Juliana López trabajaba, también, como modelo antes de ser detenida. Foto: Archivo EL TIEMPO/ GDA
Juliana López trabajaba, también, como modelo antes de ser detenida. Foto: Archivo EL TIEMPO/ GDA

La modelo, presentadora y futbolista aficionada de fue capturada el 18 de julio de 2015 en el aeropuerto de Guangzhou, en , por intentar ingresar a ese país 610 gramos de escondidos en un computador portátil.

La modelo, con tan solo 22 años, pasó de ser presentadora de un programa musical de un canal regional a enfrentar una condena de 15 años de cárcel por tráfico de drogas y a vivir en la prisión de mujeres de Guangzhou.

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El periódico chino Nanfang Daily, el diario oficial del Partido Comunista de China (PCCh), explicó en ese entonces que López admitió el delito y argumentó que había transportado la droga a petición de un amigo, a quien frente a la corte identificó como Sergio.

Desde entonces, el desasosiego inundó a la familia de Juliana, a punto de que su madre, Nubia Sarrazola, decidió dejar todo lo que tenía en Colombia e irse a vivir a China para estar cerca de su única hija, tras pocos meses de la captura.

Para Nubia, llegar a China y empezar una nueva vida a más de 15.000 kilómetros de distancia de su familia y con una hija en la cárcel no ha sido fácil.

“Dio con un señor muy querido que la albergó en su casa, ella se quedó ahí por un año. Ahora ella paga su vivienda aparte, trabaja y le lleva una cuota mensual a Juliana, cuenta una familiar cercana, quien pidió no revelar su nombre.

A pesar de que Nubia vive en el mismo país de su hija, solo puede verla una vez al mes durante media hora. Un grueso vidrio separa esas visitas, que pueden durar hasta una hora si Juliana obtiene puntos positivos por su comportamiento y buen trabajo.

Juliana López. Foto: El Tiempo/ GDA
Juliana López. Foto: El Tiempo/ GDA

Aunque están a centímetros de distancia no hay espacio para abrazos ni besos.

Su padre, Carlos Mario López, también ha podido verla. La última vez que la visitó fue el 18 de mayo del año pasado. “La vi después de tres largos años. ¡Uf!, me dieron ganas de romper el vidrio, sacarla de allá y abrazarla. Me decía que está muy bien, que la perdonara, aunque no hay nada que perdonarle. Mi llanto fue mucho, pero yo le decía que lloraba era de la felicidad de verla”, le contó a EL TIEMPO con la voz entrecortada.

Ese día, los guardianes no dejaban de tomarles fotos a Carlos Mario y a Nubia, y aunque a ellos les pareció extraño no pusieron resistencia. Minutos después, el cónsul que los acompañaba les dijo que lo hacían porque era “la primera vez que papá y mamá visitaban desde Colombia a una niña presa”.

Ese día ellos tenían puesta una camiseta blanca con letras rojas con las palabras ‘mamá de Juliana’ y ‘papá de Juliana’, y al respaldo estaba ese mismo mensaje, pero en chino.

A través de ese vidrio los lazos con su familia se han fortalecido. Su tío político y su tía la han visitado. Su madre no pierde oportunidad para reconfortarla, darle consejos, amor y dinero, pues “todo lo tiene que comprar allá adentro”, cuenta su familia.

Desde entonces, Nubia se ha convertido en un puente para muchas familias colombianas que quieren mandarles revistas, libros o dinero a sus hijos presos.

Su madre regresa cada año al país y se queda un mes para renovar la visa y visitar a su familia, corriendo el riesgo de que al siguiente año no se la renueven. Pero a ella no le gusta imaginarse ese escenario, cuenta Carlos Mario, ella dice: “si a mí me quitan la visa me matan”.

‘Esto es más duro de lo que pensé’

Los primeros meses en la cárcel fueron muy difíciles para Juliana, eran frecuentes las lágrimas y la depresión. “Esto es más duro de lo que pensé, así que oren, oren mucho por mí, por favor”, escribió Juliana en una de las cartas que le envió a su familia en 2016.

Sin embargo, su familia cuenta que ella no ha sido una mujer derrotada y, por el contrario, ha tenido una actitud ‘guerrera’. “Me está tocando vivir esto, entonces vivámoslo y gocemos lo que estamos haciendo acá”, cuenta su pariente, según lo que le ha dicho Juliana.

Después de cuatro años, Juliana se ha ido acostumbrando, no ha perdido su sonrisa. “Es bullosa, dicharachera, habladora, ella es un personaje allá en China, relata su padre.

Cuando la noche llega a Colombia y el día empieza en China, Juliana se despierta en su celda compartida alrededor de las 7 de la mañana, desayuna y se va a trabajar a la fábrica donde construye motores de ventiladores y secadores; al mediodía almuerza y continúa trabajando. A pesar de que las jornadas son agotadoras, desde hace dos años realiza su labor con mayor empeño, pues le pagan y, aunque no es un monto muy alto, así puede comprar sus cosas.

Gracias a su trabajo, el 21 de diciembre del año pasado recibió ocho meses de reducción de la condena, por lo cual saldría libre el 17 de noviembre de 2029 - a sus 36 años- y aspira seguir reduciéndola en junio de 2020. “Por ley tiene derecho a aplicar a una reducción cada año y medio y la reducción máxima puede ser de nueve meses (en cada periodo)”, explica la Cancillería.

En este tiempo Juliana también ha perfeccionado el inglés y ha estudiado francés y mandarín, que ya domina. El domingo es el día de descanso: puede ver televisión o leer en el patio.

Sábado, el día de la llamada a Colombia

La última vez que Carlos Mario vio a su hija en Colombia fue 13 de julio de 2015. “Ese día conversé con ella y me invitó a comer un cono. Yo ya tenía el dinero para pagar el último semestre, porque a ella le faltaba un semestre para graduarse de contaduría en la San Buenaventura de Bello, Antioquia”.

Ese es el último recuerdo que tiene su padre de Juliana en el país. Desde entonces extraña todo de su hija, ya no duerme tranquilo. “No hay un minuto en que yo no piensa en ella, me acuesto pensando en ella, me levanto pensando en ella, pienso si mi niña ya desayunaría, si ya comió, si durmió o si estará trabajando”.

A veces confunde los sábados con los domingos, porque los domingos en China es cuando Juliana puede llamarlo. Otras veces cuestiona lo que pasó.

“Me levanto diciendo por qué me hizo esto, ella no tenía necesidad de nada, a veces me siento derrotado. ¿Juliana por qué se dejó meter en ese mundo?, a ella no le faltaba nada acá en Colombia. Tenía todo. No sé, se dejó engañar, le propusieron cosas que pensaba que eran fáciles”.

Cada mes Juliana le hace una llamada a su tía y al mes siguiente a su papá. Son diez minutos en los cuales los amigos de Juliana también se reúnen para hablar con ella.

“Para nosotros es una fiesta el día que ella llama porque nos reunimos y siente la voz de todos, y le decimos: ‘Juli fuerza’, ‘Juli te estamos esperando’, ‘dale con toda’”, cuenta su pariente.

A su padre le pregunta por su salud y hablan de sus compañeras de prisión, esos diez minutos se les pasan ‘volando’.

Con las cartas y mensajes que les envían a través del consulado y le escriben en un grupo de Facebook, su familia y amigos le demuestran su cariño. “Eso es lo que a ella le hace ser fuerte allá”.

Una de las fechas que más celebran es su cumpleaños, que será el 13 de junio. “Aquí en Colombia ese día se reúnen muchos amigos de ella de la Universidad y le mandan carta. Su cumpleaños es una fiesta acá en Colombia, le hacen una misa y brindan pensando en la niña”, cuenta su padre.

Junto a su cumpleaños, la Navidad es otra de las fechas que Juliana más extraña. “El 25 de diciembre les celebran la Navidad (en la cárcel). A las colombianas les dan algún chocolate y el consulado les lleva un regalo, pero obviamente ella extraña la natilla y los buñuelos”.

219 colombianos presos en China

A pesar de lo duro que es trabajar en una cárcel china, su padre cuenta que Juliana “está muy amañanada”. De hecho, dice que no quiere pagar su pena en una cárcel colombiana. Ella quiere pagar el delito que hizo allá. Ella dice: "si por mí fuera, yo me quedaría acá’”.

“Nosotros hemos pensado que el día que Juliana salga no llegue al país por seguridad, porque detrás de la droga se mueve mucha gente”, concluye su familia.

Según información de la Cancillería, actualmente hay 219 connacionales privados de la libertad en China. En Beijing hay 18 privados de la libertad por narcotráfico. En Guangzhou hay 54; 32 por narcotráfico, 14 por trata de personas, 2 por delitos migratorios, 2 por hurto y 1 por conducción temeraria. En Shanghái hay 8; 7 por narcotráfico y 1 por estafa. En Hong Kong hay 139: 122 por narcotráfico y 17 por hurto.

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