La bandera china ondeando sobre la mezquita de Juma en el área restaurada de la ciudad vieja de Kashgar en la región occidental de Xinjiang de China. (Foto: AFP/Archivo)
La bandera china ondeando sobre la mezquita de Juma en el área restaurada de la ciudad vieja de Kashgar en la región occidental de Xinjiang de China. (Foto: AFP/Archivo)
/ GREG BAKER
Agencia AFP

Cumpliendo con la promesa del presidente Xi Jinping de “un bien público mundial”, comenzó a distribuir sus en todos los rincones del planeta, tratando de lavar su imagen un año después de la aparición del nuevo coronavirus en su territorio.

En contraste con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que firmó el martes un decreto para dar prioridad a la entrega de vacunas a Estados Unidos, el presidente chino se erige como proveedor de antídotos en los países pobres.

Si bien ninguna vacuna china ha sido aún aprobada oficialmente, ni siquiera por China, Beijing multiplica los contratos de suministro e incluso ha comenzado a construir sitios de producción en el extranjero, en un momento en el que la Organización Mundial de la Salud (OMS) inicia su investigación sobre el origen del virus.

“No hay duda de que China está practicando la diplomacia de la vacuna para restaurar su imagen”, observa Huang Yanzhong, especialista en cuestiones de salud pública en el Council on Foreign Relations, un centro de reflexión estadounidense.

Rebajar la tensión

“Es también una forma de incrementar su influencia y rebajar las tensiones geopolíticas”, estima.

La diplomacia china firmó acuerdos para la entrega de vacunas en Filipinas y en Malasia, dos países con los que está en conflicto por cuestiones de soberanía en el mar de la China Meridional.

También prometió un acceso prioritario a los países del Mekong (Birmania, Laos, Camboya, Tailandia, Vietnam), tras las críticas de que sus presas están provocando sequías en el sudeste asiático.

Por el contrario, el gran rival estadounidense apenas se ha comprometido a repartir sus vacunas al resto del globo, pese a los avances de sus laboratorios como Pfizer, Johnson & Johnson o Moderna.

Washington es además un gran ausente del Covax, un mecanismo internacional de suministro de vacunas contra el COVID-19 en los países en desarrollo, lanzado bajo la égida de la OMS. Beijing se adhirió en octubre.

El Covax cubrirá las necesidad de solo el 20% de la población de los países en desarrollo de aquí a finales de 2021, mientras que los países ricos podrían hacerse con el 50% de la producción mundial, según un estudio del Global Health Innovation Centre de la Universidad de Duke, en Estados Unidos.

China aspira a una capacidad de producción de mil millones de vacunas el año que viene y puede permitirse compartir sus existencias, ya que la epidemia está prácticamente contenida en su territorio.

Rutas de la seda de la salud

Además las consideraciones económicas no están ausentes. Aunque China dominara solo el 15% del mercado de las vacunas en los países pobres, esto le supondría unas ventas de 2.400 millones de euros (2.900 millones de dólares), según un cálculo de la empresa hongkonesa Essence Securities.

“Todo el mundo reclama una vacuna y Beijing está bien posicionado para enriquecerse fácilmente”, observa uno de sus analistas.

La campaña mundial de inoculaciones necesita sitios de almacenamiento que permitan garantizar la cadena del frío, unas infraestructuras que podrían relanzar el colosal proyecto chino de las nuevas rutas de la seda, debilitado por la epidemia, señala Kirk Lancaster, del Council on Foreign Relations.

El gigante chino del comercio online Alibaba ya ha construido almacenes en Etiopía y en Dubái, que servirán de plataformas de distribución en África y en Oriente Medio.

Beijing también construye sitios de producción en Brasil, Marruecos e Indonesia, países que han participado en los ensayos clínicos de vacunas chinas.

Financieramente, China prometió préstamos de mil millones de dólares a los países de América Latina para que puedan comprar vacunas.

“Estos esfuerzos, bajo la apelación de ‘rutas de la seda de la salud’, ayudan a China a lavar su imagen, a la vez que abre mercados a sus empresas”, precisa Lancaster.

Una cuestión de confianza

China tiene actualmente cuatro vacunas en fase final de ensayos, tres de las cuales son fáciles de transportar y distribuir, a diferencia de, por ejemplo, la vacuna de Pfizer que debe conservarse a -70 ºC.

Pero los laboratorios chinos aún no han publicado estudios que establezcan su eficacia.

“La falta de transparencia del sistema chino hace que miles de personas hayan sido ya inoculadas sin que se hayan difundido los datos sobre los ensayos clínicos”, advierte Natasha Kassa, especialista en cultura china, del instituto australiano Lowy.

En el pasado, la industria farmacéutica china se vio envuelta en escándalos de vacunas adulteradas, lo que podría desalentar a algunos compradores extranjeros.

Los laboratorios Sinovac y Sinopharm, cuyas investigaciones son las más avanzadas, tenían menos de 500 millones de dosis presolicitadas a mediados de noviembre, según la consultora británica Airfinity, en comparación con los 2.400 millones de dosis solicitadas al británico AstraZeneca para su vacuna desarrollada junto a la universidad de Oxford.

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