ARA San Juan
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Redacción EC

. "Todos sabemos hacer todo, porque adentro de un submarino todos dependemos de todos", dice el suboficial segundo Oscar Perassi. Enseguida el suboficial mayor Pedro Alcaraz lo ejemplifica: si bien su especialidad es la de electricista, como todo submarinista, también sabe trabajar con los motores, ver las armas, ocuparse del sonar.

Los cinco socios de la Agrupación de Suboficiales Submarinistas Argentinos (ASSA) sentados a la mesa en su sede ubicada en Mar del Plata -todos submarinistas retirados- explican el paso a paso de la preparación que demanda esa especialidad tan particular dentro de la Armada, y por la que pasaron cada unos de los 44 tripulantes del desaparecido submarino Ara San Juan .

Una formación que cubre no sólo el aspecto académico y físico, sino también el psicológico, aptitud necesaria para poder pasar semanas sumergido en un ámbito cerrado a tantos metros de profundidad.

El primer paso es cursar los tres años y recibirse de la escuela militar en la Armada. Y ahí llega la opción: navegar en superficie, en barcos navales; o hacer el curso de submarinista, que dura un año. Para empezar el curso en Mar del Plata es necesario pasar los exámenes psicológicos, académicos y físicos.
 
La cámara hiperbárica, en la escuela de buceo, es el primer gran filtro. "Con todos sentaditos ahí, uno al lado del otro, te van mandando presión. Y empiezan a quedar pocos: se van los que tienen miedo, los que sufren de claustrofobia. Así se hace una primera limpieza", dice Perassi.

Luego toca el proceso inverso: el escape. Bajar seis metros y nadar hasta meterse en una garita, donde hay que aclarar. "Es decir, tomar aire, taparte la nariz, soplar por la nariz y sentir el chuc que hacen los oídos y así equilibrarse", detalla Alcaraz. Y luego los ejercicios: por ejemplo, salir al agua nuevamente, hacer un nudo y volver nadando a la garita.

Después se pasa al aula y, al mes y medio, se embarca. Y esa es otra gran prueba: lograr un equilibrio entre los saberes prácticos y teóricos. "Una cosa es saber que el manifold sirve para distribuir el aire o el combustible, y otra muy distinta es que te digan "haceme la maniobra, hay una urgencia, abrí la válvula, mándame aire", dice Alcaraz.

La primera parte del curso es general. De ahí el "todos saben hacer todo". Recién después se elige la orientación: electricista, señalero, maquinista, sonarista, etcétera. El último exámen se rinde a bordo y, si cumple las condiciones, se recibe de submarinista.

Pero para el suboficial primero retirado Cayetano Taborda el reto más significativo de un submarinista es la parte psicológica, que se ve desafiada en las pruebas de resistencia a bordo: "Yo navegué 52 días sin salir a superficie. Y no es nada fácil. Ahí se ve el verdadero temple del marino".

Fuente: La Nación, GDA

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