamiento social, muchos buscan un refuerzo de su masculinidad en las armas de fuego, y algunos tenían antecedentes de problemas mentales, aunque eso era minoritario en los casos que él analizó.
"Ellos sufrían frustraciones a largo plazo, algo que sucede con muchas personas, pero la diferencia es que la mayoría de la gente tiene alguien en quien apoyarse positivamente cuando sucede. Pero muchos atacantes tenían como único amigo a alguien que los estimulaba a practicar violencia", afirmó el investigador estadounidense.
En general, dijo, los tiradores también estaban pasando por un momento de ruptura en sus vidas, como ser despedidos del trabajo o expulsado de la escuela, por ejemplo.
Y solían planear de manera minuciosa el acto de violencia que iban a llevar a cabo.
"A veces pasan días o semanas planeando el ataque, los asesinos de Columbine lo planearon por más de un año. Suelen fantasear sobre el día (del ataque) y en ese proceso se sienten fuertes y masculinos".
"Tanto en masacres en escuelas como en actos de terrorismo doméstico, los perpetradores usan armas y/o cometen violencia para mostrarse como 'duros', como 'hombres de verdad'. También usan la prensa para crear espectáculos de terror y refirmarse como 'celebridades'", escribió en un artículo el investigador Douglas Kellner, de la Universidad de California en Los Ángeles, también autor de estudios sobre masacres de ese tipo.
"Tenemos que ser más críticos de los patrones mediáticos de hiperviolencia e hipermasculinidad que se proyectan como modelos de comportamiento para hombres o que ayudan a legitimar la violencia como modo de resolver crisis personales y problemas", sugiere.
Gabriel Zacaria señala otros dos puntos. El mundo pasa actualmente por una crisis estructural económica que, en comunidades conservadoras, afecta a la imagen que tienen algunos hombres como "proveedores del hogar", y muchos no son alentados a lidiar con sus emociones y frustraciones de otras formas que no sea con violencia o brutalidad.
"Para muchos, la violencia es aceptada como positiva y como signo de virilidad, e imponerse por medio de ella suele ser visto como algo heroico", concluye.