“El bote se rompió en segundos, las olas separaron a las familias. Vi una mujer dando a luz en el océano. Vi a mi hermano siendo llevado por las olas”. Najah Musin no es una de los 700 migrantes que el domingo desaparecieron a 200 kilómetros de Lampedusa, en el mar Mediterráneo, pero su historia debe ser similar. Ella es la sobreviente de un viejo naufragio de un barco de migrantes ilegales, una de esa minoría que se salvó en una industria que cobra miles de víctimas.
Solo desde 2014 han fallecido 1790 personas en diferentes rutas migratorias alrededor del globo, mientras que otras 4895 han desaparecido en un total de 293 incidentes registrados por el proyecto Missing Migrant, de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Justamente una de las zonas donde ocurren incidentes de este tipo con mayor frecuencia es el Mediterráneo. En el mismo mar donde ayer han fallecido cientos, hubo 81 situaciones (naufragios, generalmente) que han dejado 844 muertos y 4025 desaparecidos, convirtiendo este lugar en el más mortal para quienes intentan migrar de forma ilegal.
Y esa es la ruta usada por miles que no solo tratan de escapar del hambre en el norte del África, sino que llegan hacia ahí desde lugares como Siria, para luego buscar el salto a Europa.
Por número de fallecidos le sigue la frontera emtre EE.UU. y México, donde los 'coyotes' llevan migrantes y los abandonan a su suerte en el desierto. La ruta hacia el norte del Río Grande ha dejado 298 muertos.
La tercera ruta de migración que deja un reguero de cadáveres es la que conecta a los países africanos con Yemen desde el Cuerno del África, ahí donde aparentemente es preferible arriesgar la vida a quedarse en una de las zonas más pobres del continente más pobre del mundo.