Muy cerca de Beverly Hills, en Los Ángeles, hay un lugar en el que en las calles se escucha más farsi (persa) que inglés.
Le llaman coloquialmente Tehrángeles, aunque el nombre ha sido considerado de algún modo oficial por Google y Apple, pues aparece en las búsquedas de GPS.
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En este distrito comercial y estudiantil hay un enclave de la comunidad iraní en Estados Unidos que reúne restaurantes, galerías, mercados y demás comercios que sirven a esa población.
Queda en el bulevar de Westwood, una amplia avenida vecina con el campus de la prestigiosa Universidad de California en Los Ángeles (UCLA, por sus siglas en inglés) en el oeste de la ciudad.
La historia de Los Ángeles con Irán es estrecha desde hace décadas: el sur de California, y en especial esta ciudad, albergan la población más numerosa de iraníes por fuera de Irán.
En una tienda de arte, Sepi escoge unas delicadas copas de vidrio que llevan la palabra “amor” grabada en farsi y que planea regalar a sus amigos estadounidenses.
La informática de 30 años, que llegó hace siete a EE.UU. para estudiar un posgrado, tenía a Tehrángeles en su imaginario desde que era niña.
“En Irán hay algunos canales por cable que muestran este lugar así que cuando alguien llega a EE.UU., el primer sitio que visita es este”, dice.
De los casi 400.000 iraníes e iraníes-estadounidenses en el país, más de la mitad vive en California, de acuerdo con estimaciones del censo del 2018.
Nuevas tensiones
Los iraníes empezaron a migrar al sur de California antes de la década de 1970 pero las llegadas se incrementaron justo antes y después de la revolución islámica en 1979 y de la guerra con Irak (1980-1988).
La relación entre Irán y Estados Unidos suelen ser tema de conversación en Tehrángeles, especialmente en las últimas semanas, en las que se registró una nueva escalada de tensión entre ambos países tras la muerte del general iraní Qasem Soleimani en un ataque de EE.UU. el pasado 3 de enero.
En el mediodía del viernes en que el líder supremo Alí Jamenei dio su primer discurso en ocho años en Irán, la atmósfera en este barrio de Los Ángeles es calma, y por ningún lado se ve la transmisión de su mensaje, en el que expresó que EE.UU. buscaba “apuñalar (al pueblo iraní) con sus dagas envenenadas”.
Aunque Sepi esté de compras en una tienda de Los Ángeles, su mente sigue en Irán.
La joven, cuya familia vive todavía en Teherán, escuchó a Jamenei con la expectativa de que reconociera la responsabilidad por el derribo de un avión comercial de Ukranian Airlines que las autoridades iraníes confirmó fue tumbado “por error” por las fuerzas militares.
“No me sorprendió que no admitiera responsabilidad, pese a todas las protestas que hay”, dice.
Sepi admite sentir angustia por la situación de sus padres, a quienes no puede visitar por la prohibición de entrada a EE.UU. de ciudadanos iraníes, una acción ejecutiva del presidente Donald Trump en el 2017.
En estos años sin verlos, dice, sus amigos se han convertido en su nueva familia. Y Tehrángeles es lo más parecido al hogar fuera del hogar.
“Me gusta mucho, aunque es un poco diferente a Teherán hoy en día. Creo que así se veía antes de la revolución”, describe.
Nostalgia
Las calles de Tehrángeles concentran nostalgia: una tienda de fotografía exhibe en la vitrina afiches de películas persas de los años 50 y otro local tiene libros con el retrato del shah Mohamed Reza Pahlevi, el monarca depuesto durante la revolución y quien durante su gobierno impulsó una modernización occidental del país junto con una fuerte represión contra la disidencia.
En la tienda y galería de Bahman se puede ver una pequeña fotocopia de la bandera de Irán antes de que se convirtiera en una república islámica.
El artista y dueño del negocio, quien se niega a hablar de política, cuenta que llegó hace 30 años a Estados Unidos desde su natal Teherán y que en Los Ángeles se sintió “como en casa” porque “el clima es muy parecido al de mi país”.
Las similitudes geográficas y el clima, en efecto, “han sido citados como un gran atractivo de Los Ángeles para los iraníes”, escribió la investigadora y doctora especialista en la diáspora iraní de EE.UU. Amy Malek, en un artículo en el 2015.
Pero lo fue también la comunidad ya establecida de generaciones de iraníes de mayor edad y la llegada de una nueva oleada de estudiantes lo que hizo que Los Ángeles se convirtiera en un destino para tantos iraníes, indica la académica.
Muchos de los que migraron tenían dinero y estudios universitarios especializados y acabaron instalándose en los opulentos vecindarios de Beverly Hills y Bel Air, tradicionalmente “blancos”.
“Los iraníes cambiaron mucho la economía de Los Ángeles”, señala Bahman. “Hay muchos ingenieros, doctores y empresarios”.
El 22% de la población de Beverly Hills está compuesta por iraníes e iraníes-estadounidenses, según información citada en el artículo de Malek, y casi el 20% de la población estudiantil de la secundaria de Beverly Hills es de origen o ascendencia iraní.
En años recientes, los iraníes-estadounidenses han tenido un papel más visible en la política, con puestos de gobierno en California y otros estados. En el propio Beverly Hills, el ingeniero Jimmy Delshad fue alcalde.
En comparación con el promedio de ingreso nacional de los estadounidenses, en el 2017 los iraníes e iraníes-estadounidenses registraron un ingreso superior en un 21%.
“Llegué justo después del ataque del 11-S”
Pero no todo ha sido una historia de prosperidad.
Todd Khodadadi recuerda desde su tienda de víveres y productos iraníes lo difícil que fue adaptarse cuando migró en el año 2000, poco antes del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York.
“Pasamos tiempos difíciles. Además de huir de nuestro país, no conocíamos la cultura ni el idioma y pasó lo del 11 de septiembre”, dice.
Según la investigadora Amy Malek, los medios contribuyeron a construir el estereotipo del iraní “extremista religioso” y eso conllevó actos de “discriminación, acoso y violencia” contra la comunidad.
Khodadadi, sin embargo, dice que lo que vivió en EE.UU. “fue nada comparado a lo que viví en mi país”, advierte, sin querer profundizar.
A 20 años de su llegada, es dueño del único mercado iraní en Los Ángeles.
Aunque indudablemente persa, Tehrángeles también exhibe en sus calles restaurantes italianos, griegos y tailandeses.
Algunos comercios iraníes han sido golpeados por las sanciones económicas de EE.UU. contra Irán.
Khodadadi admite que le ha afectado, pero ha buscado soluciones.
“Muchas cosas nos llegaban de Irán así que tuvimos que buscar reemplazo con distribuidores en Los Ángeles. Las ventas probablemente no se afectaron mucho, la variedad sí”, explica.
Pero el costo es mínimo para él. “Si es por la libertad de mi país, no me importa”.
Desde un café, Saghar, una mujer que llegó hace 26 años a Los Ángeles, ve con buenos ojos la diversidad de negocios no iraníes en el barrio.
“Los Ángeles no era así de diverso cuando llegué. No nos aceptaban tanto como ahora”, dice.
Aunque las generaciones más jóvenes y nacidas en EE.UU. quizá nunca han conocido Irán, se esmeran por mantener la cultura y el idioma vivos en su comunidad.
Para jóvenes como Sepi, aunque estén lejos de casa, Tehrángeles les presenta una vida que prefieren.
“Me siento más cómoda aquí porque no me juzgan. Si tienes un novio en Irán y te visita, tus vecinos te critican porque no es tu esposo. Eso es muy triste”.