El orden reemplazó al caos este sábado en el aeropuerto de Kabul, donde combatientes talibanes escoltaban un flujo constante de afganos desde los buses hasta la principal terminal, y los entregaban a las tropas estadounidenses para su evacuación.
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El atentado suicida del jueves, reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI) y que dejó al menos 85 muertos, probablemente asustó a muchos que buscaban huir del país luego de que los talibanes tomaron el poder.
Pero además los talibanes han cerrado las carreteras que conducen al aeropuerto y ahora solo dejan pasar autobuses autorizados.
Todos los afganos que llegaron en los buses debían abandonar su equipaje y conservar solo lo que podía caber en una pequeña bolsa de plástico.
“A causa de la explosión (el atentado), los estadounidenses no los dejan llevar nada”, afirmó un responsable talibán. “Nosotros les decimos que lleven su dinero y el oro en los bolsillos. Si dejan sus prendas se las daremos a otras personas”, agregó.
Fuertemente armados, combatientes talibanes circulaban por los terrenos y en los edificios anexos del aeropuerto, mientras soldados estadounidenses los observaban desde el techo de la terminal de pasajeros.
Luego de 20 años de guerra, estos enemigos estaban estaban a la vista unos de otros, separados por apenas unos 30 metros.
Los estadounidenses podían también ver a miembros de la unidad “Badri 313”, parte de las fuerzas especiales talibanas, en vehículos blindados Humvee tomados en el campo de batalla al ejército afgano.
“Tenemos listas dadas por los estadounidenses... si su nombre figura en la lista, puede seguir”, dijo un oficial talibán a la AFP cerca de la terminal civil del pasajeros del aeropuerto internacional Hamid Karzai. “Si su nombre no figura, no puede entrar”, añadió.
El sábado la AFP vio más de una decena de buses desde donde salían pasajeros nerviosos, en la principal entrada del aeropuerto.
Buena suerte
Los estadounidenses y otros países de la OTAN habían previsto evacuar a los afganos que trabajaron para ellos en estas dos últimas décadas.
Pero sus planes para una evacuación se vinieron abajo por la rapidez del avance militar de los talibanes, que entraron a Kabul y retomaron el poder el 15 de agosto, mucho más temprano de lo previsto por los occidentales.
Antes del ataque sangriento del jueves, miles de personas llegaron súbitamente y en total desorden al aeropuerto para huir del país.
Estos afganos, muchos de ellos urbanos y educados, temen que los talibanes impongan el mismo régimen fundamentalista y brutal que cuando estuvieron en el poder entre 1996 y 2001, pese a las repetidas promesas de los islamistas de que han cambiado y no se vengarán.
Unas 112.000 personas, afganas y extranjeras, fueron evacuadas desde mediados de agosto, según la Casa Blanca.
Un fotógrafo de prensa reconoció a un amigo periodista el sábado entre los que llegaban en bus para ser evacuados. Éste trabajaba antes para el servicio de comunicación de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (Isaf) y era considerado como una persona que podía ser objeto de represalias de los talibanes.
Se abrazaron brevemente antes de separarse. “Buena suerte”, se dijeron. Uno quedó atrás y otro partió hacia una nueva vida.
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