En la Tanzania del presidente John Magufuli el coronavirus ya no existía. En junio del año pasado, el gobernante declaró superada la enfermedad en el país africano clamando la efectividad de la oración. “No me han visto temiendo tomar la comunión, porque el coronavirus es satánico y no puede sobrevivir en el cuerpo de Jesús”, había dicho en marzo del 2020. Tres meses después se mostraba satisfecho al anunciar que la enfermedad había sido eliminada “gracias a la intervención de Dios”.
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Magufuli se mantuvo firme en su negacionismo del virus hasta el día que murió.
Según la versión oficial, el jede de Estado de 61 años falleció el miércoles por problemas del corazón que lo aquejaban desde hace años. Sin embargo, uno de sus principales opositores, Tindu Lissu, afirma que en realidad perdió la vida una semana atrás a causa del COVID-19.
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Bajo el gobierno de Magufuli, Tanzania ha tenido uno de los manejos más controversiales y menos transparentes de la pandemia en el mundo. El país no publica ninguna cifra de casos de la enfermedad desde hace nueve meses. Los datos oficiales se encuentran estancados en 509 contagiados y 21 fallecidos.
Aunque al inicio se mostró algo favorable a las medidas de prevención, Magufuli, que posee un doctorado en química y es un católico devoto, pronto cambió su posición y empezó a cuestionar la veracidad de las cifras.
También se lanzó a criticar las medidas adoptadas en Occidente y a secundar teorías conspirativas. Según la BBC, en al menos dos discursos pronunciados antes de que declarara a su país libre del virus, el jefe de Estado habló de un “complot occidental” al describir la lucha de Tanzania contra el virus como una “guerra”.
Incluso cuestionó la credibilidad de los kits de detección del virus que llegaron del extranjero. “Debemos tener cuidado porque algunas de estas donaciones para combatir el coronavirus podrían usarse para transmitir el virus. Quiero instar a los tanzanos a que no acepten donaciones de mascarillas, en su lugar, digan a los donantes que vayan y las usen con sus esposas e hijos”, afirmó.
Receta contra el virus
Básicamente, la política de Magufuli se basó en pedir a sus compatriotas “rezar” para combatir el virus. Eran habituales los llamados a realizar cadenas de oración nacionales durante varios días e incluso alentó a los ciudadanos a reunirse y rezar en iglesias y mezquitas afirmando que el COVID-19 no podía dañar los cuerpos de los fieles.
Además, el mandatario calificó de defectuosos test de detección que habían dado positivo en una papaya y en una cabra y ordenó una investigación en el laboratorio nacional, al que acusó de obtener muestras de animales y objetos y darles nombres humanos.
Tampoco quiso solicitar vacunas ni alentó el uso de mascarillas. En su lugar, animó a los tanzanos a optar por la medicina tradicional y a comer más frutas y verduras como remedios preventivos.
Entre sus “recetas” más comentadas están la inhalación de vapor de hierbas y un tónico producido en Madagascar a partir de la planta de artemisia, a pesar de que la OMS dice que no hay evidencia de que el tratamiento funcione.
Desde junio del 2020 Magufuli repetía que Dios había salvado a Tanzania del virus y pidió que todas las escuelas reabrieran y volvieran a la normalidad.
El presidente siempre instó a los tanzanos a continuar trabajando y rechazó la necesidad de restringir el movimiento de los ciudadanos, alegando que las medidas de aislamiento dañarían la economía.
“Hemos tenido una serie de enfermedades virales, como el sida y el sarampión. Nuestra economía debe ser lo primero. No debe dormir. La vida debe continuar. Los otros países de África vendrán aquí para comprar alimentos en los próximos años. Ven… van a estar sufriendo por el cierre de su economía”, dijo en mayo pasado en una misa en su ciudad natal de Chato.
Causas poco claras
El negacionismo de Magufuli y su gobierno así como la falta de transparencia han hecho que la situación real de la pandemia en Tanzania sea desconocida.
“Incluso ahora, tras su muerte, su gobierno sigue mintiendo. Magufuli murió completamente de coronavirus”, dijo desde el exilio el opositor Lissu al canal de televisión keniano KTN News, al recalcar que Magufuli falleció a causa del COVID-19.
Pero las dudas sobre la salud del mandatario no partieron solo de la oposición. El periódico “Nation”, de Kenia, había citado el miércoles fuentes políticas y diplomáticas que decían que un líder africano, que no nombró, estaba siendo tratado por COVID-19 en un hospital de Nairobi.
Magufuli fue visto por última vez en público el 27 de febrero. El primer ministro Kassim Majaliwa insistió la semana pasada en que el presidente estaba “sano y trabajando duro” y culpó de los rumores sobre la mala salud del gobernante a los tanzanos “odiosos” que viven en el extranjero.
Magufuli dirigió Tanzania durante cinco años en un mandato marcado por grandes proyectos pero también bajo la sombra del autoritarismo, y en octubre del año pasado alcanzó la reelección. Ahora, la vicepresidenta Samia Suluhu debería asumir la jefatura de Estado para completar el segundo período de cinco años del fallecido mandatario.
La oposición no espera un cambio radical en la lucha contra la pandemia el país. Fue la propia Suluhu la que anunció la muerte de Magufuli al país debido a un mal del corazón.
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